La única

Empezamos diciembre como tiene que ser, participando en una salida de grupo convenida de antemano y no de aquellas que te las encuentras de casualidad, ésta está preparada y solo faltan los participantes que la hagan realidad, por eso nos concentramos en el aparcamiento de Esporles los que tenían intención de compartir esa mañana de sábado en compañía. Vamos llegando escalonadamente a sitio, Sito y yo de los primeros por aquello de preparar la intro de los videos; Papito, Alejandro, Arnaud y Xisco, de la zona este, aunque éste se tuvo que volver, se le olvidó el calzado; más Dani, el preparador de eventos y Miguel Ángel, Albert, Cristóbal y Fran y creo que no me dejo a nadie, buen número para intentar ir lo más agrupados posible.

La ruta propuesta nos quiere llevar a la playa de s’Hort de sa Cova con alguna variante sobre la que realizaron ellos no hace mucho, por eso en lugar de tirar dirección Banyalbufar lo hacemos dirección Valldemossa y para ello qué mejor que el camí vell des Pescadors dado que el oficial está capado, pero vamos a tener una primera sorpresa inicial, en lugar de callejear por el pueblo buscando el punto de salida directamente nos vamos en dirección contraria hacia el acceso de Son Galcerán para buscar unos enlaces entre propiedades por el interior del bosque para aparecer cerca de sa Claraboia y de ahí volver al pueblo, aparte de saborear esos rincones escondidos me pegué la primera sudada porque sube que te las pelas y partiendo de cero me resulta un calentamiento demasiado rápido.

Fue ya en la subida hacia la carretera cuando nos empezamos a cruzar con algunos corredores, todos con dorsal, participantes de una carrera pero en esos momentos no supimos cuál. Llegamos al asfalto y recorremos unos metros hasta la entrada del camino que sube hasta la urbanización Nova Valldemossa, un itinerario que te exige un esfuerzo suplementario y que me dejó particularmente muy satisfecho. Según Dani la siguiente etapa sería cruzar el pla de ses Piotes pero no fuimos a la carretera como era mi intención, recortamos y entramos directamente desde una de las travesías y fue entrar en el camino y cruzarnos con una retahíla incesante de corredore/as de todas las edades y colores, era un no parar y gracias si podías hacer 20 metros seguidos. Una vez abajo hubo indecisión si cruzar o no por el campo o rodearlo pero como era por donde venían los corredores decidimos cruzar y nos dimos cuenta de los grandes cambios que se avecinan en ese lugar, se ven máquinas y movimientos de tierras, de hecho, al salir al asfalto después de visitar el mirador nos encontramos con un obrero a lomos de una excavadora que nos informó de la obra que se acomete, van a construir dos casas, no una, dos, en la parcela y va a quedar todo cerrado, hasta los miradores quedarán dentro del perímetro, veremos si se puede salir por algún otro lado, en caso contrario, peligra ese itinerario.

Hablando de miradores, ahora toca subir al puig de sa Moneda, no tiene pérdida porque está muy a la vista rematado por la torre, minarete, mirador o lo que se le ocurriría construir allí al archiduque, supongo que la obra del camino es más reciente y nos permite llegar arriba montados sin ninguna dificultad, hora de dron, hora de merendar y remolonear hasta que dan el sús para partir hacia el siguiente punto, el mirador des pi, una miranda sobre un peñasco que domina toda la Marina de Valldemossa y para ello hay que llegar al final de la urbanización George Sand, salir por un camino de tierra, saltar una pared, y enlazar con los ramales de Son Oleza donde inexplicablemente faltaba gente, y el reloj que se empeña en no parar y seguir contando, vamos, venimos y reagrupamos para continuar hasta el desvío con botador incluido, el trayecto hasta el mirador no es muy largo pero la parada sí lo fue, más dron, más pitanza, más polémica, de la cual tuve las de perder, todo sea dicho.

Convengamos que la visita a este lugar era un añadido extra a la ruta porque debíamos desandar lo recorrido desde George Sand para iniciar el descenso hacia s’Hort de sa Cova, no había mirado el reloj pero sabía que aquello se iba a salir de mis márgenes y había pensado en tomar una decisión firme de continuar la ruta o acortarla en cuanto llegáramos al cruce de abajo pero no hizo falta ni eso porque una llamada al compañero antes incluso de iniciar el descenso le hizo recortar en seco desde ese mismo punto y tiramos directamente por carretera hasta el cruce del camí des pescadors, volviendo por el mismo itinerario de la ida con la única salvedad de bajar por las escaleras en lugar de acabar en el aparcamiento y viendo la hora de vuelta comprendí que mi plan de fuga en solitario hubiera sido muy optimista.