Semana tranquila en esto de las rutas. Parecía que no había ideas y yo tampoco propuse nada. Me mantuve al margen esperando acontecimientos y éste apareció el viernes por la mañana en la página de Xisco, todo un subebaja por Alaró. Pero lo que me animó definitivamente a participar en su ruta y no irme por mi cuenta fue que tenía pensado subir por el Cocó Peguer, hecho que, por otro lado, parece que se le ha ocurrido a todos de repente. Ya desde nuestra salida por la Talaia de Cals Reis se ha venido especulando que deberíamos hacer la ruta al revés, que era más o menos lo que quería hacer Xisco. Se lo comenté a Juan y a Carlos y decidieron venir conmigo; yo por mi parte avisé a Xisco y a Tomeu de mis intenciones y solamente cabía esperar a la hora programada para vernos en Alaró.
Ocho treinta en la entrada del pueblo, en una de las calles laterales cerca de la gasolinera. Llegué el primero, después Juan con Carlos y a continuación la procesión de los pobleros, muchos más de los esperados. Presentaciones, montaje de las bicis, últimos retoques y al ataque, que son pocos y cobardes. Pero lo que nos espera como primer plato no es lo que uno calificaría como “calentamiento suave”. Es un entrante de primera clase y gracias que esté cementado. Un reto para finalizarlo sin poner pies. Yo tuve que poner uno, lo reconozco.
En cuanto estamos todos arriba nos vamos a buscar el sendero primero, pista después, que nos llevará hasta Son Roig. Para ello debemos bajar por la pista y encontrar el desvío, cosa que hacemos sin problema. La primera parte, el sendero a través del bosque, muy divertido y sin obstáculos apreciables pero en cuanto pasamos por una zona de piedra empieza a descender con largos tramos rectos y con giros muy cerrados. Solamente un par de pasos comprometidos aunque salvables.
Cuando llegué al segundo de ellos me encontré una pila de gente, muchos más eran los que subían que los que bajaban, y como lo vi factible me tiré. Ahí fue donde me dí la paparra, solamente faltaron los aplausos. Creo que no hubo constancia gráfica del suceso pero debió ser desmotivador. No reconocí a ninguno de los que había por allí, cierto es que tampoco los miré a todos, o sea que me monté y me dispuse a acabar la bajada de la mejor manera, pero no me fue posible. Había pinchado o pellizcado la cámara mejor dicho y me tuve que parar en la siguiente curva a cambiarla. No sé si va a ser cuestión de darle el retiro a la Larsen ya, que llevo unas cuantas salidas petando de atrás.
Pasamos por Son Roig, que por cierto está en venta, y Son Pou para llegar al vado del torrente, que ya está seco en ese punto. Y digo en ese punto porque más abajo si tiene caudal. Y así pasa en otros tramos de su curso. Caso curioso el de este torrente. Vamos a comprobar ahora como será la subida por este camino de carro. Y recalco lo de camino de carro porque algunos le llaman “single track Coanegra”, y no tiene nada de eso. De arriba abajo (excepto en un pequeño tramo) tiene la anchura de un camino de carro, lo que pasa es que casi nunca lo parece invadido como está por el exceso de vegetación.
Parece factible en un principio pero pronto nos damos cuenta de que, o bien por la pendiente o bien por los obstáculos, va a ser difícil superar al menos la mitad montado, como así fue. Mas o menos a mitad de camino vemos un desvío a mano derecha aunque no sabemos si en realidad se trata del camino principal y por donde seguimos nosotros se trata del desvío. Ese ramal nos llevaría hasta un rancho de carbonero con un gran safareig, el cual es posible que se trate del susodicho Cocó Peguer pero no lo sé con seguridad.
Como hemos dicho giramos a mano izquierda y pronto vamos a tener que traspasar una zona rocosa y muy empinada donde no es posible encastrar un camino de carro ahí dentro. Después de superar ese tramo vuelve a ensancharse buscando el enlace con la pista superior de la Comuna aunque para ello haya que superar algunas zonas complicadas. Todo ello me hace dudar de que realmente este camino uniera la parte alta de la Comuna con la zona de Coanegra, es muy posible que se trate de diversos trazados ahora unidos entre sí.
