Pòrtol

Durante toda la semana no tuve ninguna duda de que se haría finalmente la ruta nocturna que se había pospuesto en dos ocasiones, y cuál fué mi sorpresa cuando ví reflejado en la página de Pepe, Massanella y Galileu. Ni nocturna ni playera, un top con una subida infernal sin sombra. No hijo, no. Descartada de inmediato. Tenía mis planes para el domingo y tampoco era cuestión de echar el resto en bravatas por esos montes de Dios. La mía tenía que ser ligera o, al menos, corta. La de los Toys me venía ni que pintada: cercana, corta y bajita. Y además, desconocida. Ideal. Se debía a una proposición de Santi, que se empeñó en mostrarnos los alrededores de su localidad, Pòrtol, y el Puig de Son Seguí. Había otras propuestas para ir a visitar unos circuitos de descenso de la isla, por aquello de lo de Vallnord, pero como al parecer íbamos a ver uno se eligió la propuesta de Santi para el sábado.

Ya que estuve cambiando las cubiertas de la bici y limpiándola un poco no fuí a tomar la cerveza habitual de los viernes y no me enteré de los cambios de planes de Tomeu. Fué convencido para ir a Tossals y dejar la representación de los Toys en manos de Potato y Buzz, ya que Perdigón no parece aún recuperado.

Bien, reunidos ya frente a la iglesia de Sant Marçal (sabéis quién era, no?. Reunidos decía, esperando a los Toys, y los Toys no vienen. Potato sale de un turno de noche, la mujer a punto de parir,... ya está, no viene. Buzz, pues otro tanto.“Vámonos”, y nos vamos. A partir de este punto ya me pierdo. Dimos tantas vueltas que soy completamente incapaz de describir un itinerario con un mínimo de coherencia; y cómo además no hay track, pues nos vamos a quedar con las ganas. Solo sé que nos desviamos de la carretera de Sa Cabaneta para coger el Camí de sa Cimentera para volver a dar a la carretera de Santa María a Pòrtol, que como está reformada y ensanchada no la reconocí a primera vista.

Como me temía, ya me he perdido. Antes de llegar a esa carretera atravesamos el bosque por diferentes senderos hasta encontrar el camino que une Pòrtol con Santa María y pasa por el viaducto de la autopista. Por allí había estado hace muchos años. Tantos como la autopista, porque me acuerdo que hacía esa subida por la cuesta de tierra antes de que la asfaltaran. !Dios, cómo me ponía de barro!. Fue en este tramo donde vimos los saltos y algunos pasos propios de un circuito de descenso sin excesiva complicación, pero que requieren de algunas pasadas para cogerle el tranquillo.

Nos metemos por algunos senderos entre este camino y la carretera principal que viene de Santa María, que seguimos un rato hasta la curva para entrar por otro camino ancho y girar en el segundo cruce a la izquierda por un camino que alcanza los lindes del bosque del que tenemos que desviarnos saltando la pared que tenemos a la derecha por un derrumbe medio escondido entre la vegetación. Después seguimos paralelos por un sendero hasta volver a enlazar con el camino aunque nos desviamos por otro en ese mismo punto tras atravesar una barrera de somieres. Ahora toca subir.

Imposible relatarlo con exactitud; sólo sé que subimos atajando por el bosque hasta encontrar una pista que al parecer viene de la carretera de Sencelles y la recorrimos hasta una casa, donde nos desviamos a la izquierda en dirección a la cima, en las proximidades de la torre forestal aunque sin llegar a verla. Desde arriba iniciamos el descenso de la ermita hasta abajo donde volvimos a tomar una pista en ascenso muy cañera. En su parte alta se encuentra bloqueada por una pared de nueva construcción por dos veces y seguramente cuando volvamos estará cercada también por rejilla, sin ningún portillo o botador a la vista. Llegamos a la torre pasando al lado de la caseta de comunicaciones. Hasta élla llega una pista desde el pueblo pero bajamos a ver la otra zona de descenso. No hubo voluntarios para tales bajadas. Para la pista rápida que encontramos, sí. Parecíamos una manada de caballos desbocados lanzados hacia abajo, hasta que vimos que la habían recubierto de una capa de carrizo en su parte final. !Cómo patinaba aquello! Nando se lo pasó, no sin algunos requiebros de la máquina. Yo iba el segundo y estaba llegando abajo. Me sentía eufórico. “Tengo que dejar de frenar y me lo paso”, pensé. En el momento que solté la maneta ví que se me iba acercando a la cara una piedra que había en el suelo pero pude esquivarla a tiempo.

Oí un catacronc detrás mío y pensé que había provocado una caída, pero no. Me dijo Rafel que no me había visto caer, que se había caído antes que yo. Hubo sangre pero a día de hoy las lesiones son leves, aunque tengo la rodilla hinchada de algún líquido pero sin afectar al movimiento de la articulación. Estaba estos días pensando ya seriamente comprar algún elemento protector para tibias y rodillas, más que nada para evitar males mayores; de hecho es uno de los accesorios del buen bikero. Al parecer Rafel se vió más afectado, con un golpe más serio a la altura de la cadera. Ya casi recuperados volvimos a enlazar la pista que sube hasta la antena para bajar directamente a Ses Olleríes. El tramo final tiene una pendiente brutal y al llegar a la carretera olía a quemado. Todos comprobamos los discos para ver quién había petado. Otra vez Rafel.

Tras recuperarnos con una buena merienda en el bar de la plaza iniciamos la vuelta hacia el punto de salida por carretera y caminos llanos sin complicación.

Me sabe mal no haber podido ser más explícito pero en esta ruta y sus variantes es necesario una traza o que te acompañen para conocerla ya que la cantidad de combinaciones es muy grande.


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