Empecinado desde hace tiempo con montar una nueva ruta con algunos caminos básicamente por los alrededores de Deià hemos ido estos últimos meses a la zona con resultados muy dispares, no quiero ni pensar en la penúltima, un auténtico despropósito, aunque eso no ha sido óbice para que lo intentara una vez más. Y para ello volví a convocar a aquellos que me acompañaron en esa ocasión y a algunos más que ya tocaba. Hasta tres se han descolgado muy a su pesar por causa mayor pero en cambio las ganas han podido más para Juan y Carlos que lo suyo sí que ha sido una hibernación en toda regla.
Así pues, la salida se ha convertido en un tête a tête entre poferos y morcillas, y así ha quedado reflejado en el momento de la salida cuando Pepe ha propuesto una variante más dura por el Coll de Son Gallard en lugar de la original por las ermitas y se ha llevado con él al grupo. Yo, como tenía que controlar el timing según el track previsto, he seguido la ruta original y conmigo han venido los morcillas más los dos colegas. Como no podía ser de otra manera el itinerario no ha supuesto complicación al tenerlo muy claro después del recorrido dominical de hace unas semanas.y más cuando parece que los cazadores se dedican ya a otros menesteres. Después de agruparnos nuevamente y con apenas unos minutos de pateo en las piernas nos hemos presentado en el Camí des Cingles donde les ha faltado tiempo para dejarme arriba poniéndome las protecciones con lo que he hecho toda la bajada sin guía, y aparte de estar húmeda en la zona de empedrado, sin más complicaciones.
Al llegar a Deià quería recorrer un corto tramo del Camí Reial, el único que queda que yo sepa de este recorrido con varias barreras que atravesar en un muy corto espacio de tiempo y muy difuminado por los olivares de la zona y por eso acabamos yendo por donde no era y saliendo a la carretera cuando da directo al Camí des Pont de sa Cala sin tocar asfalto. La bajada a la cala la recordaba más sencilla pero no te puedes fiar, hay que estar muy atento. Abajo en el puente daba el sol, todos teníamos calor y nos desabrigamos y comimos algo ya que estábamos en el punto más bajo de la ruta, todo lo que venía a continuación era subida, primero por el Camí de sa Pesta, el GR, con un tramo de pateo inicial forzoso pero después no tan forzoso, se puede intentar y lograr si uno se empeña. Tal es el siguiente tramo por el camí de Castelló con un escalonado muy factible aunque hay que abusar de mucha técnica y fuerza, sorprendió a muchos ese trayecto.
Cuando llegamos a la Font de ses Mentides recibí una llamada de Juan, volvía atrás con Carlos que a su vez había recibido una de su casa, creo que más o menos llegaron donde tenían previsto. A nosotros nos tocaba bajar ahora a nivel del mar, primero hasta la carretera por un camino asfaltado que se me hizo largo, después hacia Llucalcari por el camí vell, que no es más que un tramo de escalinata restaurado pero que preludia lo que nos vamos a encontrar después, una bajada antigua y escalonada con una dificultad importante donde es preciso apretarse los machos para no salir malparado como algunos ayer cuando fueron a dar con sus huesos en las matas aunque sin más consecuencias.
Imposible llegar al mar con las monturas, hay un desnivel importante cerca de la playa y como tampoco estamos en época de baños lo dejamos correr, aunque, como me imaginaba, este fue el tramo donde menos corrimos, el camino, si es que puede llamarse así, se ve constantemente interrumpido cuando no es por una rejilla es por un derrumbe o por los árboles caídos, dificultades que yendo andando son fácilmente superables pero que yendo en bici hacen que no puedas llevar un ritmo constante, aunque se ve claramente recompensado por la singularidad y belleza del lugar.