Había puesto en marcha el cronómetro abajo y cuando lo miré marcaba 57 minutos. Me pareció mucho, hubiera dicho que fueron menos aunque en las piernas los sentía y bien cada uno de ellos. Nos paramos a comer algo y como no podía ser de otra manera empezó la congregación de bikeros por esos lares. Un grupito de tres que se preparó para irse para abajo. Otro grupo mayor y uno de ellos con una bici un tanto especial, una Yeti sin tija, es decir, que el tubo del sillín forma parte del cuadro y no se puede modificar su altura. Con tal invento no me fue difícil acordarme de él, y más cuando abrió la boca; se trataba de un grupo de menorquines de Ciutadella, muchos de los cuales vinieron con Tiago hace unos meses. Nos presentamos y estuvimos de cháchara unos minutos, esos mismos en que los pobleros aprovecharon para merendar. No sé que track seguirían pero allí estaban, en el camino correcto. No me pude resistir a darles unos consejos, que por supuesto, desatendieron. “Bajad el sillín” (bueno al de la Yeti se la sopla); “donde veas un sitio que digas ahí me paro, no te pares, sigue”. Puede que algún día sepa qué pasó ayer realmente.
Solamente gracias a la bonhomía de Monic pude tomarme un bocado (pero qué bocado, cinco o seis lonchas de jamón serrano con algo de pan alrededor) y partir. Llegando al cruce de la cabra nos topamos con José Luis y un colega y ya me tienes otra vez parado. Lo mío empieza a ser preocupante. Salgo detrás de ellos y me encuentro a unos cuantos enfrascados en una reparación en la subida. Holmer peleándose con la cadena, y cuando finalmente consigue unirla me doy cuenta de que he perdido las gafas y vuelta atrás a buscarlas. Estaban exactamente donde me había imaginado y porqué me habían caido.
Claro, arriba no me esperó nadie. Desventajas de saberse el camino, y tuve que bajar solo. Ya lo hice la semana pasada pero esta vez fue muy diferente. Sin casi ningún control, sin precisión, iba bajando como un novato. Pero no pasó mucho tiempo hasta encontrarlos. Monic, que venía con una semirrígida, había roto la patilla al rozar con una roca y tuvo que abandonar al grupo ya que la cadena estaba retorcida y no auguraba nada bueno. Unos cuantos le acompañaron por carretera.
A ver si en el siguiente tramo iba a mejorar. Estuvo bien, el paso por el bosque fue bastante bueno, sin tropiezos ni embotellamientos, aunque sigo sin pillar la trazada buena al final, quedé en el lado equivocado del tronco pero me tiré por el marge en diagonal y me quité la espinita de la semana pasada (ya veis que me conformo con poco). En este punto debía decidir Juan si volvía por carretera o hacía la ruta al completo y es muy posible que tomara la opción equivocada, la de continuar. Tampoco han parado en el torrente, y mi bocata intacto en la mochila. Afronto la subida pedregosa con decisión y la paso, no de una tirada pero la paso. Me permití ese esfuerzo porque el tramo siguiente es casi de paseo, sin pendiente prácticamente. Está claro, viene toda de golpe después, a partir del desvío del paso. Xisco dijo que no conocía ese tramo y subimos por él y es todo un reto. Aunque tenga una trazada muy limpia no da un solo metro de respiro y es bastante larga; llegas fácilmente a tu límite. Pura fuerza se necesita para superarla.
Una vez arriba queda muy poco de subida y luego ya todo llaneo hasta el Rafal. La ruta original marcaba la bajada por la pista principal pero ya antes de salir comenté cambiarla por la de la embotelladora. Y fue un acierto. Solamente la había hecho una vez de descubierta en solitario cansado de esperar que alguien programara una ruta por esos lares. Me pareció normalita. Un primer tramo revirado por el bosque bastante liso; después, ya al descubierto, el carrizo se adueña del piso y te hace ir con un poco más de tiento. Pero claro, quién iba a permitir que aquello fuera un paseo. Hubo desbandada general en cuanto la pendiente picó para abajo. El contagio fue generalizado y la adrenalina rezumaba por los poros. Menudo colocón.
