Después de una semana desapaciguadora no tenía muchas ganas de marcha. De hecho, el viernes estaba pensando en tomarme el fin de semana para mí, perdido en la montaña, quizás durmiendo en alguno de los refugios de la sierra, pero no había preparado nada. Los compañeros habían preparado una ruta con final en el Puerto de Valldemossa para zamparse una buena paella pero necesitaba algo más de tranquilidad. Por ello no confirmé mi asistencia al evento. De hecho salí con ellos porque me convencieron el viernes en la tienda de Gomila, donde tomamos unas cañas con Xisco, que había venido de compras a Palma. Por eso, y porque Pepe tampoco quería bajar abajo con el coche, quedando a las nueve en el inicio del camino al Pouet; y aún así llegué tarde (creo que si Richard no hubiera pinchado no los hubiera encontrado). Me retrasé porque (y no es excusa) no encontraba uno de los guantes, y no lo encontré, por lo que solo llevaba uno.
La subida fue con un poco más de pateo del habitual, lo que era previsible, pero se hace corta; es un recorrido muy conocido. Desde la entrada del Pla tomamos el Camí de ses Fontanelles a través del Pas d'en Miquel, con un primer tramo un poco empinado pero perfectamente ciclable si tenemos la potencia suficiente. Hay algunos puntos controvertidos en este itinerario ya que los mapas que solemos utilizar no están del todo claros. Después del paso hay un mirador natural, del que no tenemos referencias. Justo al lado hay una conexión con el Camí de ses Basses que realizamos una vez de subida.
La continuación hasta el Pla dets Aritges es perfecta para rodar, muy limpia y sin grandes pendientes, atravesando el bosque en sombra, lo que en estos días se agradece. Pasamos por el segundo mirador, el Mirador de ses Basses. No me acordaba bien de este tramo; la verdad es que fue una grata sorpresa recorrerlo de nuevo. Al salir de este, el camino adopta otro tipo de tipología, más adecuada para circular sobre las rocas, y más estrecho, el camí de set pams. Es un curso artificial, entre paretons, y relleno de piedras, con lo que el equilibrio se hace más precario.
Al continuar hacia el Caragolí no vemos diferencia en el piso a través del Camí de s'Arxiduc, del que tenemos que atacar varias rampas antes de desviarnos hacia los Cingles de Son Rullán. Primero a través del roquedal, que fue la parte que mejor pasé, sin grandes complicaciones ayudado por el mejor ajuste de rebote de la horquilla, pero lo que vino después ya fue otra película. Después del primer paso espectacular cerca de los precipios, viene un descenso revirado y técnico, solamente apto para los bikeros más avezados, donde es muy difícil dominar la bicicleta.
Lo que no esperaba era el poco control que tenía en los tramos siguientes. Fue un continuo deslizamiento y derrapaje sobre la hojarasca. La verdad es que no me acaba de enganchar esta bajada; no me caliento lo suficiente. Quizás sea por la bicicleta, y por lo que he podido hacer con la que tenía antes, pero la parte de rocas anterior la encuentro más factible y emocionante que esta. Pasado con más pena que gloria este tramo, dónde hubo la primera avería importante del día, un enganche y rotura del manguito de un freno delantero en una pasada de frenada y posterior vuelco. Pero no fue la única, aunque sí con el mismo protagonista. En otro tramo trialero pidió otra bici prestada y en otra caída se desencajó el émbolo de la maneta del freno y, aunque se intentó, no se pudo llevar a sitio. No mejoré en la segundo parte de esta bajada, ya fuera del bosque, quizás un poco decepcionado por la manera que había pasado la superior, y terminé sin mayores contratiempos.
La vuelta desde Deià por carretera se les atragantó a algunos, aunque para mí el rodar tan preciso y liso, me supo a gloria, aunque fuera todo cuesta arriba. Delante del hotel El Encinar nos separamos del grupo Pepe y yo, mientras ellos continuaban hacia la bajada del Mirador de sa Rassa desde Ca ses Ànimes a tomar cuenta de la paella nosotros nos dirigíamos al Mirador des Tudons y desde allí hacia la ermita. Al bajar hacia Valldemossa nos fijamos en algunos caminos laterales y finalmente entramos en uno del que partía un desvío a mano izquierda entre paredes secas que creí recordar que se trataba del Camí de s'Escolta. Había habido polémica hace unos años al parecer por no permitirse el paso cerrando barreras e implicando al alcalde a tomar partido en este asunto; por lo visto, y por lo que pudimos comprobar, debe tratarse de un camino vecinal que va desde Can Costa, aunque nosotros lo tomamos más hacia adelante, a Son Mas, del que no supimos ver exactamente el recorrido y la utilidad actual, aunque está bien documentado. Esto puede ser debido a que lo ubicamos ahora erróneamente desde la perspectiva de la carretera, pero esta es muy reciente.
El final lo tuvimos sobre los precipios de la hondonada de la Marina aunque es posible que haya un paso para descender hasta la carretera. Es más, diría que continúa hasta el Port como travesses de la carretera actual. Por tanto, debían existir dos bajadas al puerto, uno desde Son Mas y otra desde Son Oleza, una por cada vertiente de la hondonada. La tercera está ocupada por los cauces de unos torrentes y es impracticable. Como no supimos encontrar la salida correcta tuvimos que saltar una barrera de la carretera con tan mala suerte de vernos miembros del personal de la finca y pararse a echarnos la bronca, aunque su preocupación eran los animales, ya que habían desaparecido algunos corderos, y se portaron bien.
