Había un poco de indecisión respecto a la ruta de Xisco, dependería de la asistencia o no de un sherpa. Al no conocer todos los detalles me metí por medio y acabamos por decidirlo, en caso de no asistir el susodicho buscaríamos una alternativa, cosa que al final no ha sido necesaria y hemos podido disfrutar del recorrido en su totalidad.
Es de agradecer que se puedan compartir momentos como este visto cómo se está poniendo el panorama en según que lugares porque están aumentando las prohibiciones para circular por caminos en los que sí se podía. Las últimas noticias nos están informando de problemas en la bajada de la Branson en Esporles y del paso por Massanella, que desde que jubilaron al vigilante de Comafreda están los ánimos más alterados. Y si además le añadimos las reticencias de la administración (cualquiera de ellas) para con los bikeros se llegan en ciertos momentos a situaciones bastante kafkianas. Esperemos que no sea Bunyolí el próximo en decir basta.
Iba a realizar un batiburrillo de salida saliendo en tren desde Palma con los bous que se iban al Massanella, juntándome con Wiro que había aparcado en Selva y los pobleros que venían de Sa Pobla rodando (y alguno de Campanet), agrupándonos como digo en Caimari para hacer la subida todos juntos hasta Lluc donde nos separaríamos cada grupo por su lado.
En total casi treinta bikeros entre todos nos vimos en la salida del pueblo y si contamos otro grupo que había por allí que rodaba mezclado con nosotros éramos una treintena larga de machacadores de caminos, destroza senderos y remueve piedras los que subíamos chino chano hacia Lluc. De lo que sí me dí cuenta es de que había mucho novato, bastantes comentaban que nunca habían pasado por allí y pronto las distancias entre bicis aumentaron considerablemente ya antes de llegar al primer cruce con la carretera. Y en el desvío de la Coveta Negra ya faltaba uno, nadie sabía si había tenido un percance y aunque lo esperé unos minutos tuve que marcharme ya que el grupo de pobleros se habían ido todos hacia arriba y no debía hacerles esperar.
Los últimos bous que vi estaban en la bretxa vella y eso es todo lo que sé por ahora, habrá que esperar a leer su crónica, como todo hijo de vecino. Reunión y pequeño tentempié en la gasolinera del coll de sa Batalla para continuar hasta la entrada del camino que nos llevará hasta la ermita de Son Amer. Me gustó la subida por el camino antiguo aunque no te quita toda la pista. Otra paradita reponedora en el coll de sa Font antes de saltar el botador donde nos deja Emilio que tiene otros deberes que cumplir y donde tras el avituallamiento nos ponemos, los que las llevamos, las protecciones para acometer la bajada de la pista de Alcanella. La había hecho una vez y no la recordaba tan pedregosa, no es difícil pero me sorprendió un poco su mal estado. Sin ningún problema nos presentamos en campo abierto y empezó la diversión en cuanto enlazamos con el camino viejo del Bosc Gran en su tramo ciclable y fue donde hubo más incidencias en forma de caídas que no averías. Yo me caí dos veces, en una de ellas lo típico, vas tan lento que clavas de delante y vuelas, mientras iba cayendo veía un buen aterrizaje por lo que no me preocupé en absoluto pero no pensé por donde iba la bici hasta que la sentí golpearme en toda la cabeza (y ahora sé que también en el hombro) afortunadamente sin consecuencias. La otra caída fue menos aparatosa y no cuenta.
Rodeamos Alcanella en dirección contraria a las casas por un sendero sucio y técnico y tras saltar algunas rejillas pudimos dar la vuelta al antiguo sembrado para tomar la merienda a los pies de l'alzina de ses trutges, la que debía dar de comer a todos los cerdos que campaban por los alrededores. Algunos la conocen por la capella blava, a mi modesto entender confundidos por el nombre de la montaña a cuyos pies se encuentra.
Ahora sí que iba a empezar el descenso más esperado por el interior del Bosc Gran por una ancha pista sin ninguna dificultad técnica más que la de controlar la bici en las frenadas. Sabido es que no son las que más me hacen disfrutar. La consecuencia de mejorar las bicis es que ves menos por donde vas, yo tenía muy buenos recuerdos de esta bajada pero como la hice con una bici sin ningún tipo de suspensión hace muchos años seguramente tenía que parar muchas veces durante el trayecto y eso me permitía a la vez poder disfrutar mucho más del entorno. Entorno por otra parte privilegiado, hay un tramo entre las dos barreras sencillamente espectacular, de ésos que te paran la bici, y antes de llegar a las casas puedes ver que la finca mantiene su esplendor. La lástima es que es un itinerario privado y hay que tener permiso de paso, por esto hay que aprovechar estas oportunidades cuando se presentan, desde aquí mi agradecimiento.
Hicimos la vuelta por asfalto hasta Campanet donde el grueso del grupo se marchó y Wiro y yo nos paseamos un poco pasando por Binibona antes de ir a buscar el coche en Selva. Mi bici cupo sin problemas en la parte de atrás y me trajo hasta Palma por lo que pude llegar a una hora decente para comer después de darnos un atracón de ruta, no muy larga ni técnica pero de gran valor sentimental.
