Un numeroso grupo de bikeros menorquines ha desembarcado en la isla para catar los caminos de la sierra y lo que no es sierra como vienen haciendo desde hace años y para ello prefieren dejarse aconsejar por los nativos en cuanto a la confección de las rutas que van a realizar. Diversos amigos de aquí cumplen con ese cometido y ellos a cambio ofrecen su hospitalidad y saber estar. Por esto procuro acercarme a compartir esos momentos al menos en una de esas salidas.
Tomeu, de los toys (o Woody, como queráis llamarle) fue el encargado de preparar una de ellas y no se quiso quedar corto, les endosó una Mola de Planícia sin pestañear. Debo reconocer que lo encontré un poco exagerado por lo que había podido ver en salidas anteriores y así se lo hice saber, pero me aseguró que estaba todo bajo control. No quise insistir más y solamente le recomendé que tuviera en la reserva un plan B y a alguien dispuesto a ir en la cola para que la gente no se perdiera. Respecto a lo primero no se si me hizo caso pero lo que se es que solo al llegar me encasquetaron una cinta roja en la mochila, quedaba nombrado oficialmente como el farolillo rojo del pelotón. Creo que también me tendrían que haber dado un silbato como mínimo pero quizás no se les ocurrió.
El pelotón era de los de órdago, treinta y un bikeros menorquines más cerca de la mitad de la isla es un número considerable para que pueda suceder cualquier tipo de imprevisto, tanto mecánico como personal pero, aunque hubo algún susto, el día se saldó sin incidentes demasiado graves que lamentar. La ruta consistía básicamente en subir a la Mola de Planícia y desde allá arriba efectuar un descenso ininterrumpido hasta el Port des Canonge, casi ná!. El acercamiento sería por el Camí des Correu como no podía ser de otra manera. Como es en subida hasta el Coll des Pi la gente iba bastante agrupada; las diferencias empiezan a medida que aumenta la pendiente y como ya estábamos cerca del final me dejé llevar y bajé hasta la pista a mi ritmo.
Agrupamiento en la pista principal y partimos hacia el camino de subida esperando no encontrarnos a nadie que nos fastidiara ese acercamiento. No sucedió y cada uno empezó a colocarse en su sitio, yo el primero, es decir, el último. Decir que la subida la encontré tan asequible como en mis mejores días, sin agobios. No pasaron más de diez minutos antes de que me llamaran por teléfono dos veces y perdí comba con los demás aunque los volví a coger antes de llegar al Top I pero no paré hasta los Aljubets donde me imaginaba que se haría el reagrupamiento, como así fue. Volvimos a partir pero indefectiblemente me iba quedando atrás con algún rezagado por avería o cansancio.
Cuando llegamos al desvío de la bajada faltaban casi todos; se habían ido hasta la cima a ver las vistas y no valía la pena ir para volver enseguida así que los estuve esperando con el resto que tampoco había querido ir. Al regresar vi que pululaban por ahí Vicenç y Mara, ermassets de pro, a los que recogimos en algún punto del camino sin yo enterarme. Con todo el mundo en posición empezaron a salir primero los mallorquines por delante bien agrupaditos y después el gran grupo. Como era lógico se formó tapón en los primeros metros, con alguna dificultad y muy empinados. Continuó esta tónica hasta después de pasar la segunda pared, los de delante se fueron mientras yo intentaba convencer a los que tenía cerca de que bajaran el sillín y pedalearan más en las zonas técnicas, hasta de que se montaran en las bicis, pero no me hacían mucho caso que digamos. Se que ese terreno te puede parecer muy complicado la primera vez que lo catas, y más si no estás acostumbrado.
Cuando llegamos al roquedal éramos bastantes por allí y me dejé llevar en la bajada hasta la caseta de ses Rotasses. Me pareció una bajada muy clara y fácil de seguir, y me sorprendió, ya que la recordaba con una trazada más difusa. A partir de aquí la bajada sería mucho más rápida ya que existe un camino de carro hasta la zona, ses Rotasses, por lo que algunos autores nombran este camino como Camí de ses Rotasses. Yo por mi parte me limitaba a esperarlos en unos puntos específicos, achuchándoles incluso si no venían montados en la bici (espero que no se lo tomaran muy a mal).
Un poco más de lo mismo hasta la carretera donde hubo varias deserciones, por horario, por molestias físicas, de algunos integrantes, y ya directos por carretera a cubrir los metros que nos faltaban hasta la próxima bajada, la llamada Branson. Aquí, los que habían disfrutado arriba siguieron haciéndolo, entre los que me incluyo, y tengo que reconocer que me olvidé de la cinta y bajé lo más rápido que pude, aunque no llegué a ver el piñazo de Bonus que fue gordo pero podría haber sido peor; y todo por engancharse en un rama.
Faltaba poco ya para tomarnos los bocatas en la playa; muy bueno pero no me lo pude acabar, otro se lo terminó por mi. Una cocacola para mantener el nivel de glucosa en sangre y nos fuimos a por las rampas de Son Bunyola, todos menos Pepe que había partido el basculante de la bici y subió con la furgo. Me sentía bien en ese tramo, mejor que en el paso anterior, pero los iba controlando por las pistas de Son Bunyola. Hasta la carretera fuimos a buen ritmo pero después el grupo se estiró en el tramo de ascenso por el cemento y aunque cuando llegué al inicio de la trialera vi a algunos pasar por la parte de arriba después me dijeron que nos habían esperado al menos veinte minutos. Tantos que algunos de los mallorquines ya no estaban, me despedí pues de todos los que pude (de todos era prácticamente imposible) mientras Juan me esperaba impaciente en la furgoneta. Y es que eran ya las cinco de la tarde, ¡quién lo hubiera dicho!.
