Esto es lo que me encontré el sábado. En esta ocasión no hubo montaña ninguna que subir, ni trialeras que bajar, solamente rocas y arena. ¡Qué más se puede pedir!. A estas alturas poder circular durante quince kilómetros sin encontrarte ningún “monumento” humano es de agradecer, si exceptuamos una casa, una barraca y un faro. Le tenía ganas desde hace tiempo a esta ruta, de hecho la propuse el verano pasado junto con otras costeras y al final no se hizo. Pero los pobleros, cuando salen con el Xaragall, están a merced del presidente y éste se lo curra. Ya la había hecho y llevaba el track metido en el aparatito para no perdernos, cosa que al principio no entendía bien porqué. Me comentó que la harían el día de Tossals y ya casi le confirmé mi asistencia en ese momento al cien por cien.
Como hemos tenido una semana muy tranquila en el correo, con todos los xerraires importantes fuera de la isla, no había nada oficial anunciado para el fin de semana. A los que habían comentado algo les animé a venir a rutear por la playa pero no se animaron. Tan solo Pepe se decidió, y convenció a Toni para que nos acompañara. Éramos tres, con lo que fuí por mi cuenta para volver cuando acabara la ruta ya que supuse que se quedarían a comer en algún lado, como así fue, y yo quería felicitar a mi hijo por su cumpleaños antes de que se fuera por la tarde.
Habíamos quedado cerca del Centro de interpretación de Cabrera. Encontré a Pepe por ahí y salimos a calentar por el carril bici esperando a los retrasados. Me llamaron cuando llegaron y salimos que debían ser casi las diez hacia la Platja del Port, casi pegada al puerto. Un poco más lejos, Es Dolç. Por su proximidad se explota comercialmente, por eso se encuentra llena de hamacas y sombrillas, aunque a esa hora todavía sin ocupar, y la atravesamos buscando la arena más dura para poder rodar.
No sé si empieza aquí ya la valla que nos va acompañar durante una buena parte del trayecto y que nos separa de los terrenos de S'Avall, propiedad de la familia March, cuyas casas no se encuentran muy lejos. Lo cierto es que está omnipresente en todo el recorrido. Una vez abandonada Es Dolç rodeamos un saliente de costa, con el islote de Na Guardís justo enfrente, y aparecen un poco más adelante las playas de Es Carbó y ses Roquetes, protegidas por Na Moltona y Na Pelada, y sin elementos artificiales. Sin nadie que nos molestara solamente nos ocupamos de buscar la trazada buena sobre las algas, aunque algunas veces era la menos buena y nos reímos intentando pedalear con la rueda de la bici hundida hasta los cambios.
Después de superarlas sí que viene un largo tramo rocoso con un sendero marcado casi siempre pegado a la rejilla. Pero no es el único sitio posible para pedalear, puedes hacerlo sobre las rocas. Es muy divertido todo este tramo, vayas por donde vayas, intentando encontrar una trazada o simplemente conservando el equilibrio sobre la bicicleta. Este tramo se encuentra interrumpido por Cala en Tugores, también de arena. Una vez superada proseguimos nuestro particular envite rocoso. A veces permite alguna embalada pero la mayor parte del tiempo te exige mucha atención, pero de despacio que vas. Me imaginé que tal sería hacerlo con un poco más de velocidad, un poco más picados, como quién dice. Desde luego el sábado no era ese día y no había prisas.
Sobrepasado el Illot de Can Curt entramos en Es Caragol, flanqueada por dos puntas. La más lejana, la Punta Negra, con algunas construcciones marineras. También hay un chalet de veraneo de los dueños de S'Avall cerca de la playa, costumbre que vemos repetida en diversas calas y playas repartidas por nuestra geografía, como Cala Murta, Cala Tuent, s'Arenalet de Aubarca y otros.
