Uf, vaya semanita. El grupito de los jueves se ha desmembrado, uno de ellos ha faltado a la cita aduciendo exceso de curro, lo que pasa es que se lo veía venir, hacer encajar la ruta propuesta en el tiempo disponible era cuando menos ilusorio, Juan y yo quisimos intentarlo pero una cosa es el querer y otra el poder, por mucho que digan.
Empecemos por el principio e iremos comprobando de qué manera pueden llegar a torcerse las cosas. Debíamos vernos a las seis y desde unas horas antes ya tenía noticias que no hacían presagiar nada bueno. Kiko no viene, eso ya lo he dicho, pero no tiene porqué ser el origen del desastre. Lo siguiente es que la bici de Juan pincha sola sin moverse del comedor de su casa, ¡anda ya, ¿qué me estás contando?. Lo cierto es que lleva dos cámaras cambiadas y pasan de las seis y entre el “ahora bajo” y el “ahora llega” pasan diez minutos más, el retraso ya es insalvable pero aún tenemos posibilidades así que no perdemos más tiempo en explicaciones y aceleramos la marcha.
Ahora va y suena el teléfono, paro un momento a ver quién es, seguro que se trata de algún cliente en apuros pero contestar supone ya el carpetazo definitivo a la salida y confío en que se lo piense y espere a mañana, sea lo que sea. Pues no, insiste y al no tener contestación llama a otro el cual ahora me llama a mí, no puede ser tan importante como para intentarlo con tanta insistencia. En eso que Juan pronuncia la frase maldita: “he vuelto a pinchar”, será de mirar la rueda porque por ahora hemos ido por asfalto. En fin, mientras busca sin éxito el motivo del pinchazo en la cubierta o la llanta yo contesto a la llamada y efectivamente no había motivo serio, un simple correo notificando la avería o una llamada en horas laborables hubiera bastado. Así y todo un cuarto de hora al teléfono no me la quitó nadie, y no fue la última llamada que tuve pero ahí ya ni lo saqué. Decidimos seguir a pesar del retraso acumulado y no solo éso, lo haríamos por el interior de Son Orlandis, quería calibrar una variante en esa finca que ha resultado bastante decepcionante. Al no llevar más cámaras lo hemos hecho andando y ni así me ha convencido ya que se adentra en zonas más agrestes que el primer pase que realicé.
Camí de Can Rafel y el camí de s'escaleta del tancat des voltor, me parece que es más largo el nombre que el camino en sí pero está situado en el sitio estratégico para no tener que llegar al pueblo. Desde arriba nos fijamos en un ramal de Puntiró perfectamente delineado y una continuación algo más rústica, tipo cortafuegos, que casi llega abajo y decidimos investigar a ver si la podemos enlazar. La parte más accesible parece ser una zona cultivada de unas casas cercanas lo que hace que busquemos más abajo una alternativa algo más discreta. Lo hacemos circulando por un camino lateral y por ahí entro en la finca en cuestión caminando y recorro unos metros y no me convence nada de lo que veo. El recorrido del camino hacia abajo no nos reporta nada nuevo así que volvemos a subir y dejamos para otro día la investigación por abajo.
En lugar de bajar a la carretera y volver directamente a la ciudad que hubiera sido la opción correcta en ese momento decidimos (decido) que volveremos por el pueblo. Están en fiestas y pasamos por la plaza en pleno festival de la fiesta de la espuma y las camisetas mojadas, el tema interesa pero debemos estar pendientes de la luz solar que ya va menguando, de hecho cuando el camino pasa más arrimado al bosque se nota ya que la luz empieza a escasear, nosotros no llevamos más que un simple foquito de posición y yo ni siquiera eso.
Desvío por Marratxinet para salir frente a los viveros y recorrer unos cientos de metros de la carretera a toda pastilla y salir de allí por el camí de sa bomba para dejarlo también bajando a las vías una vez pasado el puente. Por ese camino de finca salimos frente al centro comercial del cual cruzamos el aparcamiento hasta el puente peatonal y el paso canadiense rodeando la urbanización y allí, justo allí, la cagamos. Enfrente teníamos el inmenso campo y al fondo, una pared. Para cruzar al otro lado debíamos pasar entre el rebaño de ovejas y aprovechando que estaba el pastor le pregunté si íbamos bien por allí. Un ademán con el cayado y un “juhhh” señalando una dirección indeterminada fueron las respuestas pero más bien en lenguaje ovejuno por lo que me quedé casi peor de lo que estaba.
