Bona ruta per Bonany

Dije que no haría crónica la semana pasada pero lo que quería ser la intro se quedó como definitiva ya que me alargué un poco más de la cuenta en los detalles, es lo que tiene cuando uno está inspirado, que fluyen las palabras, el tecleo se hace más vivo y al final sale algo presentable… o no?.

Entonces me toca ahora redactar la crónica de verdad, la del sábado siguiente, la de la ruta buena, la que nos enseñaron por Vilafranca, porque cuando de lo que se trata es de recorrer una ruta en condiciones no se puede ir al tuntún, a ver lo que sale, hay que ir a tiro fijo apuntando bien desde el principio, y bajo esa premisa estoy, y para ello cuento con la inestimable ayuda de Alfonso, sí, el responsable del nuevo canal de videos con los que podemos tener un buen recuerdo de nuestras salidas, ya que sin su colaboración lo tendría más difícil asistir.

Reunidos, presentados, saludados y pertrechados todos los asistentes nos disponemos a seguir al guía que es el único que sabe por donde tirar, todos los demás vamos a remolque y la labor se le multiplica ya que debes controlar en qué momentos es más conveniente estar delante o estar detrás, circular con el grupo no es una opción y en estos terrenos quizás no valga solo con avisar de que te pares en los cruces. La ruta es un apaño continuo, tanto vas por caminos asfaltados como no asfaltados y sin darte cuenta de pronto pedaleas por un sendero por el interior del bosque que aparece de repente detrás de una casa, como te encuentras rodeando una parcela arada como única opción para enlazar itinerarios más definidos, el tema es tener la paciencia y las ganas para enlazar todos los elementos de una manera digna y divertida a la vez, y por los comentarios vertidos se logró con nota.

Llegamos a las inmediaciones de Porreres sin enterarnos y giramos para emprender vuelta al principio, esta vez cruzamos la carretera principal por debajo para ir a empalmar con la que se dirige a Sant Joan donde antes de llegar hicimos una parada inesperada dada la fruición de algunos compañeros por probar los frutos que ofrece el campo, sean moras, higos, tomátigues de ramallet o lo que se tercie, haciendo bueno el refrán de a buen hambre no hay pan duro, yo justamente no tuve que pasar por ese trance, ese día había llevado un mini bocadillo y unas cuantas galletas, así que estaba servido.

Tampoco llegamos a Sant Joan, no era la intención cruzar los pueblos, por lo que fuimos orientando la vista y el pedaleo hacia el objetivo, la ermita de Bonany, y tras recorrer unos metros de la carretera que se dirige a Petra efectuamos un giro de 90 grados para encarar el camí de l’Infern en todo su esplendor. No sé si el topónimo se refiere a la empinada cuesta que se te presenta por delante o que hay alguna posesión del mismo nombre, lo cierto es que se repite con cierta asiduidad por el territorio insular, sea como sea hubo que apretarse los machos para subir aquello, y solo es el principio de lo que te espera ya que al llegar a la carretera vislumbras el siguiente tramo del camino viejo que tira recto para arriba sin remisión en una rampa que parece no querer terminar nunca, menos mal del falso llano que le sigue y donde puedes volver a abrir los ojos y comprobar que sigues en este mundo, queda algún tramo más y el de los escalones que dejé para otra ocasión aunque algunos que subieron un poco más alegres después fueron a pelearse con él.

Tras el descanso y la visita (exterior) al recinto emprendimos el regreso por el sendero que recorre la parte superior de la montaña y ya justo al salir me di cuenta de que no iba recto, se me iba de delante y vi que había perdido aire, los demás ya se habían separado y me tuve que parar a hinchar pero con la casi convicción de que tendría que cambiar la cámara más pronto que tarde y aunque algunos se pararon a esperarme solo pude rodar durante un corto tramo y al final no me quedó más remedio que cambiarla para poder continuar y poder saborear lo que me quedaba de bajada en una zona rápida.

Al llegar abajo estábamos ya muy cerca del pueblo y del final de esta crónica que como suele ser habitual acabó con un tentempié en una terraza cercana donde algunos quisieron alargarla con algo más de consistencia pero eso forma parte de otra historia, la mía termina justo aquí.


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