Hace dos semanas me dió por ir a Génova. El nombre de esta barriada siempre me ha sonado como a fuera de lugar, Génova..., y tampoco sé a qué viene exactamente. Eso sí, todos la conocen, se ha hecho famosa por sus restaurantes y quizás ahora un poco menos, por sus cuevas. Algunos de sus locales gastronómicos han cerrado pero la gruta aún resiste. También, y eso es más que evidente, conserva la enorme amputación de buena parte de sus montes en lo que fue un gigantesco traslado en masa desde las montañas hasta el mar.
Pero por lo que realmente interesa a los bikeros es por su fácil acceso a las alturas de Na Burguesa a través de la carreterita que sube hasta el monumento de la Inmaculada Concepción, sí señores, un poco asexuada pero virgen al fin y al cabo (lo digo porque algunos creen ver cristos donde no los hay). Pero ni eso nos interesa, ahí de lo que se trata es de ver cuánto tardamos y con qué desarrollo subimos aquellas cuestas (yo eso me lo guardo para mis propias estadísticas).
La cosa fue bien pero como tenía hora fijada de vuelta no pasé de la explanada y volví atrás. Quise atajar para hacer un recto entre dos curvas y aunque la entrada está definida el resto no y no me gustó, ya lo había intentado alguna que otra vez pero veo que por sí solo no mejorará y tuve que salir andando, después prácticamente volví a casa por donde había venido sin más historia.
El sábado siguiente, o sea, anteayer, daban lluvia pero no hice caso. Lo que sí hice fue dormir a pierna suelta como no lo había hecho en muchas semanas, lo bien que me sentó!!. Con tales planes no es de extrañar que saliera de casa a las diez en punto con un destino incierto, hacia poniente más o menos. Me entretuve en dar un rodeo por el bosque de Son Rapinya para salir a la rotonda de los militares y empezar la subida al coll de sa Creu por carretera.
Y fue nada más acabar de charlar con Sito al que me encontré bajando solo por allí cuando empezó a caer una buena, pero como ya estaba a medio camino, proseguí. A los únicos que me encontré fue a varios carreteros que bajaban muy prudentemente por no decir otra cosa, los vehículos permanecían mudos en los garages.
Tal vez mi intención era tocar el mínimo asfalto posible en la vuelta y eso se consigue recorriendo caminos y pistas laterales, tal vez agrícolas y más de una a propósito de la línea eléctrica que atraviesa la sierra, pero el ir empapado pero más el cartel que restringe la circulación de ciclistas y senderistas en unos días determinados por esos caminos (y el sábado es uno de ellos, y además por partida doble ya que era también festivo) me hizo recular en mi decisión de hurgar por la montaña y volví por el asfalto como si no fuera capaz de hacer otra cosa, así que la ruta terminó allí en esos momentos.
Pero el domingo quizás podría resarcirme de algún modo y aproveché un “hueco” para escaparme y como me levanté temprano (entre comillas) me dirigí otra vez a por las rampas del monumento pero esta vez seguiría adelante. Y así fue, aunque un poco mosca porque me había pasado un ciclista a buen ritmo antes de llegar al semáforo, luego giró a la derecha y no volví a verle el pelo aunque tampoco me pareció que fuera pertrechado como para ir a rodar por tierra, quizás no subió, era la excusa que me ponía.
Lo cierto es que subió otro detrás de mí que no paró en la explanada y continuó hacia arriba. Yo salí tras él al cabo de unos minutos pero tampoco lo vi en todo el recorrido, podría decir mil cosas aquí sobre si iba a la caza o no, si influyó, o no, el hecho de saber que tienes a alguien delante en tu propio ritmo, podría adornarlo como quisiera pero la verdad es que siempre influye, poco o mucho, pero influye, y no lo vi.
Volví a encontrarlo en el coll des Pastors preparándose para la partida pero se ve que teníamos el día del mutis los dos y no nos dirigimos la palabra, ni un triste uep. Al que sí se la dirigí fue a Juan Carles bou (espero no equivocarme) que se paró a saludarme mientras yo estaba rumiando el siguiente paso a dar. Hacía meses que no nos veíamos ya que estos últimos ídems he estado un poco desconectado del tejemaneje cotidiano de las salidas de los compañeros y harían falta largas horas para ponerme al día de todos los cotilleos pero al menos unos saludos de cortesía no faltaron.
Me volví a quedar con las dudas de por donde tirar tras su partida, tenía lo fácil por los rampones de cemento y carretera o algo más alocado por las pistas de Bendinat o Costa d'en Blanes y entonces me pregunté que porqué no una bajadita por la Coma de s'Arc, pero de relax, nada de locadas. Y así lo quise empezar pero parecía que se me había olvidado manejar una bici, que torpe!!! demasiado lento, contraviniendo la norma de alcanzar la velocidad de crucero necesaria para sobrepasar los obstáculos y no que estos te paren a tí.
Después de superar el primer tramo encajonado y salir al espacio abierto es cuando te puedes soltar un poco más sin muchos agobios y tras llegar al fondo de la coma y cambiar de vertiente el camino se estabiliza un poco y te obliga a dar pedales en algunos tramos. Por ahí ya había recuperado un poco la confianza y me estaba divirtiendo, así que procuré que fuera así hasta llegar al túnel de la autopista.
Realmente hacía tiempo que no tocaba un camino puro de montaña, creo que el último fue el día del barranco y no fue precisamente divertido aunque se trató de una “indisposición mecánica”, unida a mi falta de tacto, claro, por eso no las tenía todas conmigo al empezar la bajada aunque, vuelvo a repetir, las tornas cambiaron a medida que iban pasando los minutos, menos mal, la torpeza quizás no sea permanente.
Pero por lo que realmente interesa a los bikeros es por su fácil acceso a las alturas de Na Burguesa a través de la carreterita que sube hasta el monumento de la Inmaculada Concepción, sí señores, un poco asexuada pero virgen al fin y al cabo (lo digo porque algunos creen ver cristos donde no los hay). Pero ni eso nos interesa, ahí de lo que se trata es de ver cuánto tardamos y con qué desarrollo subimos aquellas cuestas (yo eso me lo guardo para mis propias estadísticas).
La cosa fue bien pero como tenía hora fijada de vuelta no pasé de la explanada y volví atrás. Quise atajar para hacer un recto entre dos curvas y aunque la entrada está definida el resto no y no me gustó, ya lo había intentado alguna que otra vez pero veo que por sí solo no mejorará y tuve que salir andando, después prácticamente volví a casa por donde había venido sin más historia.
El sábado siguiente, o sea, anteayer, daban lluvia pero no hice caso. Lo que sí hice fue dormir a pierna suelta como no lo había hecho en muchas semanas, lo bien que me sentó!!. Con tales planes no es de extrañar que saliera de casa a las diez en punto con un destino incierto, hacia poniente más o menos. Me entretuve en dar un rodeo por el bosque de Son Rapinya para salir a la rotonda de los militares y empezar la subida al coll de sa Creu por carretera.
Y fue nada más acabar de charlar con Sito al que me encontré bajando solo por allí cuando empezó a caer una buena, pero como ya estaba a medio camino, proseguí. A los únicos que me encontré fue a varios carreteros que bajaban muy prudentemente por no decir otra cosa, los vehículos permanecían mudos en los garages.
Tal vez mi intención era tocar el mínimo asfalto posible en la vuelta y eso se consigue recorriendo caminos y pistas laterales, tal vez agrícolas y más de una a propósito de la línea eléctrica que atraviesa la sierra, pero el ir empapado pero más el cartel que restringe la circulación de ciclistas y senderistas en unos días determinados por esos caminos (y el sábado es uno de ellos, y además por partida doble ya que era también festivo) me hizo recular en mi decisión de hurgar por la montaña y volví por el asfalto como si no fuera capaz de hacer otra cosa, así que la ruta terminó allí en esos momentos.
Pero el domingo quizás podría resarcirme de algún modo y aproveché un “hueco” para escaparme y como me levanté temprano (entre comillas) me dirigí otra vez a por las rampas del monumento pero esta vez seguiría adelante. Y así fue, aunque un poco mosca porque me había pasado un ciclista a buen ritmo antes de llegar al semáforo, luego giró a la derecha y no volví a verle el pelo aunque tampoco me pareció que fuera pertrechado como para ir a rodar por tierra, quizás no subió, era la excusa que me ponía.
Lo cierto es que subió otro detrás de mí que no paró en la explanada y continuó hacia arriba. Yo salí tras él al cabo de unos minutos pero tampoco lo vi en todo el recorrido, podría decir mil cosas aquí sobre si iba a la caza o no, si influyó, o no, el hecho de saber que tienes a alguien delante en tu propio ritmo, podría adornarlo como quisiera pero la verdad es que siempre influye, poco o mucho, pero influye, y no lo vi.
Volví a encontrarlo en el coll des Pastors preparándose para la partida pero se ve que teníamos el día del mutis los dos y no nos dirigimos la palabra, ni un triste uep. Al que sí se la dirigí fue a Juan Carles bou (espero no equivocarme) que se paró a saludarme mientras yo estaba rumiando el siguiente paso a dar. Hacía meses que no nos veíamos ya que estos últimos ídems he estado un poco desconectado del tejemaneje cotidiano de las salidas de los compañeros y harían falta largas horas para ponerme al día de todos los cotilleos pero al menos unos saludos de cortesía no faltaron.
Me volví a quedar con las dudas de por donde tirar tras su partida, tenía lo fácil por los rampones de cemento y carretera o algo más alocado por las pistas de Bendinat o Costa d'en Blanes y entonces me pregunté que porqué no una bajadita por la Coma de s'Arc, pero de relax, nada de locadas. Y así lo quise empezar pero parecía que se me había olvidado manejar una bici, que torpe!!! demasiado lento, contraviniendo la norma de alcanzar la velocidad de crucero necesaria para sobrepasar los obstáculos y no que estos te paren a tí.
Después de superar el primer tramo encajonado y salir al espacio abierto es cuando te puedes soltar un poco más sin muchos agobios y tras llegar al fondo de la coma y cambiar de vertiente el camino se estabiliza un poco y te obliga a dar pedales en algunos tramos. Por ahí ya había recuperado un poco la confianza y me estaba divirtiendo, así que procuré que fuera así hasta llegar al túnel de la autopista.
Realmente hacía tiempo que no tocaba un camino puro de montaña, creo que el último fue el día del barranco y no fue precisamente divertido aunque se trató de una “indisposición mecánica”, unida a mi falta de tacto, claro, por eso no las tenía todas conmigo al empezar la bajada aunque, vuelvo a repetir, las tornas cambiaron a medida que iban pasando los minutos, menos mal, la torpeza quizás no sea permanente.
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