Es de agradecer que se puedan compartir momentos como este visto cómo se está poniendo el panorama en según que lugares porque están aumentando las prohibiciones para circular por caminos en los que sí se podía. Las últimas noticias nos están informando de problemas en la bajada de la Branson en Esporles y del paso por Massanella, que desde que jubilaron al vigilante de Comafreda están los ánimos más alterados. Y si además le añadimos las reticencias de la administración (cualquiera de ellas) para con los bikeros se llegan en ciertos momentos a situaciones bastante kafkianas. Esperemos que no sea Bunyolí el próximo en decir basta.
Iba a realizar un batiburrillo de salida saliendo en tren desde Palma con los bous que se iban al Massanella, juntándome con Wiro que había aparcado en Selva y los pobleros que venían de Sa Pobla rodando (y alguno de Campanet), agrupándonos como digo en Caimari para hacer la subida todos juntos hasta Lluc donde nos separaríamos cada grupo por su lado.
En total casi treinta bikeros entre todos nos vimos en la salida del pueblo y si contamos otro grupo que había por allí que rodaba mezclado con nosotros éramos una treintena larga de machacadores de caminos, destroza senderos y remueve piedras los que subíamos chino chano hacia Lluc. De lo que sí me dí cuenta es de que había mucho novato, bastantes comentaban que nunca habían pasado por allí y pronto las distancias entre bicis aumentaron considerablemente ya antes de llegar al primer cruce con la carretera. Y en el desvío de la Coveta Negra ya faltaba uno, nadie sabía si había tenido un percance y aunque lo esperé unos minutos tuve que marcharme ya que el grupo de pobleros se habían ido todos hacia arriba y no debía hacerles esperar.
Los últimos bous que vi estaban en la bretxa vella y eso es todo lo que sé por ahora, habrá que esperar a leer su crónica, como todo hijo de vecino. Reunión y pequeño tentempié en la gasolinera del coll de sa Batalla para continuar hasta la entrada del camino que nos llevará hasta la ermita de Son Amer. Me gustó la subida por el camino antiguo aunque no te quita toda la pista. Otra paradita reponedora en el coll de sa Font antes de saltar el botador donde nos deja Emilio que tiene otros deberes que cumplir y donde tras el avituallamiento nos ponemos, los que las llevamos, las protecciones para acometer la bajada de la pista de Alcanella. La había hecho una vez y no la recordaba tan pedregosa, no es difícil pero me sorprendió un poco su mal estado. Sin ningún problema nos presentamos en campo abierto y empezó la diversión en cuanto enlazamos con el camino viejo del Bosc Gran en su tramo ciclable y fue donde hubo más incidencias en forma de caídas que no averías. Yo me caí dos veces, en una de ellas lo típico, vas tan lento que clavas de delante y vuelas, mientras iba cayendo veía un buen aterrizaje por lo que no me preocupé en absoluto pero no pensé por donde iba la bici hasta que la sentí golpearme en toda la cabeza (y ahora sé que también en el hombro) afortunadamente sin consecuencias. La otra caída fue menos aparatosa y no cuenta.
Rodeamos Alcanella en dirección contraria a las casas por un sendero sucio y técnico y tras saltar algunas rejillas pudimos dar la vuelta al antiguo sembrado para tomar la merienda a los pies de l'alzina de ses trutges, la que debía dar de comer a todos los cerdos que campaban por los alrededores. Algunos la conocen por la capella blava, a mi modesto entender confundidos por el nombre de la montaña a cuyos pies se encuentra.
Ahora sí que iba a empezar el descenso más esperado por el interior del Bosc Gran por una ancha pista sin ninguna dificultad técnica más que la de controlar la bici en las frenadas. Sabido es que no son las que más me hacen disfrutar. La consecuencia de mejorar las bicis es que ves menos por donde vas, yo tenía muy buenos recuerdos de esta bajada pero como la hice con una bici sin ningún tipo de suspensión hace muchos años seguramente tenía que parar muchas veces durante el trayecto y eso me permitía a la vez poder disfrutar mucho más del entorno. Entorno por otra parte privilegiado, hay un tramo entre las dos barreras sencillamente espectacular, de ésos que te paran la bici, y antes de llegar a las casas puedes ver que la finca mantiene su esplendor. La lástima es que es un itinerario privado y hay que tener permiso de paso, por esto hay que aprovechar estas oportunidades cuando se presentan, desde aquí mi agradecimiento.
Hicimos la vuelta por asfalto hasta Campanet donde el grueso del grupo se marchó y Wiro y yo nos paseamos un poco pasando por Binibona antes de ir a buscar el coche en Selva. Mi bici cupo sin problemas en la parte de atrás y me trajo hasta Palma por lo que pude llegar a una hora decente para comer después de darnos un atracón de ruta, no muy larga ni técnica pero de gran valor sentimental.