Hay que poner orden a esto de salir por las tardes porque vamos de cabeza al desastre, a este paso un día no volvemos, tampoco es que pasara nada extraordinario, dormir al raso no es ningún deshonor. No lo es si es lo que tienes previsto hacer, si vas equipado, comes y bebes, tienes luces y te puedes preparar al menos un mullido suelo para descansar en condiciones, pero si debes hacerlo porque no te queda más remedio, sin comer ni beber, sin siquiera ver donde estás y con unas bielas de cojín la cosa cambia, puede ser frustrante, habría que tomárselo con buen humor si es posible.
La cosa empezó mal como de costumbre, yo llegaba tarde y Juan más aún con lo que Kiko se hartó de esperar antes de empezar a rodar. Había quedado a las seis en Santa María casi a sabiendas de que me sería imposible cumplir pero lo cierto es que nos viene más que justo empezar a esa hora desde cualquier sitio, primer punto a tener en cuenta.
El segundo podría ser el tipo de ruta, esta vez estaba emperrado en ir a Alaró a ver una bajada que hicimos una vez Carlos y yo. No comprobé ningún tipo de dato (tampoco tengo de dónde) sobre dificultad, horarios, etc. lo que sé era solamente del recuerdo, y recordaba que empezamos del mismo sitio, que no la habíamos atacado en un principio, dimos alguna vuelta para hacer tiempo, hubo caídas, hubo fotos, hubo merienda antes de empezar a bajar. Todo eso me daba la sensación de tener un buen colchón de tiempo que gastar. En la propia bajada nos perdimos y tardamos bastante en volver al camino y una vez situados en el sitio correcto era todo ciclable tanto a un lado u otro de las rejillas, se puede decir que iba bastante relajado en ese aspecto y la intención era concentrarse en el deportivo, intentar hacer lo más posible de ese camino o al menos ver que otros sí pueden acometerlo. Y todo esto en unas tres horas y media. Como plan no estaba mal del todo, simplemente es que los planes pueden salir o no salir bien y este fue de los que no aunque si nos ponemos optimistas, podría haber sido peor.
Llegar a Alaró y hacer la subida del Castell no tiene secretos pero nos puso a todos en nuestro sitio, yo tuve que hacer un verdadero esfuerzo para no parar ya que parecía que llevaba el sillín con la punta hacia arriba, uf, cómo escocía. Kiko subió de más a menos y Juan subió porque tenía que subir. Encontramos la bajada enseguida y a los diez metros y en la primera roca, llantazo, es como si te sacaran tarjeta roja a la primera falta, jode. Reparamos y seguimos y pronto llega un paso que se me atraviesa, Kiko lo quiere intentar, está seguro de la intención pero le falla el procedimiento y cae de lado, pedal en tibia duele un montón.
Llegamos a una zona de cazadores y continuamos por donde el hito, craso error, está allí para despistar porque no conduce a ningún sitio. Vuelvo atrás y encuentro el camino donde tiene que estar, bajo a buscarlos y vuelta arriba con las bicis que en esos momentos sobran. Pasos complicados, rocas y árboles obstaculizan nuestro paso pero se intenta y llegamos al punto donde hay que desviarse, hay que saberlo porque no es nada evidente pero el siguiente tramo que le sigue, el paso en sí, es una trialera técnica de lo más exigente técnicamente. Kiko lo quiere intentar en una losa y cayó sobre un pino, misma tibia del pedal de antes que ahora se refriega con ganas en la corteza de un pino muerto, duele varios montones. Claro, a partir de eso los retos pierden importancia y empieza a cundir el desasosiego, yo, que sé que abajo empieza la parte ciclable para todos, estoy más tranquilo.
Llegamos abajo y efectivamente al menos podemos pedalear tras cruzar el torrente pero sucede otro contratiempo, de repente nos vemos bajando por una ladera inclinada sin poder montar y diciéndome a mí mismo que no me suena de nada, y tan poco me sonaba que tuve que volver a subir para encontrar el camino justo donde lo habíamos dejado. Vuelta a subir bicis y se puede decir que era ya muy tarde, se veía muy poco, y no es ésa y no otra la razón para perder un camino tan evidente. Aquí, mientras buscaba el camino, me ponía ya en cualquier tesitura y no porque no fuera capaz de encontrarlo sino por no poder verlo, era realmente tarde, de hecho el paso por los botadores y el olivar lo hicimos casi a tientas.
Bajar a Alaró, coger agua y volver por la carretera ya rodamos a oscuras, había momentos en que dudaba de que hubiera una carretera allí tal era la poca luz que daban los dos focos de los compañeros y yo me había dejado la luz trasera para acabar de rematar. Está claro que puedo decir que la noche me confunde, me confunde la hora y me confunde el camino y no ir preparado lo empeora, pequé de optimista al programar la ruta pero quise comprobar después cuál fue mi error y sigo sin saberlo porque la primera vez y sin ir directamente como el jueves pasado en tres horas estábamos en el olivar, las horas de la cámara no mienten, entonces fue ese cúmulo de incidencias, pinchazo, caídas, pérdidas lo que nos trastocó el horario, pero además agravada la desazón por el mismo anochecer, de día el comportamiento es completamente diferente.
Las consecuencias físicas parece que han sido leves, el que más arriesgó más las padeció pero estoy seguro de que en otras circunstancias todo se verá muy diferente, sobre todo porque simplemente se verá.
La cosa empezó mal como de costumbre, yo llegaba tarde y Juan más aún con lo que Kiko se hartó de esperar antes de empezar a rodar. Había quedado a las seis en Santa María casi a sabiendas de que me sería imposible cumplir pero lo cierto es que nos viene más que justo empezar a esa hora desde cualquier sitio, primer punto a tener en cuenta.
El segundo podría ser el tipo de ruta, esta vez estaba emperrado en ir a Alaró a ver una bajada que hicimos una vez Carlos y yo. No comprobé ningún tipo de dato (tampoco tengo de dónde) sobre dificultad, horarios, etc. lo que sé era solamente del recuerdo, y recordaba que empezamos del mismo sitio, que no la habíamos atacado en un principio, dimos alguna vuelta para hacer tiempo, hubo caídas, hubo fotos, hubo merienda antes de empezar a bajar. Todo eso me daba la sensación de tener un buen colchón de tiempo que gastar. En la propia bajada nos perdimos y tardamos bastante en volver al camino y una vez situados en el sitio correcto era todo ciclable tanto a un lado u otro de las rejillas, se puede decir que iba bastante relajado en ese aspecto y la intención era concentrarse en el deportivo, intentar hacer lo más posible de ese camino o al menos ver que otros sí pueden acometerlo. Y todo esto en unas tres horas y media. Como plan no estaba mal del todo, simplemente es que los planes pueden salir o no salir bien y este fue de los que no aunque si nos ponemos optimistas, podría haber sido peor.
Llegar a Alaró y hacer la subida del Castell no tiene secretos pero nos puso a todos en nuestro sitio, yo tuve que hacer un verdadero esfuerzo para no parar ya que parecía que llevaba el sillín con la punta hacia arriba, uf, cómo escocía. Kiko subió de más a menos y Juan subió porque tenía que subir. Encontramos la bajada enseguida y a los diez metros y en la primera roca, llantazo, es como si te sacaran tarjeta roja a la primera falta, jode. Reparamos y seguimos y pronto llega un paso que se me atraviesa, Kiko lo quiere intentar, está seguro de la intención pero le falla el procedimiento y cae de lado, pedal en tibia duele un montón.
Llegamos a una zona de cazadores y continuamos por donde el hito, craso error, está allí para despistar porque no conduce a ningún sitio. Vuelvo atrás y encuentro el camino donde tiene que estar, bajo a buscarlos y vuelta arriba con las bicis que en esos momentos sobran. Pasos complicados, rocas y árboles obstaculizan nuestro paso pero se intenta y llegamos al punto donde hay que desviarse, hay que saberlo porque no es nada evidente pero el siguiente tramo que le sigue, el paso en sí, es una trialera técnica de lo más exigente técnicamente. Kiko lo quiere intentar en una losa y cayó sobre un pino, misma tibia del pedal de antes que ahora se refriega con ganas en la corteza de un pino muerto, duele varios montones. Claro, a partir de eso los retos pierden importancia y empieza a cundir el desasosiego, yo, que sé que abajo empieza la parte ciclable para todos, estoy más tranquilo.
Llegamos abajo y efectivamente al menos podemos pedalear tras cruzar el torrente pero sucede otro contratiempo, de repente nos vemos bajando por una ladera inclinada sin poder montar y diciéndome a mí mismo que no me suena de nada, y tan poco me sonaba que tuve que volver a subir para encontrar el camino justo donde lo habíamos dejado. Vuelta a subir bicis y se puede decir que era ya muy tarde, se veía muy poco, y no es ésa y no otra la razón para perder un camino tan evidente. Aquí, mientras buscaba el camino, me ponía ya en cualquier tesitura y no porque no fuera capaz de encontrarlo sino por no poder verlo, era realmente tarde, de hecho el paso por los botadores y el olivar lo hicimos casi a tientas.
Bajar a Alaró, coger agua y volver por la carretera ya rodamos a oscuras, había momentos en que dudaba de que hubiera una carretera allí tal era la poca luz que daban los dos focos de los compañeros y yo me había dejado la luz trasera para acabar de rematar. Está claro que puedo decir que la noche me confunde, me confunde la hora y me confunde el camino y no ir preparado lo empeora, pequé de optimista al programar la ruta pero quise comprobar después cuál fue mi error y sigo sin saberlo porque la primera vez y sin ir directamente como el jueves pasado en tres horas estábamos en el olivar, las horas de la cámara no mienten, entonces fue ese cúmulo de incidencias, pinchazo, caídas, pérdidas lo que nos trastocó el horario, pero además agravada la desazón por el mismo anochecer, de día el comportamiento es completamente diferente.
Las consecuencias físicas parece que han sido leves, el que más arriesgó más las padeció pero estoy seguro de que en otras circunstancias todo se verá muy diferente, sobre todo porque simplemente se verá.