Sóller

Cuando uno viene de vacaciones a Mallorca sabe que tiene unas cuantas visitas obligadas: La Seu y el barrio antiguo de Palma, las Cuevas del Drach, la Cartuja de Valldemossa, La Calobra o Sóller. Son sólo unos ejemplos, hay muchos más, dependiendo del aire que le queramos dar a nuestra visita, pero Sóller estará siempre de los primeros de la lista.

A raiz de nuestra salida por Sa Costera de la semana pasada recordé la historia de la empresa que hizo posible el comienzo del desarrollo en el pueblo. Cierto que no fue un fenómeno aislado, hubo proyectos importantes en otros lugares, pero quiero centrarme solamente en lo acaecido en el valle de Sóller a finales del siglo XIX y principios del XX.

Vimos un primer retrato de la empresa El Gas, sobretodo lo señalado en su página web, ya que no tengo intención de elaborar un relato histórico pormenorizado de lo sucedido. Solamente engarzar esos elementos con mis propios recuerdos como oriundo del pueblo. No puedo tener recuerdos de la fábrica de la Costera. Sé que existía ya que había pasado por allí, aunque siempre por mar, que es mucho más corto. La excursión a Cala Tuent o Sa Calobra la tengo aún presente en mis recuerdos, aunque alguna vez tuvimos un regreso bastante movido. Por tierra era más complicado; mucho kilometraje para los coches de la época (cuando tenías). Creo que sería muy buena idea que en la próxima salida utilizáramos este sistema para volver, pero dependerá de la época del año ya que es un servicio eminentemente turístico de temporada, aunque creo que se pueden alquilar para desplazar a grupos numerosos, que no será nuestro caso.

De El Gas sé que tenía unas naves enormes en el carrer de sa Mar y pasaba muchas veces por delante para ir al huerto que teníamos cerca del Pont d'en Barona. No sé si llegué a entrar, lo que me acuerdo es que también era una fábrica de hielo y a veces íbamos a comprar. Aunque muy cerca de mi casa había una pequeña fábrica de bebidas refrescantes (piña, naranja y limonada) y sifones y también fabricaban hielo. De eso me acuerdo mejor porque alguna vez estuve allí, seguramente para comprar alguna botella; aunque si teníamos sed procurábamos mangársela del almacén que tenían en mi calle que muchas veces estaba abierto. Pero no fueron muchas; éramos buenos niños. O quizás nos asustara el guantazo que nos podríamos llevar si nos pillaban por allí, pero la verdad es que no recuerdo ninguno, aunque sí alguna regañina.

El icono por el que se conoce a Sóller en muchos sitios es por el tren, que nació desde la iniciativa privada. Al parecer la idea primigenia era que enlazara con Deiá y Valldemossa, aunque pronto se descartó. La alternativa no es que fuera de lo más halagüeña: atravesar el Coll de Sóller con un túnel de casi tres kilómetros, que en aquella época solamente contaba con un miserable camino de carro recorrido por diligencias. Pero fue la solución definitiva y a la postre, la más idónea. De hecho, la que se volvió a adoptar casi cien años después para mejorar las comunicaciones con el valle; otro túnel casi paralelo al del tren, que no estuvo exento de toda clase de tejemanejes políticos (de hecho provocó la caída del presidente balear) y cuya construcción duró muchos más años que el antiguo.

Para los sollerics el tren ha sido de extrema utilidad y casi el único medio de salir del valle. Muchos de mis recuerdos de mis viajes se centran en motivos de salud. Sin un centro médico, ni ambulancias siquiera, cualquier consulta a un especialista debía realizarse en Palma, donde no hacía mucho que se había inaugurado el hospital de Son Dureta. Aunque hubo otros más lúdicos, como las tardes en la Fira del Ram, ubicada en aquellas fechas en lo que ahora es la Plaza del Tubo, o la visita al fotógrafo, en la calle (Héroes de) Manacor, mucho más despejada de edificios que ahora, con motivo de la primera comunión mía y de mi hermano.

Otros viajes fueron menos gratos de recordar. Como el que hicimos de vuelta recién operados mi hermano y yo de fimosis, llorando en el tren después de que se pasara el efecto de la anestesia con mi abuela avergonzada cuando le preguntaban porqué llorábamos. Qué tiempos! Pero como véis, no fallaba la programación, todo a pares para aprovechar el viaje.

