Tres horas por la tarde no es mucho tiempo para montar una ruta mtb en condiciones, no es a lo que estamos acostumbrados y eso hace que a veces debamos improvisar un poco más de la cuenta. Esta semana habíamos quedado en el faro de Cap Blanc para dirigirnos hacia Cala Pi. Ya de primeras me pareció demasiado lejos la salida y en cambio el recorrido demasiado corto por lo que me puse manos a la obra y vi que se podría sacar algún jugo de la zona comprendida entre la urbanización de Bahía Azul y el faro. A los tres nos venía bien quedar por allí y así lo hicimos.
Llegamos Juan y yo juntos y hubo que avisar a Kiko de donde estábamos para encontrarnos. Sin quererlo había adivinado el punto exacto de inicio de mi track, el que hice a boleo el día anterior. De lo que se trataba es de atravesar las urbanizaciones sin tocar (al menos mucho) asfalto y es factible. He de decir que el track no lo seguimos ya que no llevábamos con qué hacerlo pero tampoco hizo falta ya que mis dos compañeros conocen la zona perfectamente, así que solamente me tuve que dedicar a seguirles mientras íbamos cruzando toda clase de terrenos hasta Tolleric. Sa Torre, radiofaro, Bahía Azul, Bahía Grande, estas dos últimas por el arcén de la carretera militar hasta que pudimos acceder al solar aún virgen antes de Tolleric por donde las bicis se deslizan con suavidad al estar en su terreno idóneo.
Llegamos a la urbanización y la atravesamos directamente sin comprobar si podemos hacerlo por la línea del acantilado, esa cuestión y algunas más que irían saliendo a lo largo de la tarde pasaron sin más a la carpeta de pendientes. Aunque sobre la pantalla había dibujado una línea que sí entraba en la zona militar de Cap Regana en la práctica no lo hicimos, ni al salir de la urbanización ni por las barreras de entrada convencionales que estaban cerradas por lo que fuimos siguiendo la carretera a la espera de encontrar algún acceso abierto. No lo encontramos y nos vimos obligados a recorrer unos dos kilómetros de asfalto hasta el final de la valla pudiendo ya sí entrar por un camino que nos acercó a la plataforma de una antigua batería de costa y desde allí al borde del acantilado.
Por ahí sí parecía que se notaba el paso de senderistas o bicis configurando un pequeño sendero por el cual nos íbamos acercando a nuestro objetivo, el faro de Cap Blanc. Eso era lo que había estado esperando encontrar muchos metros antes, un terreno sumamente divertido aunque hay que atacarlo con decisión y ahí cuenta mucho la velocidad, no tiene porque ser excesiva pero te tiene que dar la sensación de que vas volando por encima de las rocas.
En un momento de indecisión tiramos hacia la carretera y nos encontramos una zanja bastante larga que sorteamos dos veces y después una pequeña torrentera muy tupida de vegetación y con la valla detrás, eso hizo que nos desviáramos hacia la carretera y volver a recorrer unos metros hasta meternos por un camino donde hay unos cartelones con unas listas de precios de bar que nos invitan a entrar a curiosear. Lo que vemos es un caserón con servicio de bebidas (música no oímos) pero con unas vistas privilegiadas sobre toda la bahía de Palma. No tenemos tiempo para refrigerios ni relajaciones y fisgoneamos la valla que rodea toda la parcela, no tiene aberturas pero compruebo que se puede rodar por fuera por lo que volvemos a la carretera para rodearla. Fue la mejor decisión y aunque el faro ya no estaba lejos lo dejamos para otro día, Cala Pi podía esperar.
Ese tramo fue precisamente el mejor, el rodar muy cerca del borde del precipicio te motiva y aunque no puede considerarse peligroso en conjunto en algunos momentos sí estás realmente cerca del abismo. Hicimos todo el tramo de vuelta hasta la plataforma de la batería, cruzar la torrentera fue lo más complicado y eso que lo hicimos sin despeinarnos, hasta algunos hitos hay puestos y todo. Lo que sí notamos y mucho fue el sol de cara y muy bajo, casi ya en el ocaso, por lo que algunas veces perdíamos el sendero y había que ir rectificando.
