El domingo pasado pude tener una salidita corta cerca de Palma a cuento de que la del grupo había sido en viernes y tampoco había sido tan larga, Pollença-Lluc, ida y vuelta, con alguna variante cortita, o sea, que no hubo mucho desgaste, y como después hubo buena recuperación pues como que no se notó mucho.
Por eso me levanté temprano pero como he comentado otras veces, para salir cuando sea y adonde sea, sin horarios. Me dirigí a La Vileta, para empezar desde allí, aunque no me apeteciera mucho subir las pistas y el hormigón. Por ello cambié de idea y me pregunté que tal sería subir por la trialera que da enfrente del campo de golf de Son Quint. La había bajado unas cuantas veces y quería verla desde el otro lado. Tampoco está tan mal, se puede subir a tramos. Lo que me gustó fueron las vistas desde arriba, no precisamente de la ciudad en sí, ya muy expandida al otro lado de la vía de cintura, uniendo todas las barriadas del extrarradio que otrora estaban bastante lejos del centro y muy repartidas, como la Vileta, Son Rapinya, Son Roca, etc. Ahora están anexionadas unas con otras mediante nuevas urbanizaciones formando ya un todo. Y precisamente los campos de golf nuevos conforman una barrera a esa expansión hacia nuevos y elitistas territorios de la sierra y evitan que puedan reproducirse otros Son Vidas. Precisamente este tipo de instalaciones tienen muchos detractores en la isla pero al menos es una “barrera verde”.
También se nota mucho la reforestación de toda esa zona. Con el paso del tiempo empieza a vislumbrarse el futuro bosque. Pero aún queda bastante, y eso que hará ya unos doce o trece que se produjo el incendio que la asoló. Era una de las zonas que más solíamos visitar aunque hay que decir que las pistas de la sierra estaban bastante rotas; fué después de los incendios que se acondicionaron para poder pasar con los vehículos de emergencia en caso de necesidad.
Por ejemplo, esta que comentamos de la Vileta, llegaba hasta la barrera del Pujol del Gat (donde está la torre de vigilancia), pero después había que cruzar caminando hasta el otro lado donde había un hermoso camino de tierra enmedio del bosque para bajar hasta la carretera de Calvià. Al desaparecer la arboleda el camino se erosionó de tal manera que hoy en día es una trialera rocosa de difícil paso y sin haberse podido recuperar el bosque que la protegía.
Precisamente la bajé ese día, llegué hasta la carretera y me dispuse a atacar las rampas de cemento hasta el Coll des Pastor. Esta también era una de las buenas. Solía subirse por la que hoy tiene un cable y muchos prohibidos en la primera curva después de los cazadores y las dos estaban bastante mal. Pero se hacían. Tenía que decidir la vuelta y me planteé posibilidades, pistas rápidas, trialeras... Me queda el polvorín. El día que me decidí hacerlo me echaron en el camino de abajo. Si lo hago desde arriba y me pillan no volveré a subirlo, digo yo. Y me voy a hacerlo. Sabía de donde se toma aunque la última vez que pasé ví que habían quitado la fita del camino. Me voy para allá y me tiro para abajo y lo que me voy encontrando es un camino de carro en muy malas condiciones, eso sí, que se dirige hacia ese vacío que tengo a mis pies. Auguro un buen metraje mientras el camino va bajando cambiando continuamente de dirección. Me gusta mucho pero la falta de mantenimento le quita esplendor y le añade un poco de suspense al no ver claramente el piso y te hace estar en tensión continua.
Al final acaba en el fondo y a tramos parece una torrentera, aunque enseguida llegamos a las edificaciones del antiguo polvorín. Voy a ver los almacenes y las garitas y también hay una casa aunque parece deshabitada. Solamente me quedaba volver por el camino asfaltado y esperar a no toparme con el guarda, si es que aún pululaba por allí. Lo dudaba porque aunque hubiera sido adquirido por una empresa inmobiliaria (esa fue la noticia en su día), tampoco hay mucho que proteger, aunque el troglodita sigue en la cueva con su despliegue de material alrededor. Al final, junto a la cantera, colgado de un árbol, hay un letrero de mala muerte con la inscripción “camino particular”. Nada que haga referencia a la nueva propiedad.
Me habían dicho que había un camino que atravesaba desde este valle hasta la zona militar, y creo que lo ví de arriba, pero no pude verlo abajo. Exploré una pista pero por la altura de las peñas circundantes no lo ví claro. Y en el polvorín menos. Así y todo subí por la pista de la cantera, la que empleaban los camiones para ir subiendo el material de relleno para su restauración y desde lo alto seguramente es posible llegar al cuartel pero no hay camino, o sea que lo dejé estar.
