Una de cal y siete de arena

Tal podría ser éste el resumen de la salida de ayer con una primera parte muy buena y la parte final para olvidar, con numerosos contratiempos mecánicos. Pero para ubicarnos correctamente y por cronología empezaremos por el principio.

El principio es el viernes, con la lista de correo que seguía muda en cuanto tema salidas de fin de semana se refiere, porque para la del jueves sí hubo tema. Ese día me vestí de bikero y salí pero fuera de horario. Entre que no había preparado nada y mirar el final de etapa del Tourmalet (total para qué?) se me pasó el tiempo. Aún así decidí tirar hacia donde habían ido ellos pero rodando, y eso significa cruzar Palma con lo que en condiciones normales no esperaba encontrarme con nadie. Pero sí me encontré con alguien, y fue justo donde tenían aparcados los coches, y el encuentro fue providencial. Charlamos un rato y yo volví por donde había venido; al final la salida quedó en paseo aunque mi intención no es que fuera hacer mucho más después de salir a deshoras.

Como decía, en estos casos de mutismo rutero, suelo tener un plan B preparado y esta semana tocaba volver a Esporles a ver algunas cosas nuevas, tanto a un lado como al otro de la carretera de Puigpunyent. Juan y Carlos iban a ser los elegidos para acompañarme en tamaña gesta, ya habían venido en los primeros intentos de hilvanar la Ruta 41 y sabían lo que les esperaba pero confiaba en el factor sorpresa. Así pues, después de efectuar algunos recados mañaneros nos dirigimos hacia Esporles.

Empezaríamos por el Gravet, que es por donde pasa el camino de subida principal de la ermita, el de Son Ferrà, el de cemento, en pocas palabras. Ya se sabe que cuando se sube por ahí hay que hacerlo entero, pues no lo hice pero casi, por metros no llegué al mirador, pero en general fue una subida bastante aceptable, a buen ritmo. Solamente en la ermita nos encontramos a alguien, senderistas con perros y senderista sin perro, éste último muy preocupado porque se le había escapado el suyo y llevaba un rato largo tras él. Lo dejamos con su búsqueda y nos fuimos a empezar la nuestra.

Llevaba en mi poder el croquis de la ruta, ahora solamente faltaba que coincidiera con la realidad y en los primeros momentos así fue por lo que encontramos lo que buscábamos enseguida, y más, por lo que se imponen nuevas exploraciones más adelante. Caminito sin muchas complicaciones aunque mientras bajábamos nos dimos cuenta de que ya nos habíamos desviado y entrado en el principal otra vez, se nos pasó un desvío pero no fuimos a buscarlo (mal hecho). Llegamos cerca del enlace del Cristo y buscamos el siguiente tramo, la verdad es que una vez parados y sabiendo dónde mirar se ve, lo que no se aprecia es lo que te vas a encontrar, un precioso camino de bajada que salva un desnivel importante a base de giros muy bien construidos y pasables con un poco de maña. Sitio precioso, estamos sobre la vertical de La Granja, refrescándonos y comentando la jugada, ha valido la pena la salida y aún podría ser mejor si consiguiéramos enlazar con la bajada de enfrente pero antes habría que salir del bosque por lo que nos lanzamos sendero abajo hasta el portillo y en campo abierto nos liamos porque bajamos en dirección a las casas, más bien unas nuevas que hay junto a las antiguas con un nuevo acceso desde la carretera con una barrera enorme que tuvimos que sortear. Después me fijé que desde el aparcamiento se puede acceder pero también tiene barrera. La salida natural creo que sería por la carretera un poco más abajo donde no hay barrera o sin descender tirar hacia la Font de sa Turbina y desde ahí a la Font de Son Tríes.

Nosotros nos fuimos a buscar el Camí des Correu y decidimos merendar algo en la entrada del bosque, al final de la subida empedrada, pero ahí empezaron las penurias. Antes de llegar a la barrera Carlos abrió la cadena dos veces y en la rampa de después, otra. Los ánimos eran altos pero el tiempo se nos echaba encima, además no veíamos la causa que provocaba ese contratiempo. El cambio no tenía holguras y parecía bien ajustado y los dientes de los platos y piñones no estaban torcidos. Lo único que vi es que el eslabón cambiado quedaba agarrotado, no sé si eso bastaría para engancharse y abrirse otra vez. Después de forzarlo un poco para coger juego seguimos un poco hacia arriba y decidimos ya volver dado que lo que hubiera podido hacer yo solo hubiera sido lo mismo que hice la otra vez por lo que lo dejamos para otro día mientras Carlos estudiaba un poco las regulaciones de su horquilla y parecía que por fin las iba a usar.

Volvimos al pueblo por el Camí des Correu no sin antes tener que cambiar una de mis cámaras, la delantera, ya que en una de las hileras de piedras que han quedado ahora al descubierto desde que le han quitado un poco de tierra de encima pasé entre dos de ellas en forma de V y mordí la cámara. Eso es por llevar flancos finos. Sin más contratiempos, aunque con algún sustillo en los escalones finales, hasta el pueblo donde, mira que casualidad, encontramos al senderista del perro desaparecido que nos ha contado que al final lo ha encontrado bajando hacia casa pero que alguien más lo ha hecho porque le habían robado el collar, hay que joderse!.

Pues eso, que ha habido de todo, cosas muy buenas y otras no tanto, aunque estas últimas de rango menor y fácilmente solucionables, no ha habido que lamentar daños personales aunque la ruta no fuera de especial dificultad, pero no hay que fiarse que aún así alguno ha estado retirado durante una buena temporada participando en alguna de estas rutas relativamente sencillas. Nunca se sabe dónde va a estar el revolcón traidor que te retire unas cuantas semanas de la circulación.