Monti-sión

Ya tenía la ruta casi completa para el sábado. Sin bici doble la cosa se decantaba por caminos tipo pistas y sin mucho o ningún desnivel o carretera. De lo primero hay pocos en montaña y de lo segundo pues que decir, que hay que compartir la calzada con los vehículos, con lo que ello comporta. Aún así decidí ir hasta Sóller y volver por Deià y Valldemossa, si las fuerzas acompañaban, claro, porque después de la salida del miércoles estuve bastante cansado durante el jueves.

Pero la cosa iba a cambiar porque Jauja me invitó a salir con él por su zona, Llucmajor, de la que no sale últimamente; el gran día se acerca y hay que estar localizado y de vuelta en el menor tiempo posible en caso de alarma. En un principio íbamos a salir los dos solos pero se apuntó más gente (o nosotros con ellos, no sé) y formamos un grupito de seis. Seis pero que pronto se vió que éramos tres grupitos de dos. Tià y Tòfol, muy curtidos en esto del pedaleo, delante y además el primero estrenando un bólido de diez quilos; Miquel y Ramón a la zaga, ayer un poco más tranquilos y por detrás, Jose y yo, los más rezagados. A menudo esa era la disposición del grupo cuando aparecían por delante los metros suficientes. De hecho fuimos haciendo el acordeón todo el rato.

Por eso no paré cuando Tòfol se detuvo a averiguar porqué iba tan flojo de atrás, pensé que me cogería más adelante. Aún así paramos un poco más tarde pero fuera de la vista y cuando Ramón llegó nos informó de que habían vuelto al pueblo por falta de presión en el amortiguador pero no imaginaron que yo llevaba bomba. No había cobertura telefónica (después nos enteramos de que sí pero que no paró a coger el teléfono) y Ramón fue tras él pero no los cogió. Volvió pero con media bomba, había perdido el émbolo y regresé a buscarlo yo porque él no lo había encontrado. Lo encontré pero lo que no ví fueron las gafas que también había perdido pero de eso se dió cuenta aún más tarde, y también volvió atrás a buscarlas y esta vez sí las encontró.

Parece que estamos todos y continuamos. Por mi parte intento ir asimilando el recorrido pero es imposible, de repente estamos en una carretera en obras como en un camino sin asfaltar como metidos en algún bosquecillo para salir de repente casi dentro de una cantera que está a los pies de Monti-sión adonde íbamos a subir. Nunca lo había hecho y lo hicimos por algunas de las trialeras que por allí abundan, los bikeros han marcado senderos por todos lados. Arriba no hubo visita cultural, solamente comer y beber para conservar algunas energías para la vuelta. Dejamos de lado por razones obvias el recorrido del circuito de descenso.

Abajo nos esperaban Tià y Tòfol que ya habían vuelto de la reparación y juntos otra vez nos dispusimos a volver. Hubo algunas indecisiones para tomar por un sitio o por otro; yo no opinaba, estaba fuera de juego y aunque tomaba nota mental de algunos sitios preferí esperar el track oficial para ver por donde me había movido. Al final nos fuimos a Randa directos, lo que no quiere decir rectilíneo, el campo es grande pero hay que respetar las lindes. Pero en carretera ya es otra cosa, me quedo atrás irremisiblemente y ni siquiera intento, porque no puedo, forzar el ritmo, solamente se trata de llegar. No es el calor, que lo hace, es que aún no me he recuperado del todo.

En los lavaderos de Randa nos separamos otra vez, Ramón y Tòfol vuelven directos por carretera para ganar un poco de tiempo y los demás nos vamos hacia Gràcia. Yo subo pero me lo he tenido que pensar dos veces aunque subiré por el asfalto en lugar del sendero paralelo. En la bajada también nos separamos, trialera larga para unos y trialeras cortas para otros. La verdad, las recordaba más divertidas con la otra bici pero es lo que hay.

Imposible redactar una descripción detallada de la ruta. O sigues un track o te lo aprendes de memoria o mejor, te dejas llevar por los compañeros y disfrutas de la ruta y de la compañía porque el sudor y el cansancio desaparecen pero los buenos momentos perduran.