Dispuesto a no llegar tarde a mi cita del domingo atraso un poco la hora del despertador para asegurar mi puntualidad. Mi cita no será con los que van a practicar descenso en el mini circuito de Pòrtol, remonte va, remonte viene; mi cita será con los bous que decidan participar en una salida rodadora. La intención primera es valorar la posibilidad de realizar cuantas bajadas sean posibles en compañía; en solitario hice tres y sin forzar y no acabé muy tarde pero hice la bajada directa a Son Ferrà y eso es una de las cosas que quería cambiar. De todas maneras ya pronto vi que no sería posible ante la demanda de un horario ajustado por parte de los compañeros, en este caso, solamente dos, Guiem y Toni, pero como accedieron encantados a acompañarme pues una cosa por la otra y todos contentos.
Ruta de acercamiento clásica por el acceso de Bunyolí, Sarrià, Son Malferit, Son Ferrà y lo que nos espera más allá. Prueba superada en el gravet, reagrupamiento arriba y vuelta a empezar hasta la ermita. Sin perder más tiempo del necesario que para equiparnos iniciamos el divertido descenso sin más contratiempos que alguna curva cerrada y un paso imposible de trialear ni mucho menos saltar. Los compañeros no se lo acaban de creer y bajan con más precaución, excesiva quizás.
Estamos en la pista otra vez y subimos enseguida que estamos los tres para esta vez sí comer algo arriba y refrescarnos en el caño de la cisterna. No vimos ni oímos a nadie si exceptuamos a dos excursionistas foráneos, una pareja de cierta edad que subía detrás de nosotros y que nos adelantó. Tras algunos minutos de relax decidimos hacer la bajada tres, una pizca más técnica que la anterior que requiere mayor destreza en el paso de curvas pero sin más complicaciones añadidas.
Vuelta rápida y directa, o al menos con todo metido, me despido de Guiem y Toni hasta la próxima notando ya la ola de calor y malestar al entrar en la ciudad, ¡con lo bien que estábamos pocos minutos antes!. Cierto que la propia actividad ciclista en terreno complicado te genera un gasto de energía más elevado pero en mi caso la sensación de bienestar general es mucho mayor que la estancia en una playa o una cala en plena canícula.
El miércoles pasado sin ir más lejos estuve por allí otra vez, aunque en esta ocasión a pata. No lo tenía previsto pero quise dar una vuelta y partí caminando desde el área recreativa por el camino que se dirige hacia el cristo. A veces hay que hacer estas cosas para poder fijarte en detalles que pasan inadvertidos al ir en bici, cuando parece que sufres el efecto túnel, y eso hice. De lo primero que me dí cuenta es de que el primer tramo de pista tiene una inclinación exagerada para intentar subir por ahí rodando, se puede hacer pero a costa de poner (y poder) mucho de tu parte y en cambio encontré una alternativa que te ayuda en parte a superar ese ascenso.
La subida tiene algunos tramos muy factibles y cómodos y la encontré corta, hasta pude investigar algunos ramales aunque sin continuidad. Arriba del todo está la parte más inclinada con algunos rectos que habrá que patear pero enseguida vamos encontrando los cruces de las diferentes opciones, la continuación hasta el monumento, el cruce de la bajada del pozo, y el de la bajada principal, por así decir. Obvié algún descanso turístico en el castellet y continué la bajada a buen ritmo hasta el desvío de la fuente por donde volví al lugar de origen. En resumen, un buen paseo que me dí sin tenerlo previsto y que realmente necesitaba.
Ruta de acercamiento clásica por el acceso de Bunyolí, Sarrià, Son Malferit, Son Ferrà y lo que nos espera más allá. Prueba superada en el gravet, reagrupamiento arriba y vuelta a empezar hasta la ermita. Sin perder más tiempo del necesario que para equiparnos iniciamos el divertido descenso sin más contratiempos que alguna curva cerrada y un paso imposible de trialear ni mucho menos saltar. Los compañeros no se lo acaban de creer y bajan con más precaución, excesiva quizás.
Estamos en la pista otra vez y subimos enseguida que estamos los tres para esta vez sí comer algo arriba y refrescarnos en el caño de la cisterna. No vimos ni oímos a nadie si exceptuamos a dos excursionistas foráneos, una pareja de cierta edad que subía detrás de nosotros y que nos adelantó. Tras algunos minutos de relax decidimos hacer la bajada tres, una pizca más técnica que la anterior que requiere mayor destreza en el paso de curvas pero sin más complicaciones añadidas.
Vuelta rápida y directa, o al menos con todo metido, me despido de Guiem y Toni hasta la próxima notando ya la ola de calor y malestar al entrar en la ciudad, ¡con lo bien que estábamos pocos minutos antes!. Cierto que la propia actividad ciclista en terreno complicado te genera un gasto de energía más elevado pero en mi caso la sensación de bienestar general es mucho mayor que la estancia en una playa o una cala en plena canícula.
El miércoles pasado sin ir más lejos estuve por allí otra vez, aunque en esta ocasión a pata. No lo tenía previsto pero quise dar una vuelta y partí caminando desde el área recreativa por el camino que se dirige hacia el cristo. A veces hay que hacer estas cosas para poder fijarte en detalles que pasan inadvertidos al ir en bici, cuando parece que sufres el efecto túnel, y eso hice. De lo primero que me dí cuenta es de que el primer tramo de pista tiene una inclinación exagerada para intentar subir por ahí rodando, se puede hacer pero a costa de poner (y poder) mucho de tu parte y en cambio encontré una alternativa que te ayuda en parte a superar ese ascenso.
La subida tiene algunos tramos muy factibles y cómodos y la encontré corta, hasta pude investigar algunos ramales aunque sin continuidad. Arriba del todo está la parte más inclinada con algunos rectos que habrá que patear pero enseguida vamos encontrando los cruces de las diferentes opciones, la continuación hasta el monumento, el cruce de la bajada del pozo, y el de la bajada principal, por así decir. Obvié algún descanso turístico en el castellet y continué la bajada a buen ritmo hasta el desvío de la fuente por donde volví al lugar de origen. En resumen, un buen paseo que me dí sin tenerlo previsto y que realmente necesitaba.