Allí, en la Punta Negra, tuvimos el primer avituallamiento. Ya no íbamos a encontrar ninguna playa ni cala hasta bastantes metros más adelante. Solamente el faro de Cap Salines, con una especie de museo al aire libre de fitas, a cual más espectacular. A partir de este punto el terreno se pone un poco más rompepiernas ya que nos encaramamos a lo alto de los acantilados que se suceden sin interrupción dejándonos saborear bonitos escenarios. Después de cruzar una torrentera, el torrent d'en Barragot, nos encontramos con una de las calas más recónditas y bonitas de la isla, el Caló des Màrmols. No muy lejos se encuentra Cala Figuereta. A partir de este punto nos separamos de la costa para rutear por los caminos rurales del Rafal des Porcs, rodeando campos de cultivo y guiados por el GPS de Mayol, porque sino a ver quién es el guapo que sale de allí. No tengo el track de la ruta pero me dió la sensación de que íbamos recorriendo todos los puntos cardinales.
En una de estas fuimos a parar a un bosquecillo y semiescondida una estupenda bajadita con bastantes piedras y escalones que me gustaría saber quién se la comió entera. Ya estábamos en s'Almunía, con la playa con las casitas enfrente, alguna de ellas muy inapropiadas con el entorno. Se sale de ese hueco por unas escaleras, a tramos labradas, a tramos cementadas, que desembocan en una pequeña urbanización en lo alto, dominando la estupenda playa del Caló des Moro.
Quedaba la vuelta por carretera. Supongo que ya era tarde para regresar por donde habíamos venido. Hubiéramos necesitado más velocidad o dar la vuelta en el faro para llegar a tiempo. En principio eran unos quince kilómetros que se harían en menos de una hora, y bastante menos si se les deja pedalear a gusto. Pero había que salir de allí y el GPS se equivocaba o tenía datos erróneos porque nos metió donde no había salida. Rectificación para pillar asfalto y enseguida el primer pinchazo. Alguno aprovechó el impasse para recabar información sobre nuestra situación. La guiri le mostró un mapa. Gesto inútil porque si no sabemos donde estamos cómo vamos a saber hacia dónde ir. El español que pasó a continuación tenía más idea y nos encaminó hacia Llombards.
Hacia Ses Salines me quedé cortado; me esperaron pero fue un espejismo. Los cogí porque uno pinchó pero en lugar de salir el primero antes salgo con ellos y a los primeros metros vuelvo a quedar solo. Se acabó, voy a mi ritmo y ya llegaré. Para otro día iré más precavido.
Como hemos tenido una semana muy tranquila en el correo, con todos los xerraires importantes fuera de la isla, no había nada oficial anunciado para el fin de semana. A los que habían comentado algo les animé a venir a rutear por la playa pero no se animaron. Tan solo Pepe se decidió, y convenció a Toni para que nos acompañara. Éramos tres, con lo que fuí por mi cuenta para volver cuando acabara la ruta ya que supuse que se quedarían a comer en algún lado, como así fue, y yo quería felicitar a mi hijo por su cumpleaños antes de que se fuera por la tarde.
Habíamos quedado cerca del Centro de interpretación de Cabrera. Encontré a Pepe por ahí y salimos a calentar por el carril bici esperando a los retrasados. Me llamaron cuando llegaron y salimos que debían ser casi las diez hacia la Platja del Port, casi pegada al puerto. Un poco más lejos, Es Dolç. Por su proximidad se explota comercialmente, por eso se encuentra llena de hamacas y sombrillas, aunque a esa hora todavía sin ocupar, y la atravesamos buscando la arena más dura para poder rodar.
No sé si empieza aquí ya la valla que nos va acompañar durante una buena parte del trayecto y que nos separa de los terrenos de S'Avall, propiedad de la familia March, cuyas casas no se encuentran muy lejos. Lo cierto es que está omnipresente en todo el recorrido. Una vez abandonada Es Dolç rodeamos un saliente de costa, con el islote de Na Guardís justo enfrente, y aparecen un poco más adelante las playas de Es Carbó y ses Roquetes, protegidas por Na Moltona y Na Pelada, y sin elementos artificiales. Sin nadie que nos molestara solamente nos ocupamos de buscar la trazada buena sobre las algas, aunque algunas veces era la menos buena y nos reímos intentando pedalear con la rueda de la bici hundida hasta los cambios.
