Algo pasa con Tomi

Con Tomi y con algunos más, lo del sábado no puede ser normal pero lo real es que empieza a ser una costumbre y ahí es donde se adivina un punto de inflexión, quizás irreversible. Cuando impera por doquier el más puro hedonismo nuestra actividad lúdica se concreta en satisfacer unos objetivos puramente mecánicos u horarios, sortear con éxito un tramo complicado o recorrer otros en el menor tiempo posible son solo ejemplos que podrían citarse. La recompensa final no puede faltar tras la ejecución de tales proezas.

No puedo negar que tiene ciertas ventajas, algunas de las cuales me gustaría disfrutar, pero no es por lo que me veo impelido a montarme en la bici los sábados. Tal vez por eso el viernes ni sabía donde iría, después de dos salidas en quince días por la Fita del Ram aún quedaban flecos por aclarar y me tentaba resolverlos y más cuando Juan no puso muchas pegas al plan pese a haber venido las dos veces, pero cuando Pepefz me preguntó por mis planes estos inmediatamente se torcieron y el punto de mira se me fue para otro lado y pasé de contemplar la Fita con hambre de revancha a fijarme en el Teix con ánimo de curiosidad (lo siento, Juan, fue idea mía), cosa que a Pepe le pareció perfecta más que nada, creo yo, porque únicamente se tendría que limitar a esperar que pasáramos por delante de su casa para montarse en la bici.

El resto de grupo también iba al Teix a por la bajada mantecosa de los Cingles pero nuestros objetivos no iban por ahí. La verdad es que no se sabía muy bien por donde iban ya que el plan era muy vago, de primero, el camí de Passatemps para enganchar hacia Raixa, Raixeta, Pastoritx y Mola adyacente, después ya se vería. Nos vimos cinco en el aparcamiento del metro en Son Sardina con la única incorporación de Torito al grupo inicial que acudió a la cita no sin antes tener que soportar improperios varios del resto de compañeros que no voy a reproducir aquí para su tranquilidad. Pero no le sirvió de mucho cambiar la ruta ya que no hacía ni diez minutos que habíamos salido cuando el cuadro de su bici literalmente se partió por la mitad por el tubo del sillín, y necesitaba la bici para el domingo sin falta!!!, ni que decir que salió pitando hacia la tienda, suerte tuvo de haber sido tan temprano.

Al llegar a las casas nos alcanzan los Cap Amunt con Mar integrada, esta vez los Sancho van cada uno por su lado y solamente nos acompañan hasta la rotonda de Santa María, ellos van a Bunyola. Nosotros sorteamos la carretera por el bosquecillo de Caubet y ya en Raixa circulamos por los caminos de la finca anexa, según Pepe caminos antiguos que a día de hoy no llevan a ningún lado y utilizados solamente por algunos despistados.

Hacemos la parte de subida hasta la carretera de Pastoritx y no acabo de coger un punto adecuado, voy muy pesado de piernas, y lo que queda no es plano precisamente pero tampoco es cuestión de quejarme, recordad que la idea de ir fue mía. Vamos en modo silencio durante la subida a la nueva casa de Pastoritx pero no vemos claro qué pista debemos tomar para dirigirnos hacia la mola por lo que vamos subiendo hasta llegar a la barrera y vuelta a bajar, salimos por un lateral pero vamos más hacia abajo que hacia arriba y prácticamente estábamos abajo cuando pillamos la pista correcta. Estamos muy a la vista y la entrada del bosque queda lejos, yo no había vuelto a subir por allí desde que cerraron la barrera de entrada, antes sí pasaba por allí y sin ningún problema empezaba a subir desde el safareig. Tuvimos suerte, creo que cualquier otro sábado hubiéramos sido interceptados.