Tomeu, de los toys (o Woody, como queráis llamarle) fue el encargado de preparar una de ellas y no se quiso quedar corto, les endosó una Mola de Planícia sin pestañear. Debo reconocer que lo encontré un poco exagerado por lo que había podido ver en salidas anteriores y así se lo hice saber, pero me aseguró que estaba todo bajo control. No quise insistir más y solamente le recomendé que tuviera en la reserva un plan B y a alguien dispuesto a ir en la cola para que la gente no se perdiera. Respecto a lo primero no se si me hizo caso pero lo que se es que solo al llegar me encasquetaron una cinta roja en la mochila, quedaba nombrado oficialmente como el farolillo rojo del pelotón. Creo que también me tendrían que haber dado un silbato como mínimo pero quizás no se les ocurrió.
El pelotón era de los de órdago, treinta y un bikeros menorquines más cerca de la mitad de la isla es un número considerable para que pueda suceder cualquier tipo de imprevisto, tanto mecánico como personal pero, aunque hubo algún susto, el día se saldó sin incidentes demasiado graves que lamentar. La ruta consistía básicamente en subir a la Mola de Planícia y desde allá arriba efectuar un descenso ininterrumpido hasta el Port des Canonge, casi ná!. El acercamiento sería por el Camí des Correu como no podía ser de otra manera. Como es en subida hasta el Coll des Pi la gente iba bastante agrupada; las diferencias empiezan a medida que aumenta la pendiente y como ya estábamos cerca del final me dejé llevar y bajé hasta la pista a mi ritmo.
Agrupamiento en la pista principal y partimos hacia el camino de subida esperando no encontrarnos a nadie que nos fastidiara ese acercamiento. No sucedió y cada uno empezó a colocarse en su sitio, yo el primero, es decir, el último. Decir que la subida la encontré tan asequible como en mis mejores días, sin agobios. No pasaron más de diez minutos antes de que me llamaran por teléfono dos veces y perdí comba con los demás aunque los volví a coger antes de llegar al Top I pero no paré hasta los Aljubets donde me imaginaba que se haría el reagrupamiento, como así fue. Volvimos a partir pero indefectiblemente me iba quedando atrás con algún rezagado por avería o cansancio.
Cuando llegamos al desvío de la bajada faltaban casi todos; se habían ido hasta la cima a ver las vistas y no valía la pena ir para volver enseguida así que los estuve esperando con el resto que tampoco había querido ir. Al regresar vi que pululaban por ahí Vicenç y Mara, ermassets de pro, a los que recogimos en algún punto del camino sin yo enterarme. Con todo el mundo en posición empezaron a salir primero los mallorquines por delante bien agrupaditos y después el gran grupo. Como era lógico se formó tapón en los primeros metros, con alguna dificultad y muy empinados. Continuó esta tónica hasta después de pasar la segunda pared, los de delante se fueron mientras yo intentaba convencer a los que tenía cerca de que bajaran el sillín y pedalearan más en las zonas técnicas, hasta de que se montaran en las bicis, pero no me hacían mucho caso que digamos. Se que ese terreno te puede parecer muy complicado la primera vez que lo catas, y más si no estás acostumbrado.
Cuando llegamos al roquedal éramos bastantes por allí y me dejé llevar en la bajada hasta la caseta de ses Rotasses. Me pareció una bajada muy clara y fácil de seguir, y me sorprendió, ya que la recordaba con una trazada más difusa. A partir de aquí la bajada sería mucho más rápida ya que existe un camino de carro hasta la zona, ses Rotasses, por lo que algunos autores nombran este camino como Camí de ses Rotasses. Yo por mi parte me limitaba a esperarlos en unos puntos específicos, achuchándoles incluso si no venían montados en la bici (espero que no se lo tomaran muy a mal).
Un poco más de lo mismo hasta la carretera donde hubo varias deserciones, por horario, por molestias físicas, de algunos integrantes, y ya directos por carretera a cubrir los metros que nos faltaban hasta la próxima bajada, la llamada Branson. Aquí, los que habían disfrutado arriba siguieron haciéndolo, entre los que me incluyo, y tengo que reconocer que me olvidé de la cinta y bajé lo más rápido que pude, aunque no llegué a ver el piñazo de Bonus que fue gordo pero podría haber sido peor; y todo por engancharse en un rama.
Faltaba poco ya para tomarnos los bocatas en la playa; muy bueno pero no me lo pude acabar, otro se lo terminó por mi. Una cocacola para mantener el nivel de glucosa en sangre y nos fuimos a por las rampas de Son Bunyola, todos menos Pepe que había partido el basculante de la bici y subió con la furgo. Me sentía bien en ese tramo, mejor que en el paso anterior, pero los iba controlando por las pistas de Son Bunyola. Hasta la carretera fuimos a buen ritmo pero después el grupo se estiró en el tramo de ascenso por el cemento y aunque cuando llegué al inicio de la trialera vi a algunos pasar por la parte de arriba después me dijeron que nos habían esperado al menos veinte minutos. Tantos que algunos de los mallorquines ya no estaban, me despedí pues de todos los que pude (de todos era prácticamente imposible) mientras Juan me esperaba impaciente en la furgoneta. Y es que eran ya las cinco de la tarde, ¡quién lo hubiera dicho!.