Más nos retrasamos ayer debido a los pinchazos, tres en el grupo que yo iba, uno mío y dos de Jose el Capitain en ambas ruedas; el mío de lo más tonto, de parado me desequilibro, el pie resbala y me caigo encima de unas zarzas, el resultado, golpe del manillar en una rodilla, de un pedal en la tibia y me llevo de recuerdo un pincho clavado en la cubierta donde no cubre la banda interior protectora. Sin mucha prisa por llegar ya que el día y el lugar acompañaban nos reunimos todos en la cala para afrontar la vuelta y este era otro de los aspectos que debía valorar de esta ruta ya que normalmente los pocos kilómetros de carretera entre las dos poblaciones se hacen eternos ya que la mayoría son cuesta arriba. No me preocupaba la subida al pueblo por el camí des Ribassos, es ciclable casi en su totalidad, aunque ese detalle pareció no convencer a los morcillas que se marcharon en tropel por el asfalto sin hacer caso a nuestros requerimientos. Es una opción peor primero porque es más largo (creo), segundo porque es asfalto, y entre eso y un camino espectacular y ciclable no hay color, y tercero porque aún añade más kilómetros de carretera a la vuelta.
Nosotros salimos a la carretera antes que ellos y nos aprestamos a afrontar el retorno de la mejor manera posible aunque por el desgaste que llevaba ya intuía que sería más a trancas y barrancas que un paseo bajo el sol. Albert y yo íbamos siempre más retrasados y los compañeros nos iban esperando cada cierto tiempo para no dejarnos tirados. En el cruce de Miramar Pepe plantea seriamente la opción que yo había marcado y aunque algunos se sentían capaces yo me veía ya en las últimas y la descarté, y también la vuelta por la ermita donde se fueron Pepe, Jolan y Torito. En ese punto ya nos pillaron Kiko y el bombero, que por cierto se había hecho la ruta con zapatillas normales, que volvían a por la furgoneta para recoger a los demás que iban más retrasados, yo no lo hice y los esperé en el sitio de siempre mientras llegaba el trío disidente que habían ido a hacer una parada espiritual en la ermita. La espera me dio tiempo a que me doliera todo el cuerpo, no me cuadraba la ruta real con la traza mental, fue mucho más dura de lo que suponía y aunque los números totales no eran muy altos el desgaste sí lo fue y solo puedo atribuirlo a un defecto de forma, esperemos que pasajero. De todas maneras no me acaba de gustar el final y he estado cavilando la manera de cuadrarlo de otra manera y de paso añadir algún que otro itinerario de la zona de Sóller que aún falta por intercalar en alguna ruta, que será más corta, sí, pero sin prácticamente asfalto.
Así pues, la salida se ha convertido en un tête a tête entre poferos y morcillas, y así ha quedado reflejado en el momento de la salida cuando Pepe ha propuesto una variante más dura por el Coll de Son Gallard en lugar de la original por las ermitas y se ha llevado con él al grupo. Yo, como tenía que controlar el timing según el track previsto, he seguido la ruta original y conmigo han venido los morcillas más los dos colegas. Como no podía ser de otra manera el itinerario no ha supuesto complicación al tenerlo muy claro después del recorrido dominical de hace unas semanas.y más cuando parece que los cazadores se dedican ya a otros menesteres. Después de agruparnos nuevamente y con apenas unos minutos de pateo en las piernas nos hemos presentado en el Camí des Cingles donde les ha faltado tiempo para dejarme arriba poniéndome las protecciones con lo que he hecho toda la bajada sin guía, y aparte de estar húmeda en la zona de empedrado, sin más complicaciones.
Al llegar a Deià quería recorrer un corto tramo del Camí Reial, el único que queda que yo sepa de este recorrido con varias barreras que atravesar en un muy corto espacio de tiempo y muy difuminado por los olivares de la zona y por eso acabamos yendo por donde no era y saliendo a la carretera cuando da directo al Camí des Pont de sa Cala sin tocar asfalto. La bajada a la cala la recordaba más sencilla pero no te puedes fiar, hay que estar muy atento. Abajo en el puente daba el sol, todos teníamos calor y nos desabrigamos y comimos algo ya que estábamos en el punto más bajo de la ruta, todo lo que venía a continuación era subida, primero por el Camí de sa Pesta, el GR, con un tramo de pateo inicial forzoso pero después no tan forzoso, se puede intentar y lograr si uno se empeña. Tal es el siguiente tramo por el camí de Castelló con un escalonado muy factible aunque hay que abusar de mucha técnica y fuerza, sorprendió a muchos ese trayecto.
