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Estamos en verano y hace calor, el sudor te pega las camisetas a la espalda y el agua de la mochila se calienta rápido pero son nimiedades comparadas con las alegrías que nos proporciona una simple actividad física. Pero no es solamente eso, se trata de una serie de acontecimientos que producen una cadena de causa-efecto que se cierran en una especie de círculo de donde no queremos salir. Estamos enganchados y buscamos esa droga siempre que podemos. Y el sábado pasado era un muy buen día para un buen chute. Cuando Tomeu me comentó por encima las previsiones me vino a la cabeza el Coll des Romaní, y no me equivoqué.

Íbamos a ser un grupito pequeño, no más de siete, los que nos dirigimos a Caimari desde Lloseta (todo asfalto) para empezar a subir por el PR M-4 en dirección a Lluc. Tras la fase de calentamiento por la carretera podríamos decir que fue una subida tranquila, con Pepe y Torito por delante a su ritmo, mientras los demás nos lo tomábamos con más tranquilidad. Nos reagrupamos en la barrera del desvío de la Coveta Negra y en eso que aparece Xisco que no había tenido suficiente con la nocturna del Xaragall unas horas antes. El único bikero me lo encontré en este tramo y me hizo un comentario sobre el estado de la pista que entendí que iría a peor pero fue todo lo contrario. Tampoco era el primero que me comentaba estos hechos pero a mí me pareció muy asequible, mientras no te metas dentro del surco, está claro. Cierto que ha quedado destrozada, en roca viva podría decirse, pero si pillas bien la trazada no vas a tener problemas. Igual que en el cemento, esa parte lisa no es la problemática, es el tramo de tierra que, aunque más corto, aún se mantiene entre los dos tramos cementados.

Todo ese tramo, más la Llonganissa hasta el Coll de sa Batalla, donde estaban Pepe y Torito esperándonos, lo subí solo. Al ir llegando los demás comentan que Carlos ha partido la cadena y me quedo esperándolo mientras se adelantan para coger mesa para la merienda, después de arreglar el primer pinchazo, eso sí, de pincho. Tarda un poco más de la cuenta porque se ha ido por peteneras en lugar de venir directo hasta la gasolinera, a saber lo que le habrá pasado por la cabeza. La verdad, no sé si es que estaba distraído en la mesa o es que no me pareció gran cosa lo que nos sirvieron aunque tampoco se cuántas raciones se pidieron. Sea como sea aún sobró algo.

Yo no llevaba la bolsa de agua llena ya que en un principio la ruta debía empezar en Tossals y allí podría rellenar por lo que bajamos hasta Lluc y yo me acerqué a la Font Cuberta mientras ellos me esperaban en la barrera que hay en la curva anterior. Esa pista no ha había cogido nunca y está infestada de cardos, algunos ya muy secos por lo que iba esquivándolos. Quién no esquivó la rama fue Torito que se la metió de lleno en la cadena, resultado: cambio doblado. Tras varios meneos se consigue dejar medio decente y puede partir pero los demás nos quedamos otra vez parados, Carlos se queja del cambio y al comprobarlo dice que le faltan piezas. En la bolsa-taller que lleva a la espalda encuentra un tornillo con rosca y a falta de una arandela buena es una patilla de recambio (lástima no haberle hecho una foto al invento, se lo merecía), hasta Fibras queda impresionado. Al arrancar yo deduzco que he pinchado y entre que Carlos rememora la debacle del sábado pasado y yo que echo chispas les decimos a los demás que sigan porque seguramente deberemos volver atrás sea por uno o por otro motivo. Dado que hemos venido en el mismo coche y yo, en caso de quedarme a la ruta, no quería volver a las tantas, decidimos pues continuar a nuestro ritmo hasta donde sea posible.

Cambio la cámara, saco el pincho y Carlos ajusta lo mejor que puede el cambio y como todo parece que ha vuelto a la normalidad seguimos ruta ya que en un caso extremo de necesidad siempre tendríamos la carretera cerca. Subimos por el GR y ahí fue nuestro error ya que ellos prosiguieron hacia Son Macip, faldeando la ladera de la montaña hasta llegar a Escorca, mientras nosotros lo hacíamos pero por la margen izquierda de la carretera. Nos metimos por una entrada con una barrera cerrada, cerca de una casa, que sorteamos y empezamos a subir por una pista con una serie de curiosos mojones. Lo malo es que en cada cruce me iba por el sitio equivocado y eso nos retrasó aún más. Subimos bastante pero no llegamos al final, porque esa pista sí tiene final, con lo que me quedé con la duda en ese momento.

Solamente nos quedaba volver y lo hicimos por carretera hasta el Coll de sa Batalla. La premura de tiempo no nos impidió pararnos un rato en el bar de la gasolinera (creo que debe ser la primera vez que nos paramos dos veces en un bar durante una ruta) para tomar una coca y de paso aproveché para comerme el bocadillo que aún llevaba en la mochila. La bajada fue por el mismo recorrido de la subida excepto el tramo de sa Costa Llarga que solemos evitar de subida por su excesiva dificultad.

El resto de grupo tuvo su dosis de exploración y aún con dudas y pequeños extravíos consiguieron su objetivo pero solamente es cuestión de tiempo que pueda recorrer ese itinerario, en un sentido o en otro.