Viernes fiesta, qué gran oportunidad para salir a rodar, o quedarte a dormir en la camita aunque sea sólo a tobillo suelto, y éso fue lo que hice, no poner el despertador y dejar que el cuerpo decidiera por si mismo. Así que me desperté y me levanté más tarde de lo habitual con lo que no pude asistir a la salida programada, pero no pasa nada porque estaba ya previsto. Creía que podría aguantar todo el día sin tocar bici pero al filo del mediodía ya no pude resistir y me vestí de colorines para ir a rodar aunque fuera formando parte del enorme pelotón de la Diada ciclista de Palma.
Como llegué justo de tiempo a la plaza Mayor no me dio ídem suficiente para recoger el dorsal y como además me encontré con Miki bou antes de acceder al recinto pues ya me fui sin él, total, para lo que sirve. Como no tengo niños pequeños a los que vigilar asisto simplemente para hacer bulto y chafardear un poco con la gente que seguro que me encontraré.
El recorrido es el mismo de los últimos años hasta donde puedo recordar aunque esta marcha nunca ha sido santo de mi devoción. Tener unas horas restringida la circulación de vehículos por el casco antiguo no puede decirse que sea un logro espectacular si al día siguiente la realidad será tan contundente como antes, si no peor. ¿Y porqué digo peor? Pues porque ya ha salido del horno la nueva ordenanza que regulará la circulación ciclista en Palma y su valoración inicial es muy negativa en todos los aspectos.
Durante el trayecto había varios voluntarios del colectivo Palmaenbici repartiendo octavillas reclamando la atención de los ciclistas sobre la normativa recientemente aprobada, proponiendo alternativas y facilitando la tarea para una alegación en masa. Reconozco que no me la he leído, solo hablo por lo que veo cuando voy por ahí, y lo que veo no me gusta, veo “colectivos” que continuamente entran en conflicto porque no se adaptan unos a otros, cuando uno es conductor circula en su burbuja y no quiere intromisiones, ya sea de otro conductor, ciclista o peatón. Y lo mismo puede decirse cuando uno es ciclista o peatón. No tendría que ser necesariamente malo si se respetaran las normas de cada uno, aunque solamente fueran las del sentido común.
Ejemplos hay para todos los gustos, coches que circulan ocupando dos carriles entorpeciendo la circulación; peatones que esperan al semáforo en verde fuera de la acera, dentro del carril de circulación poniendo en peligro su propia integridad; ciclistas que circulan por aceras llenas de peatones cuando deberían hacerlo por la calzada o por calles cercanas con mucho menos tráfico, etc. Hay tolerancia cero, es impensable que un niño circule por la calzada como que tenga un espacio propio en cada calle de la ciudad, y si tampoco puede hacerlo por parques y jardines ¿para qué quiere una bici?.
Estamos en plena implantación de una cultura más sostenible, no hace tanto tiempo que el único carril bici era el del paseo marítimo y ni siquiera es municipal, de ahí el uso compartido con corredores pero solamente hasta donde llegaba originalmente, es decir, el Portixol, porque el que continua hacia Can Pastilla es exclusivamente de bicis aunque muchos corredores aún no lo han asimilado aún pasando dos veces por debajo de la señal que así lo indica y tienen un paseo peatonal a lo largo del recorrido pero claro, hay que ir sorteando paseantes y el carril bici está mucho más despejado. ¿Los multamos también?.
Querer proteger a los peatones sacando a las bicis de “su” espacio no tiene sentido. Si uno circula sobre una máquina y daña a otra persona se arriesga a una denuncia y posible indemnización con cargo a su bolsillo directo si no va provisto de un seguro de responsabilidad civil, ya se apañará si eso sucede, pero igualmente puede suceder entre dos peatones y no por eso van a poner carriles en las aceras.
Esta esquizofrenia actual que padecemos no se arregla con normas de tráfico y multas, el problema es de otra índole. Pongo un ejemplo, el viernes pasado en la diada cuando llegamos a la altura del cruce de Ramblas y Olmos todo el pelotón se paró de golpe pero yo no veía nada, al parecer había alguien en el suelo en el semáforo, creí que alguno se había caído, pero no, no era eso, habían atropellado a alguien en el semáforo porque se había puesto a cruzar en medio de las bicis cuando éste se puso verde, de película de risa. Pero al municipal de turno que estaba allí se le había quitado la risa mientras esa mujer le recriminaba que el semáforo estaba verde para ella y nosotros seguíamos pasando.