Ya más calmados tuvimos que saltar la barrera y acabar la ruta callejeando por el pueblo hacia los coches. La cervezeta todavía no está institucionalizada en ese grupo por lo que se fue cada mochuelo a su olivo sin tardanza.
Pero habrá una próxima. En esas estamos.
Ocho treinta en la entrada del pueblo, en una de las calles laterales cerca de la gasolinera. Llegué el primero, después Juan con Carlos y a continuación la procesión de los pobleros, muchos más de los esperados. Presentaciones, montaje de las bicis, últimos retoques y al ataque, que son pocos y cobardes. Pero lo que nos espera como primer plato no es lo que uno calificaría como “calentamiento suave”. Es un entrante de primera clase y gracias que esté cementado. Un reto para finalizarlo sin poner pies. Yo tuve que poner uno, lo reconozco.
En cuanto estamos todos arriba nos vamos a buscar el sendero primero, pista después, que nos llevará hasta Son Roig. Para ello debemos bajar por la pista y encontrar el desvío, cosa que hacemos sin problema. La primera parte, el sendero a través del bosque, muy divertido y sin obstáculos apreciables pero en cuanto pasamos por una zona de piedra empieza a descender con largos tramos rectos y con giros muy cerrados. Solamente un par de pasos comprometidos aunque salvables.
Cuando llegué al segundo de ellos me encontré una pila de gente, muchos más eran los que subían que los que bajaban, y como lo vi factible me tiré. Ahí fue donde me dí la paparra, solamente faltaron los aplausos. Creo que no hubo constancia gráfica del suceso pero debió ser desmotivador. No reconocí a ninguno de los que había por allí, cierto es que tampoco los miré a todos, o sea que me monté y me dispuse a acabar la bajada de la mejor manera, pero no me fue posible. Había pinchado o pellizcado la cámara mejor dicho y me tuve que parar en la siguiente curva a cambiarla. No sé si va a ser cuestión de darle el retiro a la Larsen ya, que llevo unas cuantas salidas petando de atrás.
Pasamos por Son Roig, que por cierto está en venta, y Son Pou para llegar al vado del torrente, que ya está seco en ese punto. Y digo en ese punto porque más abajo si tiene caudal. Y así pasa en otros tramos de su curso. Caso curioso el de este torrente. Vamos a comprobar ahora como será la subida por este camino de carro. Y recalco lo de camino de carro porque algunos le llaman “single track Coanegra”, y no tiene nada de eso. De arriba abajo (excepto en un pequeño tramo) tiene la anchura de un camino de carro, lo que pasa es que casi nunca lo parece invadido como está por el exceso de vegetación.
Parece factible en un principio pero pronto nos damos cuenta de que, o bien por la pendiente o bien por los obstáculos, va a ser difícil superar al menos la mitad montado, como así fue. Mas o menos a mitad de camino vemos un desvío a mano derecha aunque no sabemos si en realidad se trata del camino principal y por donde seguimos nosotros se trata del desvío. Ese ramal nos llevaría hasta un rancho de carbonero con un gran safareig, el cual es posible que se trate del susodicho Cocó Peguer pero no lo sé con seguridad.
Como hemos dicho giramos a mano izquierda y pronto vamos a tener que traspasar una zona rocosa y muy empinada donde no es posible encastrar un camino de carro ahí dentro. Después de superar ese tramo vuelve a ensancharse buscando el enlace con la pista superior de la Comuna aunque para ello haya que superar algunas zonas complicadas. Todo ello me hace dudar de que realmente este camino uniera la parte alta de la Comuna con la zona de Coanegra, es muy posible que se trate de diversos trazados ahora unidos entre sí.
