Una bici, un bikero

Con toda la peña bikera distribuida por doquier con rutas establecidas y yo in albis, con el culo al aire, en la inopia, en la luna, en blanco, o como lo queráis expresar. Lo cierto es que era viernes por la tarde y lo único que sabía es donde no quería ir, y claro, al ir descartando tantas posibilidades menos compañeros disponibles iban quedando; pero alguno quedaba, con los pies bien calientes en alguna mesa-camilla o presto a salir de parranda nocturna o tal vez ultimando la lista de la compra para el día siguiente en el hiper de turno; a todos esos convoqué, pero por hache o por be ninguno contestó al requerimiento y al final me he ido solo. No es que me importe especialmente pero es que casi lo necesitaba, una salida como muchas de las de antes en las que cambia el tipo de emoción que se persigue, donde se valora más el silencio que la conversación y se saborea el camino de cabo a rabo, sin preocuparte de los que van por delante o por detrás, de quién pincha y quién no y donde puedo cambiar de ruta las veces que me plazca sin tener que apelar al falso orgullo malentendido o a la crítica chabacana.

Hace semanas alguien comentó que quería hacer una ruta “con fundamento” y a esas siempre me apunto aunque por experiencia sé que el tiro tiene que ser directo, querer contentar a todo un grupo reduce las posibilidades de éxito, como finalmente ocurrió, y no una vez sino varias, aunque en una de ellas tuve yo algo de culpa, no fue premeditado pero sí inexcusable. Aparte de los motivos personales de quién me invitó a esa salida yo tenía ganas de volver a sa Cova para recorrer in situ unos senderos costeros y valorar su idoneidad para modificar o no la R42.

Y ayer, como quién no quiere la cosa y sin tenerlo tampoco nada claro desde el principio, me decidí a ir. Tenía otro tema pendiente en otro lado el cual habíamos comentado entre otros compañeros pero me apetecía más tirar hacia la costa y hacia Esporles que me dirijo. Doy algún rodeo por los campillos del Secar de la Real tomados por los cazadores y tras acercarme hasta Bunyolí vuelvo por asfalto hacia Sarrià donde descarto la subida a Son Malferit y tiro por el camí del Delme hacia el Muntant y Esporles, donde debía llegar por la concurrida trialera (mejor sendero) de siempre pero por allí cerca veo algo y me meto, tiene buena pinta pero tira hacia arriba y cuanto más arriba me voy más convencido estoy de que llegaré a empalmar con la pista superior, pero ahí me equivoco y aunque estoy seguro de que estoy a muy pocos metros de algún lugar conocido cerca de les Quintanes, el ir cuesta arriba y sin camino hace que desista, mejor otro día desde arriba. Me toca ir hacia abajo porque aunque hace ya un rato que el camino de carro se ha desvaído el sendero sigue teniendo presencia y después de una corta bajada con algún pase interesante me doy de bruces en el mismo punto por donde he empezado. Perfecto, este tramo, que puede bajarse directamente por el sendero o mucho más largo y rápido por el camino de carro me va a venir de perlas para modificar uno de los tramos de la R18 aunque solo sea para poder decir que le he quitado doscientos metros de asfalto.

Estoy ya en Esporles, que cruzo sin parar y continuo por el camí de Pescadors hacia la carretera donde hago la primera parada técnica para repostaje tanto sólido como líquido al menos para mantener el tono y decido continuar por asfalto hasta arriba y obviar la opción lógica y ya conocida de los tramos de Cas Barberet y Son Dameto ya que quiero tener tiempo suficiente en los no conocidos de la costa. Hago bien, la subida al coll d'en Claret es suave y solitaria, tan solo dos ciclistas y un coche se cruzan en mi camino hasta llegar a la entrada de George Sand, y esta vez sí voy a subir al Puig de sa Moneda. La sorpresa es que se puede subir al mirador montado ya que el camino es una rampa y no tiene escalones, y éso hago.

Toca descansar y tomar el segundo tentempié pero el viento me lo quiere poner difícil ya que se desata una racha huracanada y vuelan pañuelos y casco minarete abajo. Tomo unas fotos desde arriba del todo (después veré si con la calidad suficiente para publicarlas) y vuelvo sobre mis pasos aunque encuentro dos pasajes de escaleras por las que me tiro, sin mucha convicción, todo hay que decirlo, y cruzo hasta un vial cerca de la barrera del camí de s'hort de sa Cova. Mi objetivo está ahí abajo, muy abajo, y me pertrecho para afrontar esa larga bajada con alguna garantía, desde luego mucho más confiado tras haber cambiado la cubierta trasera que tan mal sabor de boca me dejó en Calvià la semana pasada por una seminueva que me dió Fibras (gra6), demasiado sencilla para el uso que le da a su bici pero que a mí me vendrá de perlas, al menos hasta que conserve un mínimo de goma.

