Había estado toqueteando la bici y no me acababa de convencer el resultado, de hecho a día de hoy al redactar esta crónica tampoco lo tengo resuelto al 100% pero al menos puedo salir, pero lo que quería comentar es que no salí con el grupo a Algaida y preferí rodar por las cercanías por si las moscas no sea cosa que algo falle y me pille desubicado, así que me acerqué al Deca, casi serían ya las 9h. para comprobar si algún rezagado había tenido la misma idea que yo y había gente, los vi de lejos pero no fue hasta acercarme que los reconociera, ese maillot es inconfundible.
Grupo pequeño cuando llegué pero a medida que pasaban los minutos iba creciendo hasta llegar a la quincena como mínimo, aquí está pasando algo raro, resulta que es una especie de quedada tradicional de fin de año de los bous bufats ya que aparecen todos ellos con múltiples viandas y bebidas de todo tipo, y a juzgar por las etiquetas, bastante potentes, aunque como pude comprobar después las que no la llevan son las más explosivas. Pero no me uní al grupo por esas circunstancias evidentemente, se extrañan bastante esas salidas grupales numerosas cuando cualquier problema parecía nimio, reinaba la camaradería y hasta había tiempo para comerse un bocata entre medias, está claro que ahora cuesta más encauzar este tipo de eventos aún entre los mismos sujetos, por esto no me quise perder esa oportunidad aunque sea de rebote.
Dicen que vamos a ir al castillo de Bellver, ya me va bien, y lo que hacemos es un acercamiento por el carril bici a Son Puigdorfila y rodar un poco por el torrente después de catar algunas de las rampas de bajada que existen por la zona para llegar a los viales de lo que debía ser una urbanización y atravesar la calle para meternos entre los edificios para salir por detrás y me gustó porque a pesar de haber ido alguna vez pensaba que no tenían salida, solo acceso vecinal, pues no, y es interesante. Una vez atrás hicimos la subida en paralelo al límite del bosque para realizar a continuación la bajada hacia el mismo punto donde ya pude intuir como podrían comportarse los nuevos frenos, hay varias opciones de itinerario por lo que está claro que fue la primera pero no la última visita que efectuaré por la zona, está claro.
Ahora sí entramos en el bosque y volvemos a subir en paralelo hasta arriba para llegar en llano hasta el castillo donde alguno quiso demostrar y demostró que las escaleras de acceso también se pueden subir sin ayudas. Continuamos por trialera hasta la carretera de la capilla para volver a enganchar la subida asfaltada a la explanada para pillar justo después la bajada hasta el parque infantil donde pillamos mesa y donde se fueron desplegando bandejas, tupers, turrones, embutidos, algún que otro pan, y demás manjares, tampoco faltó bebida típica, menos agua vi de todo, vino, orujo, herbes, como para no ponerse a tono y aún así insuficiente para algunos que quisieron continuar el fin de fiesta en otros locales.
Y así, sin ninguna planificación previa, pude disfrutar de un buen ágape y mejor compañía cuando mi plan solamente era rodar un poco en plan tranquilo y como mucho acometer alguna bajada para ir probando las nuevas pinzas de freno e ir anotando sensaciones y aunque se apreciaron algunas ausencias también es agradable constatar que las buenas costumbres no se pierden y lo de pedalear engancha y mucho.
VISCA EL MTB, VISCA!!!
Lo que diga ChatGPT
El autor comienza su crónica mencionando sus dudas sobre el estado de su bicicleta. A pesar de sus inquietudes, decide no unirse al grupo que se dirige a Algaida y en su lugar sale a rodar por los alrededores por precaución. Se dirige a una tienda y encuentra a un grupo de ciclistas, en su mayoría, participantes de una reunión anual que parece más una celebración festiva que un paseo ciclista tradicional. Aunque no se une a ellos por la atmósfera de fiesta, extraña las salidas grupales donde reinaba la camaradería.
Posteriormente, se une al grupo en una ruta hacia el castillo de Bellver a través de caminos familiares y descubre nuevas vías de acceso. Disfruta de las subidas y bajadas, probando los nuevos frenos de su bicicleta y se aventura por senderos en el bosque. Finalmente, llegan al castillo, algunos suben las escaleras sin ayuda y todos disfrutan de un festín improvisado en un parque infantil con una variedad de alimentos y bebidas típicas.