Anécdotas aparte tuve un fin de fiesta entretenido en la explanada conversando con una buena cantidad de amigos que allí nos congregamos, algunos de ellos ahora un poco apartados del mundillo pero con ganas de volver y eso es lo que cuenta.
Como llegué justo de tiempo a la plaza Mayor no me dio ídem suficiente para recoger el dorsal y como además me encontré con Miki bou antes de acceder al recinto pues ya me fui sin él, total, para lo que sirve. Como no tengo niños pequeños a los que vigilar asisto simplemente para hacer bulto y chafardear un poco con la gente que seguro que me encontraré.
El recorrido es el mismo de los últimos años hasta donde puedo recordar aunque esta marcha nunca ha sido santo de mi devoción. Tener unas horas restringida la circulación de vehículos por el casco antiguo no puede decirse que sea un logro espectacular si al día siguiente la realidad será tan contundente como antes, si no peor. ¿Y porqué digo peor? Pues porque ya ha salido del horno la nueva ordenanza que regulará la circulación ciclista en Palma y su valoración inicial es muy negativa en todos los aspectos.
Durante el trayecto había varios voluntarios del colectivo Palmaenbici repartiendo octavillas reclamando la atención de los ciclistas sobre la normativa recientemente aprobada, proponiendo alternativas y facilitando la tarea para una alegación en masa. Reconozco que no me la he leído, solo hablo por lo que veo cuando voy por ahí, y lo que veo no me gusta, veo “colectivos” que continuamente entran en conflicto porque no se adaptan unos a otros, cuando uno es conductor circula en su burbuja y no quiere intromisiones, ya sea de otro conductor, ciclista o peatón. Y lo mismo puede decirse cuando uno es ciclista o peatón. No tendría que ser necesariamente malo si se respetaran las normas de cada uno, aunque solamente fueran las del sentido común.
Ejemplos hay para todos los gustos, coches que circulan ocupando dos carriles entorpeciendo la circulación; peatones que esperan al semáforo en verde fuera de la acera, dentro del carril de circulación poniendo en peligro su propia integridad; ciclistas que circulan por aceras llenas de peatones cuando deberían hacerlo por la calzada o por calles cercanas con mucho menos tráfico, etc. Hay tolerancia cero, es impensable que un niño circule por la calzada como que tenga un espacio propio en cada calle de la ciudad, y si tampoco puede hacerlo por parques y jardines ¿para qué quiere una bici?.
Estamos en plena implantación de una cultura más sostenible, no hace tanto tiempo que el único carril bici era el del paseo marítimo y ni siquiera es municipal, de ahí el uso compartido con corredores pero solamente hasta donde llegaba originalmente, es decir, el Portixol, porque el que continua hacia Can Pastilla es exclusivamente de bicis aunque muchos corredores aún no lo han asimilado aún pasando dos veces por debajo de la señal que así lo indica y tienen un paseo peatonal a lo largo del recorrido pero claro, hay que ir sorteando paseantes y el carril bici está mucho más despejado. ¿Los multamos también?.
Querer proteger a los peatones sacando a las bicis de “su” espacio no tiene sentido. Si uno circula sobre una máquina y daña a otra persona se arriesga a una denuncia y posible indemnización con cargo a su bolsillo directo si no va provisto de un seguro de responsabilidad civil, ya se apañará si eso sucede, pero igualmente puede suceder entre dos peatones y no por eso van a poner carriles en las aceras.
Esta esquizofrenia actual que padecemos no se arregla con normas de tráfico y multas, el problema es de otra índole. Pongo un ejemplo, el viernes pasado en la diada cuando llegamos a la altura del cruce de Ramblas y Olmos todo el pelotón se paró de golpe pero yo no veía nada, al parecer había alguien en el suelo en el semáforo, creí que alguno se había caído, pero no, no era eso, habían atropellado a alguien en el semáforo porque se había puesto a cruzar en medio de las bicis cuando éste se puso verde, de película de risa. Pero al municipal de turno que estaba allí se le había quitado la risa mientras esa mujer le recriminaba que el semáforo estaba verde para ella y nosotros seguíamos pasando.
Anécdotas aparte tuve un fin de fiesta entretenido en la explanada conversando con una buena cantidad de amigos que allí nos congregamos, algunos de ellos ahora un poco apartados del mundillo pero con ganas de volver y eso es lo que cuenta.