Tras atravesar la pared medianera por un derrumbe entramos en una zona de matas más grandes y pistas más evidentes, Juan suspiraba, la zona pedregosa se le atragantaba con tanto vaivén, pero su alegría duró poco (y la nuestra también) porque cada pocos metros que avanzábamos éramos literalmente atacados por las chicharras (o cigarras) que se abalanzaban sobre nosotros, el efecto es más molesto que otra cosa pero no dejaron de hacerlo hasta que volvimos a la carretera ya que no saltamos la siguiente pared, no quisimos comprobar si el sendero continuaba hasta la urbanización aunque yo confío que sí lo hace porque la salida de ese terreno la tuvimos que hacer saltando la valla de la carretera y evidentemente no es lo suyo.
Volvimos rápido por el asfalto hasta Tolleric donde hicimos una parada refrescante y aunque ya iba anocheciendo no nos preocupaba al poder sortear el tráfico por el interior y eso que hubo que poner en funcionamiento el mini foco que llevaba Juan y aunque minúsculo sí se notaba. Casi veinte kilómetros y unas dos horas y media de pedaleo efectivo que se pueden reducir ahora que se ha visto el recorrido aunque ya digo que nos queda un tramo por investigar, aunque no será la semana que viene, ya hay asignada ruta para el jueves y será por Alaró, nada que ver una cosa con la otra.
La ruta nos gustó, ellos ya la conocían en parte pero mi idea es enlazarla con la que hicimos unas semanas atrás, el tramo entre el Arenal y Puigderrós con un perfil bastante parecido aunque es casi todo cuesta arriba. La bajada hasta el mar puede ser opcional pero es sumamente divertida, aunque la subida por asfalto lo es un poco menos. Evidentemente no será una ruta de tarde y desde luego no de las más fáciles, aunque parirla está resultando de lo más molón.
Nota: aunque no lo haya mencionado en la crónica las fotos de la entrada anterior sí son de esta salida y dejan constancia de una instalación militar oculta que nos encontramos y que seguramente no sea la única que exista por esa zona. Es difícil de ver desde arriba ya que no hay acceso por la superficie, lo hacían por el túnel al que no pudimos acceder. Y aquí lo dejo.
Llegamos Juan y yo juntos y hubo que avisar a Kiko de donde estábamos para encontrarnos. Sin quererlo había adivinado el punto exacto de inicio de mi track, el que hice a boleo el día anterior. De lo que se trataba es de atravesar las urbanizaciones sin tocar (al menos mucho) asfalto y es factible. He de decir que el track no lo seguimos ya que no llevábamos con qué hacerlo pero tampoco hizo falta ya que mis dos compañeros conocen la zona perfectamente, así que solamente me tuve que dedicar a seguirles mientras íbamos cruzando toda clase de terrenos hasta Tolleric. Sa Torre, radiofaro, Bahía Azul, Bahía Grande, estas dos últimas por el arcén de la carretera militar hasta que pudimos acceder al solar aún virgen antes de Tolleric por donde las bicis se deslizan con suavidad al estar en su terreno idóneo.
Llegamos a la urbanización y la atravesamos directamente sin comprobar si podemos hacerlo por la línea del acantilado, esa cuestión y algunas más que irían saliendo a lo largo de la tarde pasaron sin más a la carpeta de pendientes. Aunque sobre la pantalla había dibujado una línea que sí entraba en la zona militar de Cap Regana en la práctica no lo hicimos, ni al salir de la urbanización ni por las barreras de entrada convencionales que estaban cerradas por lo que fuimos siguiendo la carretera a la espera de encontrar algún acceso abierto. No lo encontramos y nos vimos obligados a recorrer unos dos kilómetros de asfalto hasta el final de la valla pudiendo ya sí entrar por un camino que nos acercó a la plataforma de una antigua batería de costa y desde allí al borde del acantilado.
