A Maristela

Tuve que ir a ver al galeno entre semana porque la cosa no pintaba bien, con fiebre y tos. Al final no me recetó nada de lo que me dijo la doctora de la mutua, ni jarabe ni penicilina, sino unas pastillas que se pueden tomar sin receta. La primera de ellas me hizo mucho efecto reduciendo bastante la congestión nasal pero después me ha dejado estabilizado con una leve faringitis y congestionado, además de bastante débil. Juan me seguía los pasos y tampoco estaba para muchos trotes así que hablé con él para ver si salíamos a rodar por la zona llana teniendo en cuenta que no me fue tan mal la semana pasada por la zona de Llucmajor.

La salida prevista era cercana porque algunos pusieron cortapisas al horario y querían volver pronto y como salían desde Establiments decidimos acercarnos para ver lo que se cocía, y como siempre que se repite esta circunstancia, me convencen. De todas maneras como primera meta me planteé subir el Bunyolí hasta la carretera y ver que tal nos iba. Tampoco nos fue tan mal; llegué el último pero sin sacar el hígado en el intento por lo que decidimos continuar tramo a tramo hasta las antenas. Si llegábamos allí todo sería ya más fácil. Nos encontramos en la barrera un grupito de bikeros con los que entablamos conversación, o más bien con Tomeu, que era el más solicitado. En un principio no vinieron con nosotros pero nos íbamos encontrando durante la subida hasta la cumbre. Allí los dejamos.

Iba siempre en cola ya que de todas maneras me pasaban enseguida y no podía mantener el ritmo de ellos. Carlos venía conmigo y nos reagrupamos en el paso de la pared. En el tramo de pateo también me quedé rezagado. Y en el de bajada y en el llano, por todos lados. Tenía hasta agujetas pero nada comparado con el desfallecimiento del día del Port des Canonge, menos mal.

No bajamos por el Camí vell de Son Poquet sino por el Comellar de ses Puces que hacía ya bastante tiempo que no lo hacía completo. La losa quedó para otro día, nadie se atrevió a tirarse y seguimos hacia los marges, de los cuales bajé tres, los más pequeños; al ir solo no me atreví a más. Más o menos llevábamos el horario controlado pero una vez en Esporles sentados frente a unas bebidas y unas llamadas telefónicas a casa, nos lo tomamos con más calma. Así que acabamos tranquilamente con las viandas que compró Carlos en los puestos del mercado y que además se empeñó en pagar la ronda.

Aún así creía que iríamos por la carretera directos hacia Palma pero no fue así ya que empezaron la subida del Verger. Bueno, es carretera y aunque desfondado, se puede hacer. Ni que decir que fui el último, Román el primero, con la Occam de plástico. Decía once kilos, yo creo que menos.

Nos despedimos en Establiments ya que la mayoría había venido en coche y nosotros no, por lo que nos fuimos a dar un rodeo por el callejón de Can Gazà. El último tramo está bastante sucio de hierbas y por eso cuando se me vació la rueda de repente unos metros más adelante pensé que había pinchado allí pero me quedé con la duda vista la velocidad con que tocó el suelo la llanta. Tampoco tenía la cámara ningún parche que hubiera saltado. Comprobada cámara y cubierta no vemos nada extraño por lo que la hinchamos para ver por donde perdía, y no perdía, hasta que de repente se vació. Tenía el pitorro de la válvula seccionado por el borde del agujero de la llanta. Tuve que darle la razón a Carlos sobre que si llevas poca presión al frenar la cubierta, al no ir fuertemente encajada en la llanta, puede desplazarse levemente arrastrando la cámara y descolocándola respecto al agujero llegando a cortarla. Habrá que hacer algo al respecto.