El sábado no me quería complicar con rutas compartidas, que si para aquí, que si para allá, que yo acorto, que si..., en fin, mejor salir solo y fuera problemas. El tema es que el horario también sería corto y no programé nada especial, simplemente rodar y a poder ser, en llano, que es cuando cunden más los kilómetros, por eso tras salir de casa sobre las nueve me encaminé hacia la salida de Palma por la Indioteria, seguramente mi próximo objetivo sería Bunyola.
Para no compartir trayecto con los vehículos tumbé hacia Son Macià y más allá para ir a coger el camí de Muntanya y proseguir por Son Pizá por tierra hasta la carretera de Santa María. Ahí sí que no me queda otra que pisar asfalto y me dirijo a Bunyola pero no para subir a la Comuna sino para atravesar el pueblo, salir por casa Francisca y desembocar en la carretera de Sóller donde decido que puedo encarar la subida al coll con ciertas garantías.
Y eso hago, subir a mi ritmo hasta el restaurante. A esa hora pasan muy pocos ciclistas y muy pocos vehículos por lo que tengo una ascensión demasiado tranquila. Arriba descanso un poco a la sombra (mi estado físico tampoco es muy brillante) compartiendo escenario con parejas de turistas que se echan fotos con la bahía de Palma de fondo (que dicho sea de paso, casi ni se veía por la fuerte calina reinante).
Yo regreso ya y pongo gomas de por medio pero no tiene ningún sentido apretar abajo con el fuerte viento en contra y vuelvo por donde había venido desde el pueblo. Al enfilar la larga recta de salida vislumbro en la lejanía una pandilla de bikeros que por sus atuendos me son familiares y al acercarnos se confirman mis sospechas, son los Morcibikers en alguna de sus, pondremos típicas, escapadas por la zona. Comentamos las novedades y sale a relucir la ruta del sábado próximo en la que se pueden dar intereses comunes, aunque no conviene avanzar acontecimientos, dejemos que la corriente discurra y si tiene que llegar al mar, que llegue.
Dicho lo cual cada uno sigue su camino, ellos para el bar, yo hacia Palma. He decidido acortar lo máximo posible y eso significa atajar por el asfalto aunque me salgo de él durante un tramo de varios kilómetros en los que la bicicleta me lo agradece con ganas, después ya todo recto a por los tres puentes y para casa.
Ruta (si es que puede llamarse así) sin más pretensiones que las de rodar un poco sin agobios y sin un plan prefijado de antemano, ya veremos según vayan pasando los minutos, un simple ida y vuelta sin importar mucho si hacía más o menos asfalto, al final los kilómetros son los que son y llegan a pesar a todos.
Para no compartir trayecto con los vehículos tumbé hacia Son Macià y más allá para ir a coger el camí de Muntanya y proseguir por Son Pizá por tierra hasta la carretera de Santa María. Ahí sí que no me queda otra que pisar asfalto y me dirijo a Bunyola pero no para subir a la Comuna sino para atravesar el pueblo, salir por casa Francisca y desembocar en la carretera de Sóller donde decido que puedo encarar la subida al coll con ciertas garantías.
Y eso hago, subir a mi ritmo hasta el restaurante. A esa hora pasan muy pocos ciclistas y muy pocos vehículos por lo que tengo una ascensión demasiado tranquila. Arriba descanso un poco a la sombra (mi estado físico tampoco es muy brillante) compartiendo escenario con parejas de turistas que se echan fotos con la bahía de Palma de fondo (que dicho sea de paso, casi ni se veía por la fuerte calina reinante).
Yo regreso ya y pongo gomas de por medio pero no tiene ningún sentido apretar abajo con el fuerte viento en contra y vuelvo por donde había venido desde el pueblo. Al enfilar la larga recta de salida vislumbro en la lejanía una pandilla de bikeros que por sus atuendos me son familiares y al acercarnos se confirman mis sospechas, son los Morcibikers en alguna de sus, pondremos típicas, escapadas por la zona. Comentamos las novedades y sale a relucir la ruta del sábado próximo en la que se pueden dar intereses comunes, aunque no conviene avanzar acontecimientos, dejemos que la corriente discurra y si tiene que llegar al mar, que llegue.
Dicho lo cual cada uno sigue su camino, ellos para el bar, yo hacia Palma. He decidido acortar lo máximo posible y eso significa atajar por el asfalto aunque me salgo de él durante un tramo de varios kilómetros en los que la bicicleta me lo agradece con ganas, después ya todo recto a por los tres puentes y para casa.
Ruta (si es que puede llamarse así) sin más pretensiones que las de rodar un poco sin agobios y sin un plan prefijado de antemano, ya veremos según vayan pasando los minutos, un simple ida y vuelta sin importar mucho si hacía más o menos asfalto, al final los kilómetros son los que son y llegan a pesar a todos.