La pista está rota, mucha piedra suelta impera por doquier y la trazada limpia es una simple línea dibujada en el suelo, esto quiere decir que entre una cosa y otra hubo que patear aunque me siguió pareciendo corta. Llegamos arriba y en lo profundo del bosque, junto a la caseta, comimos algo. Los números de la ruta eran penosos, la velocidad media debía ser de risa, y como Pepe ya había insinuado algunas opciones para seguir las valoramos aunque fueran en sentido opuesto de las mías.

Decidimos bajar a Valldemossa y yo no tenía ni idea de por dónde porque no me acordaba de ese camino, solo recordaba que iba en dirección a sa Coma, por tanto no era el que haríamos ahora. Continuamos por un ancho camino de carro que me hizo sacar los colores, pones un desarrollo y dices, ya se acaba, pero no, no se acaba, aquello no es una cresta, es una mola, y dura y dura y dura. Pero cuando acabamos de subir me dí cuenta de que ya había estado allí, lo que no me acordaba era cuándo, y no debimos encontrar paso porque volvimos atrás pero ahora ya han pasado los años y la bajada es conocida, menos por mí ya que no había vuelto al lugar.

No lo parece pero toca seguir subiendo por una pendiente sin camino hasta un paso entre rocas tras las cuales se inicia una bajada larga y preciosa que aunque sin pasos técnicos que reseñar se complica por la pendiente y lo lisa que es lo que obliga a negociar las curvas con anticipación y seguridad. Al llegar al pinar estamos prácticamente encima de la Font de Son Verí, o lo que queda de ella, y de allí a la salida de la finca hay un suspiro. No voy a dejar pasar la oportunidad de bajar por el camino antiguo hasta el pueblo y como Pepe lo conoce no tengo que ir fisgando en las barreras hasta encontrarlo. Es otro mundo, húmedo y selvático, lo que te encuentras allí, parece que no cuadra con el entorno, tan cerca de la carretera y aprovechamos para quedarnos con todos los detalles.

Llegamos al asfalto y solamente tenemos que cruzarlo para entrar en el pueblo por el antiguo acceso. Y empinado del copón, pero tampoco es cuestión de quedar mal ante el numeroso público que iba arriba y abajo inspeccionando cada rincón. Nosotros también nos contagiamos un poco y paramos a visitar algunos rincones típicos. Tras un fracasado intento de ascender por un callejón donde los vecinos nos advierten de nuestro error acabamos subiendo hasta la carretera por la calle adecuada ahora sí repleta de turistas fisgones.

¿Y si vamos a ver el Camí de s'Escolta? espeto en un momento de debilidad del personal, parados en el cruce esperando no se sabe muy bien qué. Suenan campanillas, para algunos de curiosidad, para otros de alerta, ¿hay que subir mucho? pregunta Juan. Ná, a peu pla, le suelto, pero en el fondo no se acaba de fiar, de estas voladas sabe que puede salir cualquier cosa y como ya debemos haber llegado a los veinte kilómetros de ruta me empiezo a encontrar mejor y la cabeza ya me va por delante de las piernas. Decide continuar un poco más a ver qué pasa.

Cerca de la gasolinera consultamos el GPS, una vez entramos por esa barrera pero el camino que hicimos no iba por el filo del acantilado y además tuvimos que saltar una cerca para salir de la finca con lo que decidimos continuar. Juan ya solo ve la subida que tiene enfrente y urde una retirada, nosotros dejamos en evidencia a una pandilla de globeros de ruta que van hacia Sóller y arriba inspeccionamos el lugar en busca de una entrada digna al camino, cerca del restaurante no la veo pero Pepe cree encontrarla en una barrera un poco más abajo, dice que ve el camino un poco más allá, y al parecer hay uno pero al ser una zona cultivada puede haber sufrido variaciones.

Lo cierto es que nos lleva hacia la costa y también directos a la parte trasera del restaurante con lo que debemos descender a la brava hasta la explanada de una casa en construcción aunque antes haya que saltar una rejilla medio tirada ya. El primer mirador está justo delante de la casa, el camino sube hasta él pero sin ninguna posibilidad de paso una vez que la vivienda esté habitada. Empezamos bien!. Las vistas desde arriba son impresionantes y a buen seguro que no querrá compartirlas, irán de añadido en las escrituras de la propiedad.

