Así, de sopetón y sin anestesia, me la he comido esta mañana. Durante la semana no sabía adonde ir, es decir, adonde ir con la bici que llevo. Confiaba en encontrar un plan fácil y atractivo a última hora pero me hacía el remolón, o sea que lo dejé para el último momento como otras veces, más bien el primero, es decir, justo después de despertarme el sábado por la mañana. Es obvio decir que en días como éstos voy solo. Pues ya está, hacia el coll de Sóller que me encamino y, como es habitual en los últimos tiempos, atravesando la planicie entre Palma y Bunyola. Hoy he cruzado el parque de Son Reus, el polígono de ses Veles, los dominios des Rafalot, la urbanización de sa Coma, el Hospital Juan March (Caubet) y he salido por el polideportivo de Bunyola hacia el pueblo para atravesarlo y salir a la carretera frente al desvío de Biniforani. A partir de aquí asfalto y más asfalto.
No me he encontrado a muchos ciclistas subiendo, tal vez me he cruzado con uno. Un poco de descanso arriba para comer algo y decidir si me daba la vuelta para volver por donde había venido o continuar. Decido lo último y me abrigo un poco para la bajada, más larga y siempre por la sombra y la humedad aunque el piso estaba impecable.
He subido por el primer ramal del antiguo Camí vell de Ciutat pero no he podido enlazar con el tramo del túnel porque no he llegado hasta allí por lo que he vuelto a bajar y he subido por otro de los ramales hasta el Pujol d'en Banya enlazando con el Camí de Castelló y ahora sí continuándolo hasta el asfalto frente Cas Xorc. Tenía en una primera idea seguir hasta Son Coll y bajar a la carretera desde allí pero he preferido no pasar por los tramos más complicados del camino y he bajado directamente hasta la carretera para continuar tranquilamente hasta Deià donde me he parado a hacer la tercera merienda. Eran la una y media y no he estado mucho rato parado, ni siquiera me he sentado, los sitios libres estaban muy solicitados, aún quedan muchos turistas dando vueltas por ahí y haciendo de las suyas.
En concreto he visto de cerca dos, una en lo alto del coll de Sóller, donde uno que venía de Palma y ha visto el bar abierto ha frenado y se ha puesto a dar marcha atrás justo en la curva por el mismo carril en que circulaba; mi posición era privilegiada, los veía a los dos yendo uno hacia el otro y pensando “que le da, que le da”. Pero cómo te puedes imaginar que en una carretera te vas a encontrar a uno reculando por tu carril dentro de una curva. Menos mal que no iba muy rápido el que subía y ha podido frenar pero no ha dicho una palabra. El otro percance ha sido llegando a Deià cuando me adelanta un coche y en la siguiente curva tiene que dar un frenazo porque hay uno parado y los de atrás intentando adelantarle en un tramo de veinte metros sin ninguna visibilidad. Y yo pensando que debo compartir la carretera con semejantes personajes hasta Palma aunque, en honor a la verdad, es que aparte de estos incidentes, la vuelta ha sido bastante tranquila.
Lo único reseñable de la vuelta es que desde Valldemossa hasta la rotonda de Esporles no he tenido que dar pedales, he llegado con la inercia y tampoco es que haya bajado muy rápido porque no he frenado en ninguna curva. Hombre, he llegado muy despacio, pero he llegado. Después un poco de ritmo a plato por el carril bici donde me sentía mejor incluso que cuando he salido por la mañana, sensación que se ha prolongado a lo largo del día para mi sorpresa. Y más cuando me he entretenido en hacer un track de la ruta para averiguar el kilometraje, y han salido setenta y cinco kilómetros. Pues son bastantes más de lo que me pensaba pero también hay que reconocer que los he hecho sin tener que acoplarme al ritmo de otros aunque solamente he hecho tres pausas pero por las vías del tren he perdido algo de tiempo. Mientras volvía estaba yo dudando si tendría que echar mano a los brebajes que prepara éste.
En resumen, que aunque la cosa haya ido mayoritariamente por asfalto ha estado muy bien porque en cuanto he podido me he salido de la trazada, eso es lo bueno de ir con una máquina que lo permite aunque sea por caminos fáciles.
No me he encontrado a muchos ciclistas subiendo, tal vez me he cruzado con uno. Un poco de descanso arriba para comer algo y decidir si me daba la vuelta para volver por donde había venido o continuar. Decido lo último y me abrigo un poco para la bajada, más larga y siempre por la sombra y la humedad aunque el piso estaba impecable.
He subido por el primer ramal del antiguo Camí vell de Ciutat pero no he podido enlazar con el tramo del túnel porque no he llegado hasta allí por lo que he vuelto a bajar y he subido por otro de los ramales hasta el Pujol d'en Banya enlazando con el Camí de Castelló y ahora sí continuándolo hasta el asfalto frente Cas Xorc. Tenía en una primera idea seguir hasta Son Coll y bajar a la carretera desde allí pero he preferido no pasar por los tramos más complicados del camino y he bajado directamente hasta la carretera para continuar tranquilamente hasta Deià donde me he parado a hacer la tercera merienda. Eran la una y media y no he estado mucho rato parado, ni siquiera me he sentado, los sitios libres estaban muy solicitados, aún quedan muchos turistas dando vueltas por ahí y haciendo de las suyas.
En concreto he visto de cerca dos, una en lo alto del coll de Sóller, donde uno que venía de Palma y ha visto el bar abierto ha frenado y se ha puesto a dar marcha atrás justo en la curva por el mismo carril en que circulaba; mi posición era privilegiada, los veía a los dos yendo uno hacia el otro y pensando “que le da, que le da”. Pero cómo te puedes imaginar que en una carretera te vas a encontrar a uno reculando por tu carril dentro de una curva. Menos mal que no iba muy rápido el que subía y ha podido frenar pero no ha dicho una palabra. El otro percance ha sido llegando a Deià cuando me adelanta un coche y en la siguiente curva tiene que dar un frenazo porque hay uno parado y los de atrás intentando adelantarle en un tramo de veinte metros sin ninguna visibilidad. Y yo pensando que debo compartir la carretera con semejantes personajes hasta Palma aunque, en honor a la verdad, es que aparte de estos incidentes, la vuelta ha sido bastante tranquila.
Lo único reseñable de la vuelta es que desde Valldemossa hasta la rotonda de Esporles no he tenido que dar pedales, he llegado con la inercia y tampoco es que haya bajado muy rápido porque no he frenado en ninguna curva. Hombre, he llegado muy despacio, pero he llegado. Después un poco de ritmo a plato por el carril bici donde me sentía mejor incluso que cuando he salido por la mañana, sensación que se ha prolongado a lo largo del día para mi sorpresa. Y más cuando me he entretenido en hacer un track de la ruta para averiguar el kilometraje, y han salido setenta y cinco kilómetros. Pues son bastantes más de lo que me pensaba pero también hay que reconocer que los he hecho sin tener que acoplarme al ritmo de otros aunque solamente he hecho tres pausas pero por las vías del tren he perdido algo de tiempo. Mientras volvía estaba yo dudando si tendría que echar mano a los brebajes que prepara éste.
En resumen, que aunque la cosa haya ido mayoritariamente por asfalto ha estado muy bien porque en cuanto he podido me he salido de la trazada, eso es lo bueno de ir con una máquina que lo permite aunque sea por caminos fáciles.