Ha sido un poco complicado organizar una ruta en condiciones estas fiestas. Todo el mundo de acá para allá aunque los que han tenido días de vacaciones o han hecho puente han salido en pequeños grupos. Ni siquiera en la reunión cervecera hubo acuerdo unánime. En un principio iba a asistir pero no llegué al bar, estuve en la tienda de Gomila con Juan, que iba a recoger la bici nueva. Fué una sorpresa porque ya estaba hecho a la idea de tener que esperar hasta febrero para poder montarse en una. Finalmente apareció una en Barcelona y se la trajeron. Pues que entre últimos retoques y pruebas de vestuario se nos pasó el tiempo y la ruta como que aún no estaba decidida del todo.
Acompañando a Juan “Bonus” acabamos de concretar el itinerario (de aquella manera, todo hay que decirlo) y quedamos a las nueve en la Vileta para hacer una nocturna pero de día. Sabíamos que algunos partirían hacia el Galatzó pero otros, por unas u otras causas, no querían tanta tralla. Yarik quería llevar a su compatriota a recorrer la parte alta de la Fita del Ram, pero al final vino con el grupo, aún así no muy numeroso. Los que fuimos en bicicleta llegamos tarde pero aún nos estaban esperando aunque nos tuvimos que ir sin esperar a Bonus tras las presentaciones y saludos de rigor. No me había enterado de que subiríamos primero hacia el Coll de Son Marill y nos quedamos unos cuantos buscando a Carlos que había subido correctamente. Al final nos oyeron y corregimos el error. Qué decir de la primera cuesta. Infumable. Muy complicada. Lo fue para todos. Y continuó de la misma manera en las rampas de hormigón. Se ve que no era el día de las cuestas.
Solamente llegamos hasta el vértice geodésico y esperamos a Bonus que venía subiendo por la trialera. Una vez la subí y realmente tampoco da para mucho. Cuando llegó nos tiramos inmediatamente para abajo. No es excesivamente complicada pero tiene dos tramos que sí lo son y a más de uno se le pueden atragantar, yo incluido, y más con público. El único contratiempo fue que me quedé enganchado en una rama con lo que Carlos me sobrepasó y se estampó de cara en el suelo pero sin consecuencias. Bueno, eso de que no tuvo consecuencias no es del todo cierta ya que, según me ha contado después, esa ruta fué dura para él y su bici.
Las tres bajadas fueron muy exigentes. Contrariamente las subidas dejaron mucho que desear. La primera, casi imposible, como ya he comentado. La segunda, más corta pero más pedregosa, es posible con unas buenas dosis de potencia, y la bajada que la sigue, sin dificultades técnicas aunque ese día estaba muy resbaladiza. El trozo de carretera no fue más que un corto intermedio. Y fue en la tercera subida donde pude probar dos bicis. Primero la bici de Juan, que me pareció una pluma. Después, la del otro Juan, la Spicy, que me pareció un muerto. No quisiera polemizar sobre este punto, solamente fue un contacto superficial y ésa mi primera impresión.
Al llegar arriba volvimos un poco atrás para tomar la trialera de la cantera. Ésta aún es menos exigente técnicamente pero más divertida a la vez, con una parte final realmente rápida. Precisamente a la vista del montículo de la entrada de la cantera, en una curva, se me escapó un poco la mano del manillar y no pude frenar con el freno delantero empotrándome en un árbol. El de atrás no me bastó. Pero decir que si se nota el cambio de disco delantero.
En la cantera Carlos quiso probar la bici nueva y en cincuenta metros ya la había pinchado. Algunos partieron ya para casa, y el resto nos quedamos a mirar. Serían la una cuando nos metimos en el golf y Carlos se fué; solamente quedábamos los Juanes, Lester y yo para dar las últimas pedaladas por la zona de Son Rapinya. Subiendo por el bosque encontramos unas rampas y saltos donde Lester dió unos planazos. Muchas LP había, como para ponerse a replicar. Yo me empezaba a sentir mal, me dolía la cara. Me recordaba una de las salidas por Son Roca donde acabé con sinusitis y, tras tirarnos por unas rampillas, nos despedimos de Juan y Lester que continuaron rodando por el bosque un poco más.
Me costó llegar a casa, me sentía de pena pero, al entrar en casa, pareció desaparecer la congestión y el dolor, incluso antes de la ducha, y empecé a sentirme mejor. Por eso me apunté a la salida del martes, día de Reyes, pero solamente para hacer una parte, el Bunyolí, subir y bajar, aunque la mayoría podría quedarse más tiempo. Repitió el ruso que está de vacaciones y Tomeu también se presentó, aunque más muerto que vivo después del fin de año gabacho. Por eso cuando se le partió la cadena dió media vuelta y se marchó (andando, eso sí). Los demás, para arriba. Quise poner en marcha el cronómetro pero no le funcionaba a Matías, pero con el reloj nos salieron unos veintiseis o veintisiete minutos de ascensión. Creo que en mis buenos tiempos me salían menos de veinticinco.
