El domingo no suele ser mi día habitual de salida aunque si se tercia y viene bien se puede repetir. Y repetí. Además con la ventaja de que hay un grupo que suele salir ese día y al que puedo acoplarme sin problemas aún sin avisar para compartir unas horas de buen pedaleo y compañerismo. Y así, sin pensármelo mucho, aparecí por el punto de reunión. No sabía quién iría porque habían tenido salida también el día anterior pero tampoco era ningún inconveniente, creo que al único que no había visto era a Gabi.
No tenían ruta programada y se nombró la enduro, está cerca, no es muy larga ni muy dura pero tiene para dar y tomar, tanto subiendo como bajando. Miki la conocía y apoyó la propuesta enseguida, los demás no opusieron resistencia, así que ya estábamos rodando en dirección Génova y de lo primero que nos dimos cuenta es del nuevo ramal que están haciendo enfrente de la entrada del colegio de Madre Alberta, y desde luego no es para bicis.
Partiendo de donde partimos se llega a punto de caramelo al inicio de la rampa importante ya pasado el golf y aún así tuve que poner un pie, estaba notando los kilómetros del día anterior, era evidente, pero no era cuestión de ir quejándose por tonterías, pronto llegaría la bajada y podría resarcirme. No la cronometré, por supuesto, la finalidad es otra, mucho más lúdica, lo que no quiere decir fácil, el primer tramo, el más empinado, es también el más roto y el que más atención y técnica requiere si queremos mantenernos encima de la bici. La segunda parte de esta bajada es una especie de torrentera muy rápida y pedregosa muy divertida que nos deja plenamente satisfechos, yo diría que con ganas de más, pero para eso habría que superar el paso intermedio, que no es más que un subidón de campeonato hacia lo alto de la sierra por una pista forestal.
Me confundí de calle, creía que era la de Santa Lavinya pero es la de Sant Tomàs la correcta. Sube el camino por una hondonada al principio aunque pronto enfila por la ladera buscando una mayor altura. Es superable en un cien por cien (casi) aunque ayer tuve que caminar algún tramo aparte del cementado. Las piernas me hacían chiribitas. Una vez arriba volvimos cresteando hacia el Coll des Pastors donde decidimos volver directos por el monumento, yo no quería más, no llevaba nada para comer pensando que haríamos una ruta más corta y solo esperaba que no se me acabara el agua. Sobreviví gracias a la caridad ajena y menos mal que la meteorología se mantuvo discreta y no nos castigó en demasía.
No tenían ruta programada y se nombró la enduro, está cerca, no es muy larga ni muy dura pero tiene para dar y tomar, tanto subiendo como bajando. Miki la conocía y apoyó la propuesta enseguida, los demás no opusieron resistencia, así que ya estábamos rodando en dirección Génova y de lo primero que nos dimos cuenta es del nuevo ramal que están haciendo enfrente de la entrada del colegio de Madre Alberta, y desde luego no es para bicis.
Partiendo de donde partimos se llega a punto de caramelo al inicio de la rampa importante ya pasado el golf y aún así tuve que poner un pie, estaba notando los kilómetros del día anterior, era evidente, pero no era cuestión de ir quejándose por tonterías, pronto llegaría la bajada y podría resarcirme. No la cronometré, por supuesto, la finalidad es otra, mucho más lúdica, lo que no quiere decir fácil, el primer tramo, el más empinado, es también el más roto y el que más atención y técnica requiere si queremos mantenernos encima de la bici. La segunda parte de esta bajada es una especie de torrentera muy rápida y pedregosa muy divertida que nos deja plenamente satisfechos, yo diría que con ganas de más, pero para eso habría que superar el paso intermedio, que no es más que un subidón de campeonato hacia lo alto de la sierra por una pista forestal.
Me confundí de calle, creía que era la de Santa Lavinya pero es la de Sant Tomàs la correcta. Sube el camino por una hondonada al principio aunque pronto enfila por la ladera buscando una mayor altura. Es superable en un cien por cien (casi) aunque ayer tuve que caminar algún tramo aparte del cementado. Las piernas me hacían chiribitas. Una vez arriba volvimos cresteando hacia el Coll des Pastors donde decidimos volver directos por el monumento, yo no quería más, no llevaba nada para comer pensando que haríamos una ruta más corta y solo esperaba que no se me acabara el agua. Sobreviví gracias a la caridad ajena y menos mal que la meteorología se mantuvo discreta y no nos castigó en demasía.