No tengo ningún problema en llegar a orilla del mar donde estuve tentado de darme un chapuzón, el día era claro y cálido y tampoco había excesivo temporal aunque imaginarme la temperatura del agua hizo que la idea no pasara de un simple desvarío y aún así me costó marcharme de allí. Lo hice bordeando el torrente siguiendo un marcado sendero en el interior del bosque que acaba en un botador ya muy cerca de una casa la cual recordaba yo mucho más lejos. La rodeé y en el otro botador no me dirigí a la costa sino que tomé hacia la izquierda pasando por una explanada con una casa moderna sin signos de vida en el interior y desembocando en la salida digamos clásica hacia el port des Canonge, la que sube desde el mar entre la pared y la rejilla y pasando por el jardín de la otra casa para salir al vial asfaltado por al lado de la puerta metálica.

Otra parada técnica en uno de los bancos mientras los integrantes del grupo de los bicibocatas busca el chiringuito que pueda satisfacer sus ansias gastronómicas. Creo que son solamente cuatro o cinco pero mientras yo satisfago las mías con mis propias existencias siguen pasando otros, a cual más perjudicado, al final se juntaron más de una docena.

Yo, que tenía pensado subir por asfalto, cambio de opinión y decido continuar hasta Banyalbufar pero el día ha cambiado, la temperatura ha subido bastante y me sobra ropa, y aligerado de la chaqueta subo ya más relajado. Al cruzar la última barrera me acuerdo de haber visto que es posible bajar hasta la cala desde allí, no lo conozco pero no debe ser muy difícil de encontrar y efectivamente no lo es, entre los árboles me parece ver un claro y un hito y desde allí parte un divertido sendero que se dirige hacia abajo pero en sentido contrario por lo que deduzco que voy mal. Vuelvo arriba y veo un camino que viene desde una caseta y continúa hacia abajo, ése es el mío; es un camino de carro bastante perjudicado pero que lo hace a su vez muy divertido hasta que en una curva adivino una salida mientras que el camino continúa ya en peores condiciones, muy sucio de vegetación. Salgo por el desvío, el sendero es visible pero muy difícil de circular por la pendiente y los restos de ramas y troncos atravesados, se impone un pase de limpieza urgente. La civilización de cada está más cerca y accedo a ella por un escalón de cuidado y sin embargo, señalado.

No he llegado al mar, es imposible hacerlo montado para la mayoría de los mortales pero el pueblo está bastante arriba y me toca subir una cuesta importante pero no imposible. Que sean la una y media al sentarme en el banco me dice poco, estoy en Banyalbufar y debo volver a Palma por lo que me toca decidir por dónde mientras muerdo algunas barritas que aún me quedaban en la mochila. Nunca he subido por el camí des Correu desde ahí y ¿qué me impedía hacerlo en ese momento? nada, y a éso me ceñí, y no me arrepentí en absoluto aunque las cuestas se las traen, pero son finitas, solamente se trata de no dejar de pedalear y podrás con ellas, son de asfalto, son lisas, no tienen otro secreto. Otra cosa muy diferente es el tramo ya montañero del camino y por ahí no me metí, preferí la cómoda pista por la que hacía años que no rodaba.

Como no íba tan mal de tiempo preferí volver por Son Malferit que por carretera, por éso hice el último tramo del camí des Correu para desviarme al safareig de Bellavista por la pared (opción descartada) y Son Tríes por donde subí a la fuente y de paso llenar la mochila de agua. Solamente me quedaba un tramo de carretera hasta coronar y la vuelta por campo hasta Sarrià donde ya eres absorbido por la civilización y sus consecuencias.

Esta ruta sí me pareció interesante, fácil de dificultad pero atractiva para cierta clase de bikeros, ahora sólo falta adornarla con algunas guindas y someterla a la crítica antes de publicarla definitivamente, pero antes de dar ese paso hay que sacar a la luz las dos últimas, que yo quería que fuera este año y no sé si va a poder ser, lo voy a intentar al menos con una de ellas a ver si es posible.