Salimos de allí y empezamos a recorrer supuestos caminos que no nos llevaron a ningún lado, empezaron las idas y venidas hasta que de repente me veo dando una curva y reconozco el lugar, sabremos salir aunque Juan me hacía la contraria de que el día que él vino salimos por otro lado, puede ser pero sin ver ni torta no vamos a ir a buscarlo. Finalmente encontramos el ramal que sale de la finca y, ¡oh, cielos! la barrera está cerrada. Bicis y bikeros están ya al otro lado y al pasar Planera deberemos ir a toda mecha por el camí de Muntanya que no tiene iluminación ninguna y confiar en que los conductores nos vean.
Nos desviamos por el camino de Son Macià y para nuestra sorpresa la barrera de salida está cerrada. Activamos modo silencio, apagamos luces, pasamos bicis al otro lado y al pasar los dos nos damos cuenta de que aún seguimos estando detrás de la rejilla. Vuelta a pasar bicis e intentarlo por el otro lado. Unos enganches sueltos de los postes que aguantan los alambres laterales darán aún un poco más de emoción al ejercicio de salto de valla con doble pirueta incluida.
Una vez en el desvío del Pont d'Inca y rodando por el sendero adosado al torrente pierdo a Juan, resulta que se ha parado porque se le ha enganchado un trozo de alambre en la rueda y le impide rodar. Tras continuar, y como os estáis imaginando, ha vuelto a pinchar. Rodamos ya por las calles de la ciudad y va con la rueda completamente vacía, ni siquiera hinchando dos veces más consigue llegar con un mínimo de dignidad a casa y yo al entrar en la mía me entero de que son más de las diez y media, menudo par!, pero no hay problema, sólo es cuestión de tiempo que encuentre el camino correcto y además tengo confianza, es más, estoy completamente seguro de que el resultado será altamente satisfactorio pero eso habrá que comprobarlo en el próximo episodio, el método de ensayo y error tiene estas cosas.
Empecemos por el principio e iremos comprobando de qué manera pueden llegar a torcerse las cosas. Debíamos vernos a las seis y desde unas horas antes ya tenía noticias que no hacían presagiar nada bueno. Kiko no viene, eso ya lo he dicho, pero no tiene porqué ser el origen del desastre. Lo siguiente es que la bici de Juan pincha sola sin moverse del comedor de su casa, ¡anda ya, ¿qué me estás contando?. Lo cierto es que lleva dos cámaras cambiadas y pasan de las seis y entre el “ahora bajo” y el “ahora llega” pasan diez minutos más, el retraso ya es insalvable pero aún tenemos posibilidades así que no perdemos más tiempo en explicaciones y aceleramos la marcha.
Ahora va y suena el teléfono, paro un momento a ver quién es, seguro que se trata de algún cliente en apuros pero contestar supone ya el carpetazo definitivo a la salida y confío en que se lo piense y espere a mañana, sea lo que sea. Pues no, insiste y al no tener contestación llama a otro el cual ahora me llama a mí, no puede ser tan importante como para intentarlo con tanta insistencia. En eso que Juan pronuncia la frase maldita: “he vuelto a pinchar”, será de mirar la rueda porque por ahora hemos ido por asfalto. En fin, mientras busca sin éxito el motivo del pinchazo en la cubierta o la llanta yo contesto a la llamada y efectivamente no había motivo serio, un simple correo notificando la avería o una llamada en horas laborables hubiera bastado. Así y todo un cuarto de hora al teléfono no me la quitó nadie, y no fue la última llamada que tuve pero ahí ya ni lo saqué. Decidimos seguir a pesar del retraso acumulado y no solo éso, lo haríamos por el interior de Son Orlandis, quería calibrar una variante en esa finca que ha resultado bastante decepcionante. Al no llevar más cámaras lo hemos hecho andando y ni así me ha convencido ya que se adentra en zonas más agrestes que el primer pase que realicé.