Después trialera, ese día mojada pero sin llegar a extremadamente resbaladiza por lo que, en conjunto, nos dejó un buen sabor de boca. La bici nueva con rozaduras, pero contentos.
Acompañando a Juan “Bonus” acabamos de concretar el itinerario (de aquella manera, todo hay que decirlo) y quedamos a las nueve en la Vileta para hacer una nocturna pero de día. Sabíamos que algunos partirían hacia el Galatzó pero otros, por unas u otras causas, no querían tanta tralla. Yarik quería llevar a su compatriota a recorrer la parte alta de la Fita del Ram, pero al final vino con el grupo, aún así no muy numeroso. Los que fuimos en bicicleta llegamos tarde pero aún nos estaban esperando aunque nos tuvimos que ir sin esperar a Bonus tras las presentaciones y saludos de rigor. No me había enterado de que subiríamos primero hacia el Coll de Son Marill y nos quedamos unos cuantos buscando a Carlos que había subido correctamente. Al final nos oyeron y corregimos el error. Qué decir de la primera cuesta. Infumable. Muy complicada. Lo fue para todos. Y continuó de la misma manera en las rampas de hormigón. Se ve que no era el día de las cuestas.
Solamente llegamos hasta el vértice geodésico y esperamos a Bonus que venía subiendo por la trialera. Una vez la subí y realmente tampoco da para mucho. Cuando llegó nos tiramos inmediatamente para abajo. No es excesivamente complicada pero tiene dos tramos que sí lo son y a más de uno se le pueden atragantar, yo incluido, y más con público. El único contratiempo fue que me quedé enganchado en una rama con lo que Carlos me sobrepasó y se estampó de cara en el suelo pero sin consecuencias. Bueno, eso de que no tuvo consecuencias no es del todo cierta ya que, según me ha contado después, esa ruta fué dura para él y su bici.
Las tres bajadas fueron muy exigentes. Contrariamente las subidas dejaron mucho que desear. La primera, casi imposible, como ya he comentado. La segunda, más corta pero más pedregosa, es posible con unas buenas dosis de potencia, y la bajada que la sigue, sin dificultades técnicas aunque ese día estaba muy resbaladiza. El trozo de carretera no fue más que un corto intermedio. Y fue en la tercera subida donde pude probar dos bicis. Primero la bici de Juan, que me pareció una pluma. Después, la del otro Juan, la Spicy, que me pareció un muerto. No quisiera polemizar sobre este punto, solamente fue un contacto superficial y ésa mi primera impresión.
Al llegar arriba volvimos un poco atrás para tomar la trialera de la cantera. Ésta aún es menos exigente técnicamente pero más divertida a la vez, con una parte final realmente rápida. Precisamente a la vista del montículo de la entrada de la cantera, en una curva, se me escapó un poco la mano del manillar y no pude frenar con el freno delantero empotrándome en un árbol. El de atrás no me bastó. Pero decir que si se nota el cambio de disco delantero.
En la cantera Carlos quiso probar la bici nueva y en cincuenta metros ya la había pinchado. Algunos partieron ya para casa, y el resto nos quedamos a mirar. Serían la una cuando nos metimos en el golf y Carlos se fué; solamente quedábamos los Juanes, Lester y yo para dar las últimas pedaladas por la zona de Son Rapinya. Subiendo por el bosque encontramos unas rampas y saltos donde Lester dió unos planazos. Muchas LP había, como para ponerse a replicar. Yo me empezaba a sentir mal, me dolía la cara. Me recordaba una de las salidas por Son Roca donde acabé con sinusitis y, tras tirarnos por unas rampillas, nos despedimos de Juan y Lester que continuaron rodando por el bosque un poco más.
Me costó llegar a casa, me sentía de pena pero, al entrar en casa, pareció desaparecer la congestión y el dolor, incluso antes de la ducha, y empecé a sentirme mejor. Por eso me apunté a la salida del martes, día de Reyes, pero solamente para hacer una parte, el Bunyolí, subir y bajar, aunque la mayoría podría quedarse más tiempo. Repitió el ruso que está de vacaciones y Tomeu también se presentó, aunque más muerto que vivo después del fin de año gabacho. Por eso cuando se le partió la cadena dió media vuelta y se marchó (andando, eso sí). Los demás, para arriba. Quise poner en marcha el cronómetro pero no le funcionaba a Matías, pero con el reloj nos salieron unos veintiseis o veintisiete minutos de ascensión. Creo que en mis buenos tiempos me salían menos de veinticinco.
Después trialera, ese día mojada pero sin llegar a extremadamente resbaladiza por lo que, en conjunto, nos dejó un buen sabor de boca. La bici nueva con rozaduras, pero contentos.
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