Desde allí vemos el siguiente mirador pero al descender de éste vemos un hito que nos lleva a bajar por un desnivel y seguir un claro camino que toma dirección contraria a la requerida y aún así lo seguimos y comprobamos que no cambia de sentido. Llegamos a una escombrera, al parecer algunos se dedican a tirar toda clase de trastos desde el mirador y justo van a parar sobre el camino, botes de pintura, trozos de pladur, chapas de uralita, hay un poco de todo. Convencidos de nuestro error debemos desandar el camino hasta la casa otra vez y meternos por el carrizal hasta encontrar la otra pared con un portillo tapiado y una rejilla que no acompaña al optimismo, pero somos tres y entre todos vamos pasando bicis y ciclistas al otro lado.

Desde arriba vemos muy cerca una casa con la madona y el perro dando vueltas por allí. Nos ha visto y se acercan los dos, Tomi (el perro) nos ladra, no nos hace amigo pero tampoco se opone con mucha insistencia mientras la mujer (extranjera pero en un perfecto castellano) nos interroga sobre nuestras intenciones. Bli, bli, bli, bla, bla, bla, vamos sosteniendo educadamente un diálogo de besugos hasta que nos da permiso para salir de SU finca. Tomi nos huele por última vez y también se despide de nosotros, quizás no sea tan simpático la próxima vez ahora que nos tiene fichados.

Ésto que cuento a modo de cachondeo puede ser muy diferente según quién sea que se acerque por allí ya que si vienes en sentido contrario no hay ninguna señal que te advierta de ese peligro potencial, ¿y porqué debería haberla habida cuenta de que estás circulando por un camino público? Me imagino que a un padre no le haría mucha gracia ver correr a ese animal hacia su hijo o hacia él mismo, no es el típico chucho callejero que vienen hacia ti meneando la colita. Vamos recorriendo camino y miradores y vamos de sorpresa en sorpresa, el camino está impoluto, sorprendentemente impoluto; los miradores, impecables, hasta hay algunos elementos externos que me gustaría saber cómo los han llevado hasta allí; no hay nada que te moleste el paso y además hay varios itinerarios marcados simplemente cortando matas y pintando el trozo de tronco que han dejado de un color u otro, la verdad es que en ese tramo se nos fue la prisa y disfrutamos del sitio y del momento.

Al llegar a una pared encontramos un cruce, rojo hacia la carretera, amarillo hacia las casas de Son Mas (no fuimos, lo supongo), tomamos la línea roja y encontramos un poco después algo de lo que sí había leído pero que no me acordé en ese momento, el Portalet. Tiene su historia, y muy curiosa, ese elemento, no se nos hubiera ocurrido imaginarnos algo así. La única pega que encontramos fue que ese tramo es el peor acondicionado, tampoco es que pudiera bajarse en bicicleta si estuviera limpio pero al menos ayudaría a pasar más dignamente. Da a la carretera casi en lo alto y ya solo nos queda la vuelta a casa, la salida globera e improvisada ha llegado a su fin pero aún queda rematarla, una última puntilla, vamos a bajar por el sendero de atrás de la Cartoixa que aún no lo había catado de bajada y como Pepe iba delante se pasó el desvío a la mitad y salimos aún un poco más arriba de la calle por un tramo mucho más plano y perfecto para subir sin tener que poner pies. Después nos fuimos hacia Son Sauvat por la depuradora y salimos al Estret con lo que únicamente nos quedaba asfalto al menos hasta llegar a Son Termens, allí nos despedimos de Sancho y nosotros tomamos hacia Son Sardina directos.

Pues sí, la ruta globera nos salió redonda ayer.

Nota: Esta es la crónica de la salida del sábado pasado, la tenía escrita pero se me ha ido el santo al cielo y no la he publicado, estuve entretenido en el otro blog.


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