Las 7 de la mañana es un poco pronto para llegar y partir de hora desde Algaida, pero como voy con el director-productor-guionista de los videos me tengo que adaptar a sus horarios pero mira por donde a muchos del grupo le pasó lo que a mí, durmió poco por la noche, tuvimos una temperatura que no es normal, pero ¿qué ha sido normal en este año? y lo triste es que aún queda mucha tela que cortar, pero mejor no continuar por esta línea, centrémonos en lo que hemos venido a realizar y la verdad es que no tengo ni idea, me voy a poner a pedalear siguiendo a alguien y que sea lo que dios quiera, o lo que quiera el guía, que para eso se lo curra, es bonito eso de que nadie no ya diga, siquiera piense en plantear alguna modificación a la ruta, a mí si me dejan tirado a mitad de camino seguro no sabría volver porque la mayoría del tiempo ni flores de donde estoy, sigamos la estela.
Y recalco lo de la temperatura porque fue nada más salir, a un par de kilómetros, cuando me dí cuenta de que no estaba grabando la ruta y paré lo que aprovecharon unos cuantos para quitarse prendas, y eso que aún íbamos en llano. Más o menos fue por esos lugares cuando Carlos se tuvo que volver, alguna pieza del cambio se le partió y hacía tope piñones con roldana, para casa.
Imposible relatar el itinerario, me dijeron que pasamos por Marte, una zona especial de la cual había oído hablar pero que situaba más cerca de Llucmajor, son esas típicas zonas de bosque, como islas de vegetación, que han quedado rodeadas de terrenos cultivados y surcadas de numerosos senderos y pistas sin prácticamente dificultades técnicas pero muy agradecidas para pedalear.
Alternamos todo tipo de tramos mientras nos dirigimos a Randa, ese llogaret perteneciente a Algaida, puerta de entrada al puig de Randa, lugar emblemático y escogido para ubicar allí varios santuarios y monasterios, Gràcia, Sant Honorat y Cura, además de algunos elementos etnológicos históricos importantes y cómo no, también radares y antenas de todo tipo jalonan la cima, lo moderno conviviendo con lo antiguo en armonía.
El primer escollo de la subida lo encontramos nada más atravesar el caserío cuando nos adentramos en el torrente para circular por el sendero que lo recorre, la humedad y los resaltes rocosos pone a cada uno en su sitio, pero es un buen comienzo. Le sigue un camino más elaborado donde es más fácil pedalear sin contratiempos aunque hay que tomárselo en serio para llegar arriba sin poner pie pero aquí la fuerza bruta cuenta y mucho. Los siguientes tramos de camino los dejamos aparte por ser demasiado complicados en subida y tomamos solamente el del mirador adivinando ya el merecido descanso, está justo al lado de la carretera y donde la vista es sencillamente espectacular, la isla se queda pequeña ahí arriba.
No pudimos dejar pasar la oportunidad de rodar por todo el recinto exterior del monasterio donde nos preparamos para lo que sería la primera y casi única bajada del día, hay varias para elegir, supongo que hicimos la de Castellitx si no me equivoco y que debe ser la que hicimos una vez, puede que dos, pero hace mucho tiempo, tanto que ni cuenta como tal, lo único que sé seguro es de que nos bajamos de la bici unas cuantas veces, ¿cómo será hoy? Quién lo sabe pero seguro que no será mucho mejor, lo primero que había notado cuando me monté en la bici en el aparcamiento es de que chirriaba el freno de delante, no va a chirriar si solo queda el metal, y de tal manera que valoro muy seriamente tomar las de villadiego ahí mismo, hubiera sido de récord ya que Carlos al menos duró un par de kilómetros pero me dejo convencer fácilmente y parto con el grupo.
El tramito de llaneo hasta la primera curva me anima bastante pero no lo suficiente para superar todos los pasos pero sí para dejarme muy contento en general, no lo vi imposible. Me iba acordando de algunos detalles mientras íbamos pasando pero al llegar a la carretera se evaporaron los recuerdos y nosotros volvimos a meternos por los caminos para enlazar una carretera comarcal con otra y volver a desviarnos para realizar el último bucle parando en el talaiot de Son Coll Nou que aunque conserva las paredes está empequeñecido por toda la vegetación que lo rodea, buen lugar para descansar un poco del trajín que llevábamos.
El camí vell de Porreres es donde más lejos vamos a llegar, lo recorremos unos metros y volvemos a encarrilar otro camino, también de Son Coll para iniciar la vuelta atravesando otra vez el bosque y ya cuando salíamos, con el camino del cementerio asfaltado a la vista, pinché. Reventé mejor dicho, son dos agujeros y no pequeños, fue justo cuando nos cruzamos con un grupo de señoras que nos preguntaron algo, me retuve a contestar y ya no arranqué de nuevo, y los demás ya habían llegado al asfalto y habían empezado a bajar piñones por lo que tuve que reparar yo solo ya que las señoras tampoco se ofrecieron a ayudar, aunque en estos casos la ayuda es más bien simbólica. Ya estaba hinchando cuando sonó el teléfono, alguien se había dado cuenta de que no estaba, pero no contesté, envié un mensaje que después comprobé que no había salido, por eso me llamaron otra vez cuando ya estaba de camino y tampoco contesté, me faltaba solo dar la curva para llegar al aparcamiento y ni siquiera hizo falta ya que Sito me estaba esperando allí, teníamos el tiempo justo de empacar y partir, la cerveza en casa saboreando la ruta y la cebada tranquilamente.