Cuando llegamos a la Font de ses Mentides recibí una llamada de Juan, volvía atrás con Carlos que a su vez había recibido una de su casa, creo que más o menos llegaron donde tenían previsto. A nosotros nos tocaba bajar ahora a nivel del mar, primero hasta la carretera por un camino asfaltado que se me hizo largo, después hacia Llucalcari por el camí vell, que no es más que un tramo de escalinata restaurado pero que preludia lo que nos vamos a encontrar después, una bajada antigua y escalonada con una dificultad importante donde es preciso apretarse los machos para no salir malparado como algunos ayer cuando fueron a dar con sus huesos en las matas aunque sin más consecuencias.
Imposible llegar al mar con las monturas, hay un desnivel importante cerca de la playa y como tampoco estamos en época de baños lo dejamos correr, aunque, como me imaginaba, este fue el tramo donde menos corrimos, el camino, si es que puede llamarse así, se ve constantemente interrumpido cuando no es por una rejilla es por un derrumbe o por los árboles caídos, dificultades que yendo andando son fácilmente superables pero que yendo en bici hacen que no puedas llevar un ritmo constante, aunque se ve claramente recompensado por la singularidad y belleza del lugar.
Más nos retrasamos ayer debido a los pinchazos, tres en el grupo que yo iba, uno mío y dos de Jose el Capitain en ambas ruedas; el mío de lo más tonto, de parado me desequilibro, el pie resbala y me caigo encima de unas zarzas, el resultado, golpe del manillar en una rodilla, de un pedal en la tibia y me llevo de recuerdo un pincho clavado en la cubierta donde no cubre la banda interior protectora. Sin mucha prisa por llegar ya que el día y el lugar acompañaban nos reunimos todos en la cala para afrontar la vuelta y este era otro de los aspectos que debía valorar de esta ruta ya que normalmente los pocos kilómetros de carretera entre las dos poblaciones se hacen eternos ya que la mayoría son cuesta arriba. No me preocupaba la subida al pueblo por el camí des Ribassos, es ciclable casi en su totalidad, aunque ese detalle pareció no convencer a los morcillas que se marcharon en tropel por el asfalto sin hacer caso a nuestros requerimientos. Es una opción peor primero porque es más largo (creo), segundo porque es asfalto, y entre eso y un camino espectacular y ciclable no hay color, y tercero porque aún añade más kilómetros de carretera a la vuelta.
Nosotros salimos a la carretera antes que ellos y nos aprestamos a afrontar el retorno de la mejor manera posible aunque por el desgaste que llevaba ya intuía que sería más a trancas y barrancas que un paseo bajo el sol. Albert y yo íbamos siempre más retrasados y los compañeros nos iban esperando cada cierto tiempo para no dejarnos tirados. En el cruce de Miramar Pepe plantea seriamente la opción que yo había marcado y aunque algunos se sentían capaces yo me veía ya en las últimas y la descarté, y también la vuelta por la ermita donde se fueron Pepe, Jolan y Torito. En ese punto ya nos pillaron Kiko y el bombero, que por cierto se había hecho la ruta con zapatillas normales, que volvían a por la furgoneta para recoger a los demás que iban más retrasados, yo no lo hice y los esperé en el sitio de siempre mientras llegaba el trío disidente que habían ido a hacer una parada espiritual en la ermita. La espera me dio tiempo a que me doliera todo el cuerpo, no me cuadraba la ruta real con la traza mental, fue mucho más dura de lo que suponía y aunque los números totales no eran muy altos el desgaste sí lo fue y solo puedo atribuirlo a un defecto de forma, esperemos que pasajero. De todas maneras no me acaba de gustar el final y he estado cavilando la manera de cuadrarlo de otra manera y de paso añadir algún que otro itinerario de la zona de Sóller que aún falta por intercalar en alguna ruta, que será más corta, sí, pero sin prácticamente asfalto.