Unos amigos me habían propuesto acompañarles en una salida casi de iniciación el sábado, no son noveles pero habían tenido la bici aparcada durante un tiempo. Querían subir el Bunyolí y poco más para ir probando y yo aproveché para acompañarles y de paso ir a investigar un poco más allá la bajada hacia Puigpunyent, aquella que no hicimos hace unas semanas tentados por un bikero que nos encontramos por esos montes.
En un principio se trataba de recorrer completa la ruta que tengo pensada pero a la vista de la asistencia ya veía que no sería posible, al menos con todos los asistentes, por lo que me veía haciendo la última parte de la ruta en solitario. Nos encontramos en el Secar de la Real donde llegamos pedaleando Carlos y yo con los dos brothers Félix y Jose que llegaron con vehículo para partir hacia Bunyolí, últimamente muy visitado, aunque eso va por etapas, puedes ir cuatro semanas seguidas y después no aparecer por ahí en tres meses, y ya antes de traspasar la primera barrera ya tenía la bici patas arriba. Alguno se fijó en que la rueda trasera no está alineada con el basculante y nos paramos a averiguar porqué. Soltando la rueda del cierre se ve claro, la puntera sigue demasiado abierta para un eje de nueve, baila por un lado y al apretar queda desalineada. Por ahora no se puede hacer nada y seguimos. No mucho porque unas curvas más arriba oigo un crack y me giro esperando ver el cambio partido pero no, solamente ha sido un radio que sacamos con la llave. Félix y Jose se van mientras Carlos me apaña la llanta lo suficiente para poder continuar.
En eso que vienen por el camino las dos parejas de bikeros que nos encontramos la semana pasada, vuelven a entrenar por las inmediaciones. Partimos y debo pararme un poco más adelante al notar un tope en los pedales, menos mal que solamente es el trozo de radio que hemos dejado en el ojal que se engancha con los piñones. Lo doblamos con los alicates y para arriba. La verdad es que algunas veces se agradece que Carlos transporte todo ese arsenal de herramientas.
Esperaba que no tuviera más contratiempos y poder proseguir sin problemas el resto de la ruta. Alcanzamos a una de las chicas que decide poner pie a tierra al sobrepasarla. Después explicaba en la barrera que estaba subiendo con el plato mediano hasta que no pudo más. No me metí en la conversación pero hacer media subida con el mediano y el resto andando no me parece que sea una buena dosificación de fuerzas pero allá cada cual con su librillo. El que no había parado a darnos palique y había subido a ritmo era uno que ya volvía atrás y coincidimos en el momento de descanso, era Joanet maifren entrenando en solitario después de una noche de marcha.
Tocaba proseguir hacia arriba nuestro grupo mientras todos los demás iniciaban la retirada y como es de suponer a los más desentrenados les cuesta bastante llegar hasta Sobremunt aunque con el aliciente de que allí se acaba la subida. Y así, a tirones, vamos llegando al cruce. Y de allí a Ca na Lluïsa y el Pouet. Como viene siendo habitual el candado de la barrera está abierto y pasamos sin problemas aunque por la pista superior nos encontramos un pequeño rebaño de mulos? burros? asnos? La verdad es que no lo sabría decir con seguridad pero lo que nos reímos viendo a alguno pedalear con ganas fue poco.
Superado el incidente nos preparamos para lo que debía empezar a ser el descenso. Lo primero es el sendero sin apenas dificultades tras atravesar el segundo portillo aunque esté cerrado. Empiezan desde allí unas pistas que hay que seguir hasta las casas donde encontramos un cruce de caminos al otro lado debiendo tomar el menos evidente, de hecho fue el último que tomé cuando lo descubrí. Me acordaba vagamente de que había un coche por allí tirado, esta vez no lo vi, Carlos si, intentando como estaba poder llegar arriba sin poner pie, pero no lo conseguí, hay demasiados piedras. El tramo que viene a continuación es un poco especial, con esos virajes entre las rocas, creo que no lo he visto aún en otro lugar de la isla.
Ahí enfrente, tras el portillo, se encontraba lo que debía ser la bajada del día. Sigue más o menos como la recordaba, no muy difícil pero en un terreno que no podría calificarse como de trialera sino que es más bien freeride, es decir, fora camí, aunque puede seguirse sin problemas en su mayor parte. Decir que no gustó nada a mis acompañantes, es más de técnica y a ellos les gusta más la velocidad, aunque lo llevaron bastante bien y las críticas fueron constructivas, es de agradecer.
Enlazamos con la carretera y nos fuimos directos al súper. Allí compré algo de comida porque iba limpio y como estaba cantado los demás volvieron por carretera pero yo tenía que seguir adelante y probar la variante nueva, que sería llegar hasta Calvià. Me fui por carretera para acortar y tomo el camino desde delante la barrera de Son Cortey y esta vez me voy hasta el final, hasta na Morruda. Una vez saltada la barrera entramos en la finca por una pista ancha que ocupa una especie de valle por lo que para salir tendremos que tirar de riñones unos cientos de metros antes de llegar al asfalto. Ahora la bajada es rápida siguiendo las indicaciones hasta encontrar el sendero que nos llevará hasta el pueblo. Rápido y divertido, solamente con algún paso un poco más comprometido, nos dejará abajo en un momento.
Esta última parte de la ruta es la más pestosa, por asfalto, aunque algunas opciones para reducirlo existen pero desde luego ayer no era el día para recorrerlas. Hay que lograr reducir el horario en la primera parte porque ahí se nos va el santo al cielo, para ello estoy barajando otras posibilidades para llegar a Puigpunyent que posiblemente sean más rápidas, aunque sigo pensando que la bajada que realizamos es más que interesante.