Por la tarde, después de comer algo en Palmanyola, me acerqué a Bunyola a ver la última carrera de la IBBikeCopa, pero eso ya es otra historia.
La subida fue con un poco más de pateo del habitual, lo que era previsible, pero se hace corta; es un recorrido muy conocido. Desde la entrada del Pla tomamos el Camí de ses Fontanelles a través del Pas d'en Miquel, con un primer tramo un poco empinado pero perfectamente ciclable si tenemos la potencia suficiente. Hay algunos puntos controvertidos en este itinerario ya que los mapas que solemos utilizar no están del todo claros. Después del paso hay un mirador natural, del que no tenemos referencias. Justo al lado hay una conexión con el Camí de ses Basses que realizamos una vez de subida.
La continuación hasta el Pla dets Aritges es perfecta para rodar, muy limpia y sin grandes pendientes, atravesando el bosque en sombra, lo que en estos días se agradece. Pasamos por el segundo mirador, el Mirador de ses Basses. No me acordaba bien de este tramo; la verdad es que fue una grata sorpresa recorrerlo de nuevo. Al salir de este, el camino adopta otro tipo de tipología, más adecuada para circular sobre las rocas, y más estrecho, el camí de set pams. Es un curso artificial, entre paretons, y relleno de piedras, con lo que el equilibrio se hace más precario.
Al continuar hacia el Caragolí no vemos diferencia en el piso a través del Camí de s'Arxiduc, del que tenemos que atacar varias rampas antes de desviarnos hacia los Cingles de Son Rullán. Primero a través del roquedal, que fue la parte que mejor pasé, sin grandes complicaciones ayudado por el mejor ajuste de rebote de la horquilla, pero lo que vino después ya fue otra película. Después del primer paso espectacular cerca de los precipios, viene un descenso revirado y técnico, solamente apto para los bikeros más avezados, donde es muy difícil dominar la bicicleta.
Lo que no esperaba era el poco control que tenía en los tramos siguientes. Fue un continuo deslizamiento y derrapaje sobre la hojarasca. La verdad es que no me acaba de enganchar esta bajada; no me caliento lo suficiente. Quizás sea por la bicicleta, y por lo que he podido hacer con la que tenía antes, pero la parte de rocas anterior la encuentro más factible y emocionante que esta. Pasado con más pena que gloria este tramo, dónde hubo la primera avería importante del día, un enganche y rotura del manguito de un freno delantero en una pasada de frenada y posterior vuelco. Pero no fue la única, aunque sí con el mismo protagonista. En otro tramo trialero pidió otra bici prestada y en otra caída se desencajó el émbolo de la maneta del freno y, aunque se intentó, no se pudo llevar a sitio. No mejoré en la segundo parte de esta bajada, ya fuera del bosque, quizás un poco decepcionado por la manera que había pasado la superior, y terminé sin mayores contratiempos.
La vuelta desde Deià por carretera se les atragantó a algunos, aunque para mí el rodar tan preciso y liso, me supo a gloria, aunque fuera todo cuesta arriba. Delante del hotel El Encinar nos separamos del grupo Pepe y yo, mientras ellos continuaban hacia la bajada del Mirador de sa Rassa desde Ca ses Ànimes a tomar cuenta de la paella nosotros nos dirigíamos al Mirador des Tudons y desde allí hacia la ermita. Al bajar hacia Valldemossa nos fijamos en algunos caminos laterales y finalmente entramos en uno del que partía un desvío a mano izquierda entre paredes secas que creí recordar que se trataba del Camí de s'Escolta. Había habido polémica hace unos años al parecer por no permitirse el paso cerrando barreras e implicando al alcalde a tomar partido en este asunto; por lo visto, y por lo que pudimos comprobar, debe tratarse de un camino vecinal que va desde Can Costa, aunque nosotros lo tomamos más hacia adelante, a Son Mas, del que no supimos ver exactamente el recorrido y la utilidad actual, aunque está bien documentado. Esto puede ser debido a que lo ubicamos ahora erróneamente desde la perspectiva de la carretera, pero esta es muy reciente.
El final lo tuvimos sobre los precipios de la hondonada de la Marina aunque es posible que haya un paso para descender hasta la carretera. Es más, diría que continúa hasta el Port como travesses de la carretera actual. Por tanto, debían existir dos bajadas al puerto, uno desde Son Mas y otra desde Son Oleza, una por cada vertiente de la hondonada. La tercera está ocupada por los cauces de unos torrentes y es impracticable. Como no supimos encontrar la salida correcta tuvimos que saltar una barrera de la carretera con tan mala suerte de vernos miembros del personal de la finca y pararse a echarnos la bronca, aunque su preocupación eran los animales, ya que habían desaparecido algunos corderos, y se portaron bien.
Por la tarde, después de comer algo en Palmanyola, me acerqué a Bunyola a ver la última carrera de la IBBikeCopa, pero eso ya es otra historia.
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