Después de superarlas sí que viene un largo tramo rocoso con un sendero marcado casi siempre pegado a la rejilla. Pero no es el único sitio posible para pedalear, puedes hacerlo sobre las rocas. Es muy divertido todo este tramo, vayas por donde vayas, intentando encontrar una trazada o simplemente conservando el equilibrio sobre la bicicleta. Este tramo se encuentra interrumpido por Cala en Tugores, también de arena. Una vez superada proseguimos nuestro particular envite rocoso. A veces permite alguna embalada pero la mayor parte del tiempo te exige mucha atención, pero de despacio que vas. Me imaginé que tal sería hacerlo con un poco más de velocidad, un poco más picados, como quién dice. Desde luego el sábado no era ese día y no había prisas.
Sobrepasado el Illot de Can Curt entramos en Es Caragol, flanqueada por dos puntas. La más lejana, la Punta Negra, con algunas construcciones marineras. También hay un chalet de veraneo de los dueños de S'Avall cerca de la playa, costumbre que vemos repetida en diversas calas y playas repartidas por nuestra geografía, como Cala Murta, Cala Tuent, s'Arenalet de Aubarca y otros.
Allí, en la Punta Negra, tuvimos el primer avituallamiento. Ya no íbamos a encontrar ninguna playa ni cala hasta bastantes metros más adelante. Solamente el faro de Cap Salines, con una especie de museo al aire libre de fitas, a cual más espectacular. A partir de este punto el terreno se pone un poco más rompepiernas ya que nos encaramamos a lo alto de los acantilados que se suceden sin interrupción dejándonos saborear bonitos escenarios. Después de cruzar una torrentera, el torrent d'en Barragot, nos encontramos con una de las calas más recónditas y bonitas de la isla, el Caló des Màrmols. No muy lejos se encuentra Cala Figuereta. A partir de este punto nos separamos de la costa para rutear por los caminos rurales del Rafal des Porcs, rodeando campos de cultivo y guiados por el GPS de Mayol, porque sino a ver quién es el guapo que sale de allí. No tengo el track de la ruta pero me dió la sensación de que íbamos recorriendo todos los puntos cardinales.
En una de estas fuimos a parar a un bosquecillo y semiescondida una estupenda bajadita con bastantes piedras y escalones que me gustaría saber quién se la comió entera. Ya estábamos en s'Almunía, con la playa con las casitas enfrente, alguna de ellas muy inapropiadas con el entorno. Se sale de ese hueco por unas escaleras, a tramos labradas, a tramos cementadas, que desembocan en una pequeña urbanización en lo alto, dominando la estupenda playa del Caló des Moro.
Quedaba la vuelta por carretera. Supongo que ya era tarde para regresar por donde habíamos venido. Hubiéramos necesitado más velocidad o dar la vuelta en el faro para llegar a tiempo. En principio eran unos quince kilómetros que se harían en menos de una hora, y bastante menos si se les deja pedalear a gusto. Pero había que salir de allí y el GPS se equivocaba o tenía datos erróneos porque nos metió donde no había salida. Rectificación para pillar asfalto y enseguida el primer pinchazo. Alguno aprovechó el impasse para recabar información sobre nuestra situación. La guiri le mostró un mapa. Gesto inútil porque si no sabemos donde estamos cómo vamos a saber hacia dónde ir. El español que pasó a continuación tenía más idea y nos encaminó hacia Llombards.
Hacia Ses Salines me quedé cortado; me esperaron pero fue un espejismo. Los cogí porque uno pinchó pero en lugar de salir el primero antes salgo con ellos y a los primeros metros vuelvo a quedar solo. Se acabó, voy a mi ritmo y ya llegaré. Para otro día iré más precavido.
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