Ya véis, minirruta que seguramente muchos conoceréis pero que yo nunca había hecho. Y es que buscando un poquito siempre podemos conocer cosas nuevas, a veces delante mismo de la puerta de casa, como quién dice.
Por eso me levanté temprano pero como he comentado otras veces, para salir cuando sea y adonde sea, sin horarios. Me dirigí a La Vileta, para empezar desde allí, aunque no me apeteciera mucho subir las pistas y el hormigón. Por ello cambié de idea y me pregunté que tal sería subir por la trialera que da enfrente del campo de golf de Son Quint. La había bajado unas cuantas veces y quería verla desde el otro lado. Tampoco está tan mal, se puede subir a tramos. Lo que me gustó fueron las vistas desde arriba, no precisamente de la ciudad en sí, ya muy expandida al otro lado de la vía de cintura, uniendo todas las barriadas del extrarradio que otrora estaban bastante lejos del centro y muy repartidas, como la Vileta, Son Rapinya, Son Roca, etc. Ahora están anexionadas unas con otras mediante nuevas urbanizaciones formando ya un todo. Y precisamente los campos de golf nuevos conforman una barrera a esa expansión hacia nuevos y elitistas territorios de la sierra y evitan que puedan reproducirse otros Son Vidas. Precisamente este tipo de instalaciones tienen muchos detractores en la isla pero al menos es una “barrera verde”.
También se nota mucho la reforestación de toda esa zona. Con el paso del tiempo empieza a vislumbrarse el futuro bosque. Pero aún queda bastante, y eso que hará ya unos doce o trece que se produjo el incendio que la asoló. Era una de las zonas que más solíamos visitar aunque hay que decir que las pistas de la sierra estaban bastante rotas; fué después de los incendios que se acondicionaron para poder pasar con los vehículos de emergencia en caso de necesidad.
Por ejemplo, esta que comentamos de la Vileta, llegaba hasta la barrera del Pujol del Gat (donde está la torre de vigilancia), pero después había que cruzar caminando hasta el otro lado donde había un hermoso camino de tierra enmedio del bosque para bajar hasta la carretera de Calvià. Al desaparecer la arboleda el camino se erosionó de tal manera que hoy en día es una trialera rocosa de difícil paso y sin haberse podido recuperar el bosque que la protegía.
Precisamente la bajé ese día, llegué hasta la carretera y me dispuse a atacar las rampas de cemento hasta el Coll des Pastor. Esta también era una de las buenas. Solía subirse por la que hoy tiene un cable y muchos prohibidos en la primera curva después de los cazadores y las dos estaban bastante mal. Pero se hacían. Tenía que decidir la vuelta y me planteé posibilidades, pistas rápidas, trialeras... Me queda el polvorín. El día que me decidí hacerlo me echaron en el camino de abajo. Si lo hago desde arriba y me pillan no volveré a subirlo, digo yo. Y me voy a hacerlo. Sabía de donde se toma aunque la última vez que pasé ví que habían quitado la fita del camino. Me voy para allá y me tiro para abajo y lo que me voy encontrando es un camino de carro en muy malas condiciones, eso sí, que se dirige hacia ese vacío que tengo a mis pies. Auguro un buen metraje mientras el camino va bajando cambiando continuamente de dirección. Me gusta mucho pero la falta de mantenimento le quita esplendor y le añade un poco de suspense al no ver claramente el piso y te hace estar en tensión continua.
Al final acaba en el fondo y a tramos parece una torrentera, aunque enseguida llegamos a las edificaciones del antiguo polvorín. Voy a ver los almacenes y las garitas y también hay una casa aunque parece deshabitada. Solamente me quedaba volver por el camino asfaltado y esperar a no toparme con el guarda, si es que aún pululaba por allí. Lo dudaba porque aunque hubiera sido adquirido por una empresa inmobiliaria (esa fue la noticia en su día), tampoco hay mucho que proteger, aunque el troglodita sigue en la cueva con su despliegue de material alrededor. Al final, junto a la cantera, colgado de un árbol, hay un letrero de mala muerte con la inscripción “camino particular”. Nada que haga referencia a la nueva propiedad.
Me habían dicho que había un camino que atravesaba desde este valle hasta la zona militar, y creo que lo ví de arriba, pero no pude verlo abajo. Exploré una pista pero por la altura de las peñas circundantes no lo ví claro. Y en el polvorín menos. Así y todo subí por la pista de la cantera, la que empleaban los camiones para ir subiendo el material de relleno para su restauración y desde lo alto seguramente es posible llegar al cuartel pero no hay camino, o sea que lo dejé estar.
Ya véis, minirruta que seguramente muchos conoceréis pero que yo nunca había hecho. Y es que buscando un poquito siempre podemos conocer cosas nuevas, a veces delante mismo de la puerta de casa, como quién dice.
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