Ahora su actividad se ha reducido a la turística pero hubo un tiempo en que debido a la desindustrialización de las industrias textiles del pueblo (y de Mallorca en general) se produjo una gran emigración hacia Palma sobretodo y en la que tambien nos vimos inmersos, quedando las familias separadas realizando el tren un gran servicio público. Y es que la alternativa por carretera por el Coll de Sóller era bastante penosa. No estaba como ahora, era mucho más estrecha y del tipo esquena d'ase y prácticamente en cada curva los autobuses tenían que hacer maniobras para poder girar.

Otra parte integrante de esta empresa es el tranvía. Se dirige al puerto a través del Camp de sa Mar y l'Horta. Su frecuencia es mucho mayor que la del tren y siempre hay dos convoyes circulando, uno en cada sentido. Cerrados en invierno y abiertos en verano. Se les llamaba jardineras. Y el hecho de que cada media hora cruzen por la plaza principal del pueblo es cuando menos muy pintoresco. Y a pesar de ello no puedo recordar que hayan ocurrido accidentes de gravedad con personas o animales. Hay que tener en cuenta que estamos hablando de una época en que lo raro era ver vehículos a motor en las calles.

En invierno solamente lo cogíamos para ir de visita a casa de una tía que vivía en el puerto. En verano, para ir a la playa o a pescar. Después empecé a utilizar la bicicleta de mi padre que tenía la ventaja de que era gratis. Eso sí, me gustaba horrores verlo pasar. El tren también; de hecho había algunos juegos que consistían en “ir a ver el tren”. Había que escuchar con la oreja pegada al raíl cuando se iba acercando y esperarlo acurrucado en alguna cuneta y a veces dentro de un túnel. Os puedo asegurar que el acojone era mayúsculo, pero muy excitante. No podía faltar poner alguna piedra sobre los raíles para que la reventara. Pero no creáis que vale cualquier piedra, si es grande puede provocar un descarrilamiento. El maquinista controla este tema y lo he visto parar el convoy para quitarlas.

Y alguno, llegado a este punto, dirá: “¿Y esto qué tiene que ver con las bicis?”. Pues nada, pero me apetecía ponerlo. Y si os acercáis a Sóller, vengáis o no de fuera, puede que os apetezca montaros en el tren para conocerlo. Solamente hay una pega: no dejan transportar bicicletas, aunque si queréis rutear por allí podéis alquilarla sin problemas.


3 comentarios :

Anónimo dijo...

Muy instructivo, Jaume, yo tambien recuerdo desplazamientos con el tren desde Palma a Soller. Mi abuela vivia en Soller y nosotros en Palma.
Mi madre me metia en el tren (solo) con la supervision del revisor, y mi abuela me esperaba en la estacion de Soller, tendria de 3 a 4 años.
Recuerdo alguna parada DENTRO del tunel por falta de corriente, era tambien muy excitante, o el sacar la cabeza por la ventana, buscando el medio del tunel, donde se podia divisar la entrada y la salida del tunel, mirando a tras y a delante.
Y recuerdo el sabor del aceite acido, verde y fuerte, de los "Pa amb Oli" que me prepara mi abuela para merendar. De hecho, actualmente he vuelto a recordar, despues de probar de nuevo un aceite similar, se me despertaron todos los recuerdos de golpe.
Por cierto, no se si lo habras notado, pero tengo raices Sollericas. :-)

Jaume Kapax dijo...

¿Quién podía resistirse a comprobar que realmente el túnel era completamente recto sacando la cabeza por la ventanilla?
Porque es un lujo poder hacerlo en un tren.
Cinco minutos para admirar el subsuelo de la montaña.

Unknown dijo...

No lo habia leido antes Jaume, muy interesante y didactico tu relato. Precisamente ayer domingo estuve paseando por la zona y estuve en La Calobra gracias a Toni que me brindo sus servicios de transporte maritimo tanto a la ida como a la vuelta. La gente mayor de esta preciosa isla debe haber visto muchisimos cambiosdesde hace 50-60 años para aca, cuando arranco el turismo hasta la actualidad...saludos

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