Por ahí sí parecía que se notaba el paso de senderistas o bicis configurando un pequeño sendero por el cual nos íbamos acercando a nuestro objetivo, el faro de Cap Blanc. Eso era lo que había estado esperando encontrar muchos metros antes, un terreno sumamente divertido aunque hay que atacarlo con decisión y ahí cuenta mucho la velocidad, no tiene porque ser excesiva pero te tiene que dar la sensación de que vas volando por encima de las rocas.
En un momento de indecisión tiramos hacia la carretera y nos encontramos una zanja bastante larga que sorteamos dos veces y después una pequeña torrentera muy tupida de vegetación y con la valla detrás, eso hizo que nos desviáramos hacia la carretera y volver a recorrer unos metros hasta meternos por un camino donde hay unos cartelones con unas listas de precios de bar que nos invitan a entrar a curiosear. Lo que vemos es un caserón con servicio de bebidas (música no oímos) pero con unas vistas privilegiadas sobre toda la bahía de Palma. No tenemos tiempo para refrigerios ni relajaciones y fisgoneamos la valla que rodea toda la parcela, no tiene aberturas pero compruebo que se puede rodar por fuera por lo que volvemos a la carretera para rodearla. Fue la mejor decisión y aunque el faro ya no estaba lejos lo dejamos para otro día, Cala Pi podía esperar.
Ese tramo fue precisamente el mejor, el rodar muy cerca del borde del precipicio te motiva y aunque no puede considerarse peligroso en conjunto en algunos momentos sí estás realmente cerca del abismo. Hicimos todo el tramo de vuelta hasta la plataforma de la batería, cruzar la torrentera fue lo más complicado y eso que lo hicimos sin despeinarnos, hasta algunos hitos hay puestos y todo. Lo que sí notamos y mucho fue el sol de cara y muy bajo, casi ya en el ocaso, por lo que algunas veces perdíamos el sendero y había que ir rectificando.
Tras atravesar la pared medianera por un derrumbe entramos en una zona de matas más grandes y pistas más evidentes, Juan suspiraba, la zona pedregosa se le atragantaba con tanto vaivén, pero su alegría duró poco (y la nuestra también) porque cada pocos metros que avanzábamos éramos literalmente atacados por las chicharras (o cigarras) que se abalanzaban sobre nosotros, el efecto es más molesto que otra cosa pero no dejaron de hacerlo hasta que volvimos a la carretera ya que no saltamos la siguiente pared, no quisimos comprobar si el sendero continuaba hasta la urbanización aunque yo confío que sí lo hace porque la salida de ese terreno la tuvimos que hacer saltando la valla de la carretera y evidentemente no es lo suyo.
Volvimos rápido por el asfalto hasta Tolleric donde hicimos una parada refrescante y aunque ya iba anocheciendo no nos preocupaba al poder sortear el tráfico por el interior y eso que hubo que poner en funcionamiento el mini foco que llevaba Juan y aunque minúsculo sí se notaba. Casi veinte kilómetros y unas dos horas y media de pedaleo efectivo que se pueden reducir ahora que se ha visto el recorrido aunque ya digo que nos queda un tramo por investigar, aunque no será la semana que viene, ya hay asignada ruta para el jueves y será por Alaró, nada que ver una cosa con la otra.
La ruta nos gustó, ellos ya la conocían en parte pero mi idea es enlazarla con la que hicimos unas semanas atrás, el tramo entre el Arenal y Puigderrós con un perfil bastante parecido aunque es casi todo cuesta arriba. La bajada hasta el mar puede ser opcional pero es sumamente divertida, aunque la subida por asfalto lo es un poco menos. Evidentemente no será una ruta de tarde y desde luego no de las más fáciles, aunque parirla está resultando de lo más molón.
Nota: aunque no lo haya mencionado en la crónica las fotos de la entrada anterior sí son de esta salida y dejan constancia de una instalación militar oculta que nos encontramos y que seguramente no sea la única que exista por esa zona. Es difícil de ver desde arriba ya que no hay acceso por la superficie, lo hacían por el túnel al que no pudimos acceder. Y aquí lo dejo.