A pesar de no planearlo, el autor disfruta de la buena comida y compañía, agradeciendo la espontaneidad del evento. Concluye resaltando la satisfacción de pedalear y la constancia de las buenas costumbres en el ciclismo de montaña.
Grupo pequeño cuando llegué pero a medida que pasaban los minutos iba creciendo hasta llegar a la quincena como mínimo, aquí está pasando algo raro, resulta que es una especie de quedada tradicional de fin de año de los bous bufats ya que aparecen todos ellos con múltiples viandas y bebidas de todo tipo, y a juzgar por las etiquetas, bastante potentes, aunque como pude comprobar después las que no la llevan son las más explosivas. Pero no me uní al grupo por esas circunstancias evidentemente, se extrañan bastante esas salidas grupales numerosas cuando cualquier problema parecía nimio, reinaba la camaradería y hasta había tiempo para comerse un bocata entre medias, está claro que ahora cuesta más encauzar este tipo de eventos aún entre los mismos sujetos, por esto no me quise perder esa oportunidad aunque sea de rebote.
Dicen que vamos a ir al castillo de Bellver, ya me va bien, y lo que hacemos es un acercamiento por el carril bici a Son Puigdorfila y rodar un poco por el torrente después de catar algunas de las rampas de bajada que existen por la zona para llegar a los viales de lo que debía ser una urbanización y atravesar la calle para meternos entre los edificios para salir por detrás y me gustó porque a pesar de haber ido alguna vez pensaba que no tenían salida, solo acceso vecinal, pues no, y es interesante. Una vez atrás hicimos la subida en paralelo al límite del bosque para realizar a continuación la bajada hacia el mismo punto donde ya pude intuir como podrían comportarse los nuevos frenos, hay varias opciones de itinerario por lo que está claro que fue la primera pero no la última visita que efectuaré por la zona, está claro.
Ahora sí entramos en el bosque y volvemos a subir en paralelo hasta arriba para llegar en llano hasta el castillo donde alguno quiso demostrar y demostró que las escaleras de acceso también se pueden subir sin ayudas. Continuamos por trialera hasta la carretera de la capilla para volver a enganchar la subida asfaltada a la explanada para pillar justo después la bajada hasta el parque infantil donde pillamos mesa y donde se fueron desplegando bandejas, tupers, turrones, embutidos, algún que otro pan, y demás manjares, tampoco faltó bebida típica, menos agua vi de todo, vino, orujo, herbes, como para no ponerse a tono y aún así insuficiente para algunos que quisieron continuar el fin de fiesta en otros locales.
Y así, sin ninguna planificación previa, pude disfrutar de un buen ágape y mejor compañía cuando mi plan solamente era rodar un poco en plan tranquilo y como mucho acometer alguna bajada para ir probando las nuevas pinzas de freno e ir anotando sensaciones y aunque se apreciaron algunas ausencias también es agradable constatar que las buenas costumbres no se pierden y lo de pedalear engancha y mucho.
VISCA EL MTB, VISCA!!!
Lo que diga ChatGPT
El autor comienza su crónica mencionando sus dudas sobre el estado de su bicicleta. A pesar de sus inquietudes, decide no unirse al grupo que se dirige a Algaida y en su lugar sale a rodar por los alrededores por precaución. Se dirige a una tienda y encuentra a un grupo de ciclistas, en su mayoría, participantes de una reunión anual que parece más una celebración festiva que un paseo ciclista tradicional. Aunque no se une a ellos por la atmósfera de fiesta, extraña las salidas grupales donde reinaba la camaradería.
Posteriormente, se une al grupo en una ruta hacia el castillo de Bellver a través de caminos familiares y descubre nuevas vías de acceso. Disfruta de las subidas y bajadas, probando los nuevos frenos de su bicicleta y se aventura por senderos en el bosque. Finalmente, llegan al castillo, algunos suben las escaleras sin ayuda y todos disfrutan de un festín improvisado en un parque infantil con una variedad de alimentos y bebidas típicas.
A pesar de no planearlo, el autor disfruta de la buena comida y compañía, agradeciendo la espontaneidad del evento. Concluye resaltando la satisfacción de pedalear y la constancia de las buenas costumbres en el ciclismo de montaña.