Había puesto en marcha el cronómetro abajo y cuando lo miré marcaba 57 minutos. Me pareció mucho, hubiera dicho que fueron menos aunque en las piernas los sentía y bien cada uno de ellos. Nos paramos a comer algo y como no podía ser de otra manera empezó la congregación de bikeros por esos lares. Un grupito de tres que se preparó para irse para abajo. Otro grupo mayor y uno de ellos con una bici un tanto especial, una Yeti sin tija, es decir, que el tubo del sillín forma parte del cuadro y no se puede modificar su altura. Con tal invento no me fue difícil acordarme de él, y más cuando abrió la boca; se trataba de un grupo de menorquines de Ciutadella, muchos de los cuales vinieron con Tiago hace unos meses. Nos presentamos y estuvimos de cháchara unos minutos, esos mismos en que los pobleros aprovecharon para merendar. No sé que track seguirían pero allí estaban, en el camino correcto. No me pude resistir a darles unos consejos, que por supuesto, desatendieron. “Bajad el sillín” (bueno al de la Yeti se la sopla); “donde veas un sitio que digas ahí me paro, no te pares, sigue”. Puede que algún día sepa qué pasó ayer realmente.
Solamente gracias a la bonhomía de Monic pude tomarme un bocado (pero qué bocado, cinco o seis lonchas de jamón serrano con algo de pan alrededor) y partir. Llegando al cruce de la cabra nos topamos con José Luis y un colega y ya me tienes otra vez parado. Lo mío empieza a ser preocupante. Salgo detrás de ellos y me encuentro a unos cuantos enfrascados en una reparación en la subida. Holmer peleándose con la cadena, y cuando finalmente consigue unirla me doy cuenta de que he perdido las gafas y vuelta atrás a buscarlas. Estaban exactamente donde me había imaginado y porqué me habían caido.
Claro, arriba no me esperó nadie. Desventajas de saberse el camino, y tuve que bajar solo. Ya lo hice la semana pasada pero esta vez fue muy diferente. Sin casi ningún control, sin precisión, iba bajando como un novato. Pero no pasó mucho tiempo hasta encontrarlos. Monic, que venía con una semirrígida, había roto la patilla al rozar con una roca y tuvo que abandonar al grupo ya que la cadena estaba retorcida y no auguraba nada bueno. Unos cuantos le acompañaron por carretera.
A ver si en el siguiente tramo iba a mejorar. Estuvo bien, el paso por el bosque fue bastante bueno, sin tropiezos ni embotellamientos, aunque sigo sin pillar la trazada buena al final, quedé en el lado equivocado del tronco pero me tiré por el marge en diagonal y me quité la espinita de la semana pasada (ya veis que me conformo con poco). En este punto debía decidir Juan si volvía por carretera o hacía la ruta al completo y es muy posible que tomara la opción equivocada, la de continuar. Tampoco han parado en el torrente, y mi bocata intacto en la mochila. Afronto la subida pedregosa con decisión y la paso, no de una tirada pero la paso. Me permití ese esfuerzo porque el tramo siguiente es casi de paseo, sin pendiente prácticamente. Está claro, viene toda de golpe después, a partir del desvío del paso. Xisco dijo que no conocía ese tramo y subimos por él y es todo un reto. Aunque tenga una trazada muy limpia no da un solo metro de respiro y es bastante larga; llegas fácilmente a tu límite. Pura fuerza se necesita para superarla.
Una vez arriba queda muy poco de subida y luego ya todo llaneo hasta el Rafal. La ruta original marcaba la bajada por la pista principal pero ya antes de salir comenté cambiarla por la de la embotelladora. Y fue un acierto. Solamente la había hecho una vez de descubierta en solitario cansado de esperar que alguien programara una ruta por esos lares. Me pareció normalita. Un primer tramo revirado por el bosque bastante liso; después, ya al descubierto, el carrizo se adueña del piso y te hace ir con un poco más de tiento. Pero claro, quién iba a permitir que aquello fuera un paseo. Hubo desbandada general en cuanto la pendiente picó para abajo. El contagio fue generalizado y la adrenalina rezumaba por los poros. Menudo colocón.
Ya más calmados tuvimos que saltar la barrera y acabar la ruta callejeando por el pueblo hacia los coches. La cervezeta todavía no está institucionalizada en ese grupo por lo que se fue cada mochuelo a su olivo sin tardanza.
Pero habrá una próxima. En esas estamos.