Y recalco lo de la temperatura porque fue nada más salir, a un par de kilómetros, cuando me dí cuenta de que no estaba grabando la ruta y paré lo que aprovecharon unos cuantos para quitarse prendas, y eso que aún íbamos en llano. Más o menos fue por esos lugares cuando Carlos se tuvo que volver, alguna pieza del cambio se le partió y hacía tope piñones con roldana, para casa.
Imposible relatar el itinerario, me dijeron que pasamos por Marte, una zona especial de la cual había oído hablar pero que situaba más cerca de Llucmajor, son esas típicas zonas de bosque, como islas de vegetación, que han quedado rodeadas de terrenos cultivados y surcadas de numerosos senderos y pistas sin prácticamente dificultades técnicas pero muy agradecidas para pedalear.
Alternamos todo tipo de tramos mientras nos dirigimos a Randa, ese llogaret perteneciente a Algaida, puerta de entrada al puig de Randa, lugar emblemático y escogido para ubicar allí varios santuarios y monasterios, Gràcia, Sant Honorat y Cura, además de algunos elementos etnológicos históricos importantes y cómo no, también radares y antenas de todo tipo jalonan la cima, lo moderno conviviendo con lo antiguo en armonía.
El primer escollo de la subida lo encontramos nada más atravesar el caserío cuando nos adentramos en el torrente para circular por el sendero que lo recorre, la humedad y los resaltes rocosos pone a cada uno en su sitio, pero es un buen comienzo. Le sigue un camino más elaborado donde es más fácil pedalear sin contratiempos aunque hay que tomárselo en serio para llegar arriba sin poner pie pero aquí la fuerza bruta cuenta y mucho. Los siguientes tramos de camino los dejamos aparte por ser demasiado complicados en subida y tomamos solamente el del mirador adivinando ya el merecido descanso, está justo al lado de la carretera y donde la vista es sencillamente espectacular, la isla se queda pequeña ahí arriba.
No pudimos dejar pasar la oportunidad de rodar por todo el recinto exterior del monasterio donde nos preparamos para lo que sería la primera y casi única bajada del día, hay varias para elegir, supongo que hicimos la de Castellitx si no me equivoco y que debe ser la que hicimos una vez, puede que dos, pero hace mucho tiempo, tanto que ni cuenta como tal, lo único que sé seguro es de que nos bajamos de la bici unas cuantas veces, ¿cómo será hoy? Quién lo sabe pero seguro que no será mucho mejor, lo primero que había notado cuando me monté en la bici en el aparcamiento es de que chirriaba el freno de delante, no va a chirriar si solo queda el metal, y de tal manera que valoro muy seriamente tomar las de villadiego ahí mismo, hubiera sido de récord ya que Carlos al menos duró un par de kilómetros pero me dejo convencer fácilmente y parto con el grupo.
El tramito de llaneo hasta la primera curva me anima bastante pero no lo suficiente para superar todos los pasos pero sí para dejarme muy contento en general, no lo vi imposible. Me iba acordando de algunos detalles mientras íbamos pasando pero al llegar a la carretera se evaporaron los recuerdos y nosotros volvimos a meternos por los caminos para enlazar una carretera comarcal con otra y volver a desviarnos para realizar el último bucle parando en el talaiot de Son Coll Nou que aunque conserva las paredes está empequeñecido por toda la vegetación que lo rodea, buen lugar para descansar un poco del trajín que llevábamos.
El camí vell de Porreres es donde más lejos vamos a llegar, lo recorremos unos metros y volvemos a encarrilar otro camino, también de Son Coll para iniciar la vuelta atravesando otra vez el bosque y ya cuando salíamos, con el camino del cementerio asfaltado a la vista, pinché. Reventé mejor dicho, son dos agujeros y no pequeños, fue justo cuando nos cruzamos con un grupo de señoras que nos preguntaron algo, me retuve a contestar y ya no arranqué de nuevo, y los demás ya habían llegado al asfalto y habían empezado a bajar piñones por lo que tuve que reparar yo solo ya que las señoras tampoco se ofrecieron a ayudar, aunque en estos casos la ayuda es más bien simbólica. Ya estaba hinchando cuando sonó el teléfono, alguien se había dado cuenta de que no estaba, pero no contesté, envié un mensaje que después comprobé que no había salido, por eso me llamaron otra vez cuando ya estaba de camino y tampoco contesté, me faltaba solo dar la curva para llegar al aparcamiento y ni siquiera hizo falta ya que Sito me estaba esperando allí, teníamos el tiempo justo de empacar y partir, la cerveza en casa saboreando la ruta y la cebada tranquilamente.
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