En un principio se trataba de recorrer completa la ruta que tengo pensada pero a la vista de la asistencia ya veía que no sería posible, al menos con todos los asistentes, por lo que me veía haciendo la última parte de la ruta en solitario. Nos encontramos en el Secar de la Real donde llegamos pedaleando Carlos y yo con los dos brothers Félix y Jose que llegaron con vehículo para partir hacia Bunyolí, últimamente muy visitado, aunque eso va por etapas, puedes ir cuatro semanas seguidas y después no aparecer por ahí en tres meses, y ya antes de traspasar la primera barrera ya tenía la bici patas arriba. Alguno se fijó en que la rueda trasera no está alineada con el basculante y nos paramos a averiguar porqué. Soltando la rueda del cierre se ve claro, la puntera sigue demasiado abierta para un eje de nueve, baila por un lado y al apretar queda desalineada. Por ahora no se puede hacer nada y seguimos. No mucho porque unas curvas más arriba oigo un crack y me giro esperando ver el cambio partido pero no, solamente ha sido un radio que sacamos con la llave. Félix y Jose se van mientras Carlos me apaña la llanta lo suficiente para poder continuar.
En eso que vienen por el camino las dos parejas de bikeros que nos encontramos la semana pasada, vuelven a entrenar por las inmediaciones. Partimos y debo pararme un poco más adelante al notar un tope en los pedales, menos mal que solamente es el trozo de radio que hemos dejado en el ojal que se engancha con los piñones. Lo doblamos con los alicates y para arriba. La verdad es que algunas veces se agradece que Carlos transporte todo ese arsenal de herramientas.
Esperaba que no tuviera más contratiempos y poder proseguir sin problemas el resto de la ruta. Alcanzamos a una de las chicas que decide poner pie a tierra al sobrepasarla. Después explicaba en la barrera que estaba subiendo con el plato mediano hasta que no pudo más. No me metí en la conversación pero hacer media subida con el mediano y el resto andando no me parece que sea una buena dosificación de fuerzas pero allá cada cual con su librillo. El que no había parado a darnos palique y había subido a ritmo era uno que ya volvía atrás y coincidimos en el momento de descanso, era Joanet maifren entrenando en solitario después de una noche de marcha.
Tocaba proseguir hacia arriba nuestro grupo mientras todos los demás iniciaban la retirada y como es de suponer a los más desentrenados les cuesta bastante llegar hasta Sobremunt aunque con el aliciente de que allí se acaba la subida. Y así, a tirones, vamos llegando al cruce. Y de allí a Ca na Lluïsa y el Pouet. Como viene siendo habitual el candado de la barrera está abierto y pasamos sin problemas aunque por la pista superior nos encontramos un pequeño rebaño de mulos? burros? asnos? La verdad es que no lo sabría decir con seguridad pero lo que nos reímos viendo a alguno pedalear con ganas fue poco.
Superado el incidente nos preparamos para lo que debía empezar a ser el descenso. Lo primero es el sendero sin apenas dificultades tras atravesar el segundo portillo aunque esté cerrado. Empiezan desde allí unas pistas que hay que seguir hasta las casas donde encontramos un cruce de caminos al otro lado debiendo tomar el menos evidente, de hecho fue el último que tomé cuando lo descubrí. Me acordaba vagamente de que había un coche por allí tirado, esta vez no lo vi, Carlos si, intentando como estaba poder llegar arriba sin poner pie, pero no lo conseguí, hay demasiados piedras. El tramo que viene a continuación es un poco especial, con esos virajes entre las rocas, creo que no lo he visto aún en otro lugar de la isla.
Ahí enfrente, tras el portillo, se encontraba lo que debía ser la bajada del día. Sigue más o menos como la recordaba, no muy difícil pero en un terreno que no podría calificarse como de trialera sino que es más bien freeride, es decir, fora camí, aunque puede seguirse sin problemas en su mayor parte. Decir que no gustó nada a mis acompañantes, es más de técnica y a ellos les gusta más la velocidad, aunque lo llevaron bastante bien y las críticas fueron constructivas, es de agradecer.
Enlazamos con la carretera y nos fuimos directos al súper. Allí compré algo de comida porque iba limpio y como estaba cantado los demás volvieron por carretera pero yo tenía que seguir adelante y probar la variante nueva, que sería llegar hasta Calvià. Me fui por carretera para acortar y tomo el camino desde delante la barrera de Son Cortey y esta vez me voy hasta el final, hasta na Morruda. Una vez saltada la barrera entramos en la finca por una pista ancha que ocupa una especie de valle por lo que para salir tendremos que tirar de riñones unos cientos de metros antes de llegar al asfalto. Ahora la bajada es rápida siguiendo las indicaciones hasta encontrar el sendero que nos llevará hasta el pueblo. Rápido y divertido, solamente con algún paso un poco más comprometido, nos dejará abajo en un momento.
Esta última parte de la ruta es la más pestosa, por asfalto, aunque algunas opciones para reducirlo existen pero desde luego ayer no era el día para recorrerlas. Hay que lograr reducir el horario en la primera parte porque ahí se nos va el santo al cielo, para ello estoy barajando otras posibilidades para llegar a Puigpunyent que posiblemente sean más rápidas, aunque sigo pensando que la bajada que realizamos es más que interesante.