El paseíllo

Hoy no me costado nada encontrar el título, de hecho es lo primero que he decidido, mucho antes que la ruta. La ruta, el gran dilema semanal, el quid de la cuestión, el porqué de nuestro deporte, a finales de semana y todavía sin decidir. En un principio había que ir a Sóller a probar unos caminos pero cambios de última hora han pospuesto esa salida de aquí a dos semanas, así que me quedé compuesto y sin novio pero como tampoco me apetecía liarme mucho opté por dejarlo como estaba e improvisar un poco. De hecho puse el despertador a una temprana hora pero entre el apagado del mismo y el levantado de la cama ha transcurrido hora y media, que le vamos a hacer. Ahora sí que no encontraría a nadie y si sucedía sería puñetera casualidad, entonces me lo tomé con calma y tras preparar algunas viandas y llenar la cantimplora de agua me decidí a tirar hacia el cuartel militar por el carril bici.

Los primeros bikeros que me encuentro es en el torrente, los segundos un poco más adelante, en la carretera. Sebas se adelanta a saludarme y a continuación el resto, Miki, Toni P., Chincheta, Aure y algunos más (que no se me ofenda nadie, me acuerdo de todos). Estos ya regresaban y ninguno se había quedado con ganas de más, al menos con las suficientes para volver a subir y acompañarme. Los que sí me han acompañado en el ascenso han sido ciclistas de carretera y moteros, tanto en un sentido como en otro.

A estas alturas yo ya había decidido que bajaría hacia el coll des Tords para buscar alguna pista que permita saltarte la carretera de vuelta a Palma. Para ello me desvío a la derecha a media bajada y entro en una pista forestal por la que circulo en un tramo casi plano, como también casi lo es la continuación en forma de sendero. Este enlaza con un camino de carro, más bien pista, con dos posibilidades, yo elijo enfrente y hacia abajo, después derecha aunque el camino da un giro de ciento ochenta grados y vuelve hacia la posición primera, con lo que da igual la opción que hayamos elegido.

En realidad vamos circulando por la pista que se encuentra por debajo de una de las líneas de alta tensión que provienen de la estación cercana, en un principio muy cerca de la carretera, después se encabrita un poco hacia arriba pero llego a un final inesperado, con final de pista incluido, y donde lo escarpado del terreno impide la continuación. Ya había estado allí pero cuando vuelvo a la zona siempre repito la equivocación.

Rectifico mi error volviendo al cruce tomando la otra opción, ahora vamos más cerca de la carretera, hasta en algún tramo voy sin camino pero sin dejar de rodar y no tardo en encontrar otra pista que desemboca en la carretera con un desvío que vuelve atrás que sigo hasta un punto por donde ya había pasado, tomo nota y regreso. Finalmente no me queda más remedio que pisar el asfalto aunque más cerca del comienzo de la interminable de lo que pensaba. No ha ido mal del todo. Mi plan no es subir, más bien es atravesar la franja de bosque entre las dos carreteras aunque no sé muy bien por donde, por eso voy despacio intentando vislumbrar algún indicio entre los árboles que me pueda ayudar. Encuentro una primera barrera y me meto por ahí bajando por una pista pero pronto acabo en los sembrados y mientras los atravieso me doy cuenta de que tengo la carretera justo al lado, de hecho no hay ni rejilla y puedo acceder a ella sin dificultad. Ese tramo no me sirve.

Sigo un poco más y encuentro otra entrada enfrente de una salida, parece el mismo camino y ni siquiera hay barrera, solo un cable, una invitación en toda regla. Mientras estoy allí cavilando la estrategia alguien me llama, es un ciclista de carretera que se ha parado y debo hacer un gran esfuerzo para reconocerlo ya que mi consciente se negaba en rotundo a aceptar esa posibilidad, es Toni Estarellas, quién te ha visto y quién te ve, del DH al duatlón y sale a entrenar a las diez de la mañana, como los señores.

Tras la despedida yo sigo con lo mío y me meto en ese camino. Lo primero que me encuentro es un estercolero y lo segundo una barrera , que aunque es franqueable no me inspira confianza y regreso hasta la carretera pero una vez allí veo algo que me hace cambiar de opinión radicalmente, sé que estoy en el buen camino y vuelvo a repetir el trayecto. Esta vez paso la barrera y sigo adelante aunque pronto la cosa se complica y a pesar de encontrar más evidencias pierdo y encuentro el trazado varias veces hasta que llega un momento en que es ya evidente que ha desaparecido, y éso es lo que me extraña ya que debería ser visible. El cerramiento de unas casas cercanas y sus jardines me impide acceder más allá y debo volver atrás sin conseguir atravesar la propiedad de una manera cómoda y montado.

Decido ir a fisgar por el otro lado, busco un puente, lo encuentro y también unas altas barreras que me impiden pasar, la duda que tengo es por qué margen del torrente discurría el camino antiguo, si fuera por el izquierdo probablemente lo atravesaría por la entrada de Son Burguet pero es algo que habría que confirmar. El puente (en teoría) y esa entrada son los únicos pasos practicables que veo sobre el torrente y además todo ese recorrido está vallado de nuevo impidiendo el acceso a la carretera. Yo no voy a llegar a Puigpunyent, voy a subir a Son Roca, es una subida que tengo pendiente desde siempre y que lo único que me demostrará es en qué estado de forma estoy, aunque no la necesito para saberlo, penoso. La hago de una tirada ya que es muy cómoda, tan solo algunos tramos un poco rotos, y diría que a plato mediano y a buen ritmo en un estado de forma aceptable, pero como ya intuía la hago a plato pequeño para gastar lo mínimo, y reservando algún piñón, eso sí.

Procuro meterme en el desvío adecuado en la bajada y llegar abajo de una forma más divertida que el monótono asfalto, del que no me libraré hasta llegar a mi casa a las tantas.