Sobran las palabras, y faltan frenos

Lo tenía ya decidido desde la semana pasada, volvería a Galatzó, pero para variar un poco el recorrido y vislumbrar otras perspectivas decidí empezar desde Puigpunyent y eso me daría pie a investigar otro camino del que no tenía idea ni constancia porque ni siquiera figura en los mapas ni había visto traza que yo recuerde pero que alguien me comentó que se había bajado, yo desde luego no. Y hacia allá me fui.

Como dije, comencé en Puigpunyent y sin complicarme la vida emprendí la subida por carretera hacia Galilea procurando mantener un pedaleo constante hasta la cima a fin de entonar el cuerpo adecuadamente. No ha lugar a la parada al llegar arriba, estamos en el inicio de la ruta aunque por la hora alguno podría pensar que llevaba un par de horas rodando, no es así y busco enseguida el desvío hacia la bajada directa a Galatzó. No hace mucho la hice después de un largo paréntesis y ahora la volvía a repetir aunque esta vez mucho más pausado ya que debía estar atento a un desvío que de todas formas me pasé y que no fue por ir rápido, llevaba semanas, más bien meses, quejándome para mis adentros de lo inadecuado del ajuste de la horquilla en las bajadas, con un rebote muy vivo que me hacía perder confianza en cuanto aparecían las irregularidades en el suelo y que me hacían detenerme con cierta frecuencia.

Y estando parado escudriñé el entorno y desde abajo se veía mejor que desde arriba desde luego, el muro de sustentación estaba claramente a la vista, imposible de ver bajando, por lo que retrocedí hasta su intersección apareciendo un itinerario marcado pero sucio de vegetación y en ligera subida al que hay que atacar con decisión no obstante. El objetivo final está claro, no puede tratarse más que del bosquecillo de pinos que destaca en la cima de esa elevación y que en todo su alrededor han desaparecido. Al llegar perdí de vista el camino y seguí unos hitos desperdigados y de formas digamos, poco convencionales, todo ese trayecto lo hice andando dado el firme rocoso y roto que estaba pisando.

No me cuadraba nada de eso con lo que me había imaginado así que deambulaba de aquí para allá buscando algo con más consistencia, y de repente lo vi a mi derecha un poco más abajo y al llegar comprobé que continuaba subiendo por lo que subí para comprobar donde me había desviado y tenerlo bien claro la próxima vez que pase por allí. Una vez atados todos los hilos podía empezar el descenso propiamente dicho y este fue más largo y divertido de lo habría podido pensar al ajustar debidamente la suspensión, en un principio ni siquiera era un descenso, mayormente plano con alguna subida, casi todo ciclable en un terreno rocoso y técnico, más o menos como la parte de bajada que viene a continuación, el típico terreno donde si no lo enganchas bien desde el principio te va parando cada dos por tres pero que por poco que controles y domines un poco la situación te divierte como nunca.

Más abajo enlaza con una pista que te deja en la carretera, justo en el inicio de la subida a Galilea, muy cerca de la entrada de Galatzó a la que no me dirigí en un primer momento porque quería comprobar si era capaz de encontrar la entrada (más bien salida) de Son Martí y creí encontrarla en una curva, de hecho es una pista clara que cruza la carretera pero que ahora mismo dudo de que sea esa. Regreso hacia abajo para adentrarme en la finca cuando me cruzo con el único bikero que vi en toda la mañana. Mi próxima parada son las mesas junto a las casas, estas ya las visité hace poco y estarán exactamente igual así que omito la visita, debo reponer fuerzas para lo que me espera que en esos momentos no sé exactamente qué es, tengo que reconocerlo, solo sé que tengo que seguir una ancha pista bastante larga que solamente he recorrido de bajada y aunque la recuerdo rápida no me consta que tenga una inclinación exagerada como la de ses Planes, por ejemplo, que no conocía. Efectivamente todo transcurre según lo esperado, camino fácil y sin complicaciones mientras me voy cruzando con excursionistas, algunos quedan por las inmediaciones y otros se aprestan a empezar el ascenso. Yo también hago lo mismo y aunque el camino se deja ciclar algunos metros solo consigo llegar montado hasta la curva del pino, me acuerdo de esa curva y de que el camino es, o era, bastante jodido de bajar pero ya que estoy allí ¿porqué no subirlo?.

Y es lo que hago, empiezo a caminar y a empujar, nada de cargarse la bici a la espalda, el camino es largo y no hay porqué padecer en exceso, así que a empujar se ha dicho. Decir y hacer porque el trayecto dura lo suyo y tira para arriba sin remisión aunque a base de curvas se suaviza un poco la pendiente y eso ayuda. Compruebo también que está bastante limpio aunque no sabría decir si se ha retocado o no, lo que es seguro es que tras la declaración GR algo ha cambiado, las fotos aéreas lo demuestran. Llego al cruce y giro a la izquierda pero si en un primer momento llegué a pensar de continuar hacia s'Esclop no creo que este sea el día, seguramente es tarde aunque no quiero comprobar la hora, lo que sé es que tengo que volver de donde he venido y ahí me surge alguna duda, ¿por ses Serveres o por donde he subido? Es lo que me preguntan algunos excursionistas que se pasean por allí y no les doy una respuesta firme aunque la hondonada parece que me está llamando a gritos, “ven, ven, ya me has catado, puedes hacerlo”, ¿quién puede resistirse a esos cantos de sirena?, seguro que lo haré mejor después de haber retocado el ajuste de rebote de la horquilla anteriormente y haberme sentido mucho más estable y seguro, así que adelante.

Lo único que tengo que hacer es esperar un poco que se despeje el camino porque en unos minutos ha aumentado bastante el tráfico humano. Voy, los que me acompañaban me dejan pasar y me animan, dejo pasar a su vez a dos que suben y ya no me cruzo con nadie más, solo yo y el camino, porque no ves nada más que lo que tienes a tres metros adelante, tu única preocupación es sortear las piedras y mantenerte sobre la bici, no vas de turismo, para eso ya he tenido la subida, a lo único que aspiro es a no tener que bajarme de la burra y pasar todas las dificultades de la mejor manera posible y a fe que lo consigo aunque en un par de ocasiones debo rectificar, mi torpeza no desaparecerá de un día para otro y seguramente “de un día para otro” también sobre pero se siente ese chute en vena que te hace levitar, pero lo que no levita es la bici y así me lo recuerda el llantazo que le pego en una piedra cualquiera de la pista mientras voy bajando sin miramientos, y claro, al volver a ponerme en marcha parece que voy atrancado, mira prim, ves alerta.

Vuelvo directo hacia el Ratxo pero esta vez subiré por la carretera y puedo asegurar que es mejor el camino que esas rampas de m... y de infausto recuerdo, pero bueno, superadas quedan. Es todo asfalto lo que me queda y aunque sé que hay alguna alternativa no tengo tiempo de buscarla y tiro directo hasta el pueblo, otro día lo haré, de hecho Puigpunyent seguro que me va a deparar muchas sorpresas, y de las buenas, en los meses venideros, es una zona de la que no conozco ni la mitad al ser itinerarios por los que no se circula habitualmente, digamos que están fuera del circuito y a ellos dedicaré mis esfuerzos en un futuro próximo.


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