Camí de Can Rafel y el camí de s'escaleta del tancat des voltor, me parece que es más largo el nombre que el camino en sí pero está situado en el sitio estratégico para no tener que llegar al pueblo. Desde arriba nos fijamos en un ramal de Puntiró perfectamente delineado y una continuación algo más rústica, tipo cortafuegos, que casi llega abajo y decidimos investigar a ver si la podemos enlazar. La parte más accesible parece ser una zona cultivada de unas casas cercanas lo que hace que busquemos más abajo una alternativa algo más discreta. Lo hacemos circulando por un camino lateral y por ahí entro en la finca en cuestión caminando y recorro unos metros y no me convence nada de lo que veo. El recorrido del camino hacia abajo no nos reporta nada nuevo así que volvemos a subir y dejamos para otro día la investigación por abajo.
En lugar de bajar a la carretera y volver directamente a la ciudad que hubiera sido la opción correcta en ese momento decidimos (decido) que volveremos por el pueblo. Están en fiestas y pasamos por la plaza en pleno festival de la fiesta de la espuma y las camisetas mojadas, el tema interesa pero debemos estar pendientes de la luz solar que ya va menguando, de hecho cuando el camino pasa más arrimado al bosque se nota ya que la luz empieza a escasear, nosotros no llevamos más que un simple foquito de posición y yo ni siquiera eso.
Desvío por Marratxinet para salir frente a los viveros y recorrer unos cientos de metros de la carretera a toda pastilla y salir de allí por el camí de sa bomba para dejarlo también bajando a las vías una vez pasado el puente. Por ese camino de finca salimos frente al centro comercial del cual cruzamos el aparcamiento hasta el puente peatonal y el paso canadiense rodeando la urbanización y allí, justo allí, la cagamos. Enfrente teníamos el inmenso campo y al fondo, una pared. Para cruzar al otro lado debíamos pasar entre el rebaño de ovejas y aprovechando que estaba el pastor le pregunté si íbamos bien por allí. Un ademán con el cayado y un “juhhh” señalando una dirección indeterminada fueron las respuestas pero más bien en lenguaje ovejuno por lo que me quedé casi peor de lo que estaba.
Salimos de allí y empezamos a recorrer supuestos caminos que no nos llevaron a ningún lado, empezaron las idas y venidas hasta que de repente me veo dando una curva y reconozco el lugar, sabremos salir aunque Juan me hacía la contraria de que el día que él vino salimos por otro lado, puede ser pero sin ver ni torta no vamos a ir a buscarlo. Finalmente encontramos el ramal que sale de la finca y, ¡oh, cielos! la barrera está cerrada. Bicis y bikeros están ya al otro lado y al pasar Planera deberemos ir a toda mecha por el camí de Muntanya que no tiene iluminación ninguna y confiar en que los conductores nos vean.
Nos desviamos por el camino de Son Macià y para nuestra sorpresa la barrera de salida está cerrada. Activamos modo silencio, apagamos luces, pasamos bicis al otro lado y al pasar los dos nos damos cuenta de que aún seguimos estando detrás de la rejilla. Vuelta a pasar bicis e intentarlo por el otro lado. Unos enganches sueltos de los postes que aguantan los alambres laterales darán aún un poco más de emoción al ejercicio de salto de valla con doble pirueta incluida.
Una vez en el desvío del Pont d'Inca y rodando por el sendero adosado al torrente pierdo a Juan, resulta que se ha parado porque se le ha enganchado un trozo de alambre en la rueda y le impide rodar. Tras continuar, y como os estáis imaginando, ha vuelto a pinchar. Rodamos ya por las calles de la ciudad y va con la rueda completamente vacía, ni siquiera hinchando dos veces más consigue llegar con un mínimo de dignidad a casa y yo al entrar en la mía me entero de que son más de las diez y media, menudo par!, pero no hay problema, sólo es cuestión de tiempo que encuentre el camino correcto y además tengo confianza, es más, estoy completamente seguro de que el resultado será altamente satisfactorio pero eso habrá que comprobarlo en el próximo episodio, el